"El catálogo de Pisendel es pequeño, pero excepcionalmente bueno"
Javier Lupiáñez | Violinista
Al frente de su conjunto Scaramuccia, el violinista melillense Javier Lupiáñez registra las sonatas que él mismo ha descubierto como obras de Pisendel, gran virtuoso del siglo XVIII
La ficha
Neue Sonaten
Johann Georg Pisendel (1687-1755): Sonata en mi menor para violín y continuo / Sonata en sol mayor para violín y continuo
Anónimo: Sonata para clave
Johann Georg Pisendel: Sonata en la menor para violín y continuo / Sonata en sol mayor para violín y continuo
Scaramuccia
Javier Lupiáñez, violín; Inés Salinas, violonchelo; Patrícia Vintém, clave
Snakewood Editions
Formado como violinista y musicólogo en su Melilla natal, Salamanca y La Haya, ciudad en la que actualmente reside, Javier Lupiáñez lleva más de seis años enfrascado en el estudio del Schrank II, el archivo personal de Johann Georg Pisendel, violinista durante cuarenta años en la más famosa orquesta europea de su tiempo, la de Dresde; entre 1728 y 1755, año de su muerte, como concertino del conjunto. Pese a las destrucciones provocadas por los conflictos bélicos (las tropas prusianas atacaron e incendiaron el palacio de la corte en 1760 y los bombardeos aliados arrasaron la ciudad en febrero de 1945), han sobrevivido unos 1800 manuscritos de la colección del compositor. Muchas de las obras de la colección no están firmadas, y Lupiáñez ha identificado tres de ellas como originales del propio Pisendel. Acaba de publicarlas con su conjunto Scaramuccia en un disco de su propio sello, Snakewood.
–¿Cuándo empezaron sus trabajos en este archivo y por qué su interés?
–Empecé a trabajar en serio en 2014, mientras hacía el máster en el Conservatorio de La Haya, pero desde que lo conocí, que ya ni recuerdo cuándo fue, me pareció fascinante. En aquel primer acercamiento en serio descubrí tres nuevas piezas de Vivaldi. Eso me decidió a plantearme hacer el doctorado, que empecé en 2017, sobre los autógrafos de Vivaldi que se encuentran en el archivo.
–¿Y cómo fue este descubrimiento de las sonatas de Pisendel?
–He tomado notas de los casi 2000 manuscritos y me leí con el violín en mano el casi centenar de sonatas anónimas que hay para violín y continuo. Al final la familiaridad con las fuentes te hace atar cabos, ver conexiones entre los manuscritos. He conseguido identificar estas sonatas de Pisendel y unos cuantos manuscritos de Vivaldi, pero también obras de Leclair, Westhoff o Lonati. No se trata de obras nuevas, sino de composiciones conocidas que se escondían entre el maremágnum de manuscritos anónimos de Dresde.
–¿Qué significado tienen estas nuevas atribuciones?
–El descubrimiento es (hablo como un estudioso y apasionado de Pisendel, así que igual no soy imparcial) muy emocionante, ya que el catálogo de obras conocidas de Pisendel es muy pequeño [apenas treinta obras], pero excepcionalmente bueno. Estaba considerado como uno de los mejores violinistas de la primera mitad del siglo XVIII y así era admirado por Bach, Vivaldi, Telemann y muchos otros, y eso se nota en sus composiciones. Por otro lado, y gracias a la investigación desarrollada para probar la autoría de Pisendel, hemos desvelado parte de sus métodos de composición y ornamentación y arrojado un poco más de luz al proceso compositivo y la interpretación en el siglo XVIII.
–¿Cómo ha afectado eso a su propia interpretación de estas obras?
–Todas estas investigaciones no serían tan emocionantes si no tuviesen una parte práctica, de hecho mi tema principal en el doctorado es la improvisación y la ornamentación. Llevo años investigando las anotaciones personales de Pisendel y sus anotaciones para ornamentar, improvisar e interpretar. En su archivo encontramos partituras con sus anotaciones para ornamentar un pasaje; a veces son sólo pequeñas ideas y otras veces se copiaban en una hoja aparte elaboradísimas ornamentaciones. De hecho algunas de las sonatas que hemos grabado tienen estas anotaciones, que en algunos casos son totalmente inesperadas y sorprendentes, pero hacen que confrontes tus propias ideas musicales con las del compositor, y eso es muy emocionante. Todos estos aspectos han sido muy importantes en nuestra interpretación de estas sonatas, aunque siempre nos tomamos todos estos aspectos como herramientas, no intentamos copiar a Pisendel, sino inspirarnos en él. Al final lo importante es sacar lo mejor de estas piezas y de nosotros mismos. Disfrutar tocando y hacer disfrutar a quien nos escucha.
–El CD incluye además una Sonata para clave, pero la mantiene como anónima, ¿podría ser también de Pisendel?
–Las atribuciones son muy delicadas. Antes de atreverme con las sonatas de violín preparé un detallado artículo y se lo envié a varios colegas para que ratificaran mis investigaciones. Pero sí, esta obra también podría ser de Pisendel, sobre todo por el hecho de que es la única pieza de clave en toda la colección que está copiada por él, y normalmente sólo copiaba cosas que tocaba o componía... y que yo sepa no tocaba el clave. Por otro lado hay algunas cosas en el estilo compositivo que sí podrían ser de él y otras que me parecen un poco ajenas... es difícil asegurar algo.
–Fundó su propio grupo hace unos años. ¿El objetivo era ya esta música?
–Decidimos fundar Scaramuccia en 2013. Normalmente estamos formados por violín y continuo pero a veces nos gusta invitar a amigos y hacer programas más variados. Scaramuccia nació con la intención de recuperar repertorio desconocido, y nos especializamos sobre todo en la primera mitad del siglo XVIII. Intentamos siempre tocar cosas que se conocen muy poco o que no se han tocado en tiempos modernos. Por supuesto que la prioridad es que la música sea buena, ¡no me sentiría nada cómodo tocando música que no me apasione aunque sea el estreno mundial más importante de mi carrera!
–Y han creado su propio sello discográfico...
–Nos dimos cuenta de que queríamos más libertad para grabar, sobre todo en lo que a repertorio se refiere, y más libertad para decidir y ligar nuestras expectativas musicales con el producto final que es el CD. Así que en 2018 los miembros de Scaramuccia fundamos nuestro propio sello, Snakewood Editions. Este es el segundo CD que editamos con el sello. Hemos cuidado mucho el diseño y sobre todo el sonido. El sonido es algo en lo que hemos puesto mucho trabajo, en cooperación con nuestro técnico de sonido, Erik de Goederen, precisamente para que esté íntimamente ligado a nuestra idea de interpretación y al repertorio. Con un sello propio tenemos total control sobre nuestra música. Cuando nos compran un CD o una descarga nos están apoyando directamente a nosotros, y eso lo podemos invertir en planear otras grabaciones tanto propias como de otros artistas, aunque lo cierto es que por ahora no da para mucho más.
–¿Cuál es su actual vinculación con la vida concertística española?
–Aunque nuestro grupo está formado por dos españoles y una portuguesa, no tocamos habitualmente ni en España ni en Portugal. Al no residir allí actualmente, hasta cierto punto es comprensible. Aun así, estos últimos años estamos agradecidos por haber tenido la oportunidad de presentar nuestro trabajo en festivales y salas como Fora do Lugar en Portugal, el Festival Internacional de Arte Sacro de Madrid o el Teatro Kursaal de Melilla, entre otros. Por el momento no tenemos fechas cerradas en estos países. Es verdad que, por ahora, no nos hemos especializado en repertorio ibérico, que entendemos que es un repertorio que atrae bastante a los programadores allí y por el que muchos ensembles están haciendo una gran labor. Pero también me gusta pensar que el público necesita escuchar música buena, sea de donde sea. Y si a nosotros lo que más nos atrae es tocar música alemana e italiana, y por tanto, probablemente, lo que mejor hacemos, me gustaría poder ofrecer al público español este repertorio de forma más habitual.
–¿Cómo le ha afectado la pandemia?
–La situación es de total incertidumbre. Nos ha cambiado la vida a todos y lo peor es que aún no sabemos cuánto lo ha hecho. En mi caso, y el de Scaramuccia, nos ha afectado muchísimo. Somos un grupo afincado en Holanda y teníamos conciertos no solo aquí sino en otros países europeos como Alemania o Eslovenia, así que no solo hemos tenido que lidiar con la situación holandesa sino también con la situación en otros países; al final nos hemos visto obligados a cancelar, abandonar o posponer todos los proyectos de conciertos, sobre todo los relacionados con la grabación.
–¿Hay futuro?
–No me cabe duda de que volveremos a subirnos a un escenario y a hacer música en vivo, algo totalmente irremplazable por cualquier experiencia digital. Espero que la situación mejore poco a poco. En 2021 tenemos varios conciertos planeados en varios países europeos que esperamos que se puedan llevar a cabo. Nos encantaría compartir estos nuevos descubrimientos con el público, no solo a través del disco sino también en directo.
–¿Algunos proyectos nuevos?
–Siempre hay miles de ideas rondando la cabeza. Hay música maravillosa en Dresde que no se ha grabado, que no se toca en conciertos y que me encantaría tocar con Scaramuccia. Pero también hay muchas cosas fuera de este archivo que me encantaría tocar. En mis carpetas tengo un montón de partituras y programas que quiero tocar. Además de mis propias investigaciones tengo la suerte de estar en contacto con otros musicólogos llenos de buenas ideas. No hace mucho mantuve una larga conversación con el profesor Michael Talbot sobre repertorio que a él le gustaría escuchar y que no se ha tocado, y claro, surgieron cientos de ideas… Pero justo ahora, tan centrados en el lanzamiento del disco de Pisendel y con la crisis sanitaria, se me hace difícil decir qué será lo próximo.
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