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Desde hoy hasta el sábado nos visitarán algunas de las figuras más renombradas del jazz vivo. Con esta su decimoquinta edición, el Festival de Jazz de la Universidad de Sevilla iguala ya en recorrido al extinto Festival Internacional de Jazz de Sevilla, la gran referencia por muchos años de la música del siglo XX en nuestra ciudad. En el páramo jazzístico sevillano, el festival de la Universidad gana terreno, se afianza y brilla, no sólo por mero contraste con el despropósito político que ha dejado a la afición jazzística casi huérfana de programación, sino por méritos propios. Hay conciencia de lo singular de esta cita, tal y como se refleja en el lema de esta edición: "El 15 es el quinto número triangular. Hacían falta 15 fuegos para establecer una sinagoga. Hacían falta 15 miembros de las comunidades cátaras para formar una capilla. Hacían falta 15 festivales de jazz para consagrarnos como festival importante dentro del panorama jazzístico estatal". Así es, y para celebrarlo, hoy arranca el festival con una propuesta arriesgada y necesaria: la presentación de la Andalucía Big Band.
La ABB nace por iniciativa del contrabajista Javier Delgado, que ha contado con la complicidad altruista de una veintena de músicos y el cobijo prestado por el Cicus. Se define como "proyecto que pretende suplir ciertas carencias que la música y el jazz acumulan en nuestra región tanto a nivel profesional como desde su base educacional, carente de programas de estudio en los conservatorios". Con la Big Band, el Cicus pone la guinda a su encomiable apuesta por el jazz que respira en esta ciudad. La propuesta, que no dudamos en calificar de histórica, presenta los mejores tics de una formación de este tenor: una marcada voluntad pedagógica y reivindicativa, en la que el ámbito expreso de lo andaluz no se impone como limitación chovinista, sino como campo de batalla específico: es preciso dotar de espacio e impulso a la escena jazzística que nos rodea, crear escuela en el sentido más amplio de la expresión; el propósito de convertirse en una formación estable, pero complementada con la participación de grandes músicos invitados, que hacen las veces de directores (algo que recuerda a las formaciones clásicas, así el ejemplo cercano de la Orquesta Barroca de Sevilla y sus invitados de honor: Sargent, Leonhardt, Hughet, Onofri); la incursión en repertorios clásicos que merecen un rescate. Esta noche, la banda contará con la dirección de Zé Eduardo. El espacio escogido para esta actuación es la sede del Cicus en Madre de Dios.
El resto de los conciertos tendrá lugar en el Teatro Alameda. Así, The Yellowjackets llegan mañana con su formación casi al completo, con Bob Mintzer (saxo tenor), Russell Ferrante (piano, teclados), Will Kennedy (batería) y el bajo de Felix Pastorius cubriendo la vacante dejada por Jimmy Haslip (quien, al parecer, se toma un año sabático). El cuarteto no nos visitaba desde el 92, recién incorporado Mintzer al grupo.
El viernes 18 de mayo regresa a la ciudad el grandísimo Lou Donaldson, raro superviviente de una generación que floreció animada por el espíritu de Charlie Parker, pero también emplazada a crecer y crear después de aquel cataclismo al que llamamos Bird (y en el caso de Donaldson, para más inri, desde el mismo instrumento que el patriarca del bebop: el saxo alto). Donaldson encandiló al público andaluz hace unos años, en un inolvidable concierto del llorado ciclo Rising Stars, aquel exquisito festival de jazz cuyos habituales -¡y eran muchos!- se resisten todavía a darlo por perdido. Entonces acudía junto al amigo Dr. Lonnie Smith, y aunque sin duda Smith es irremplazable, la formación que respalda al saxo alto es la habitual: guitarra, órgano Hammond y batería (o dicho con nombres propios: Randy Barksdale Johnston Jr., Akiko Tsuruga y Fukushi Tainaka). Por más que sea difícil dar cuenta de su fecunda trayectoria, sí es cierto que una buena discoteca no debería prescindir de algunos títulos como Midnight Creeper, Gravy Train, Alligator Boogaloo, Hot Dog, o verdaderas declaraciones de intenciones, radiografías de su talante musical como Everything I play is Funky o Say It Loud (y lo que decía, en aquel lejano 1968, era "I'm Black and I'm Proud"). Más allá de su producción como líder, Donaldson hizo algo más que asomar la cabeza en grabaciones históricas, primordiales, como aquella punta de lanza del hardbop, las sesiones en directo del mítico A Night at Byrdland, con Blakey y los suyos, o su participación en The Sermon, de Jimmy Smith. Su jazz redondo, curvilíneo como la figura de aquellas bellezas afroamericanas que adornaban invariablemente sus portadas para el sello Blue Note, remonta a una idea de la elegancia y la belleza no por remota gastada ni consabida: cada noche se renueva con su saxo alto la verdad del blues.
El broche de oro lo pone la trompeta de Dave Douglas, el sábado. El grupo elegido es Keystone, el sexteto con Fender Rhodes y electrónica con el que Douglas se inició hace un lustro en el terreno de la música para cine (entonces, con el álbum homónimo, Keystone, animando las escenas cómicas de Fatty Arbuckle). Lo siguen Marcus Strickland (saxo tenor), Adam Benjamin (Fender Rhodes), Brad Jones (bajo), Gene Lake (batería) y Geoff Countryman (electrónica). El último de sus proyectos, en simbiosis con el cineasta Bill Morrison, cristalizó en su álbum Spark of Being (Greenleaf, 2010).
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