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Cuatro años después de aparecer en El beso del a sirena negra, la detective Ágata Blanc regresa para investigar la sospechosa muerte de una joven de veinte años. Jesús Ferrero retoma en La noche se llama Olalla (Siruela)a un personaje al que el tiempo ha permitido "ir madurando en la cabeza. Respira sin que te des cuenta -explica el escritor-, y cuando vuelves a él ves que se ha movido a otra situación. Querría haberlo retomado antes, pero también terminar otras historias que tenía en la cabeza. Espero que a partir de ahora Ágata Blanc vuelva con más frecuencia".
Ferrero sitúa su nueva novela justo en la segunda mitad de 2012. Una época, la actual, que según el autor "da para demasiadas historias. Es extraño que no nos demos cuenta y prefiramos mirar hacia otros momentos". La novela fue concebida, al principio, como una historia "aislada, despojada de ambiente, pero conforme iba transcurriendo el año 2012 -continúa Ferrero-, con todas esas historias extremas y sangrientas, me di cuenta de que estaba en el medio ideal para situar la acción, que podía encajar muy bien".
Un mundo que parece resquebrajarse por sus muchas costuras, como obedeciendo a alguna extraña profecía apocalíptica. Una hemorragia que parece afectar de manera especial a la joven Olalla, que se caracteriza por la especial "conciencia que tiene del mundo y de sí misma; y de que vive angustiada por el presentimiento de la muerte. Olalla es extremadamente sensible pero, a la vez, con cierta autoridad ante los abusos".
El significado de la justicia y el sistema de privilegios son dos de las principales claves que vienen a estructurar una historia en la que, bajo su aparente pasividad, la detective va, realmente, moldeando la situación, a modo de ángel guardián o, tal vez, vengador: "Ágata Blanc no sólo se dedica a vigilar -comenta Jesús Ferrero-, su no hacer la compromete. El no avisar en un momento dado a la policía no sólo la convierte en cómplice de algunas cosas, sino en protectora. En este sentido, la novela tiene paradojas. Realmente, se está cumpliendo lo que Ágata quiere, se está cumpliendo su voluntad".
"El problema de las víctimas va marcando también toda la novela -prosigue Ferrero-. Ágata se está refiriendo a las víctimas de todas las épocas y nuestra moral basada en el triunfo y el fracaso. No hace falta actualizar el problema, lo estamos viendo pero basta simplemente examinar la historia para saber dónde las hemos colocado".
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