Jardineros de las Dakotas

Dan O'Brien relata su aprendizaje como vaquero en las Grandes Llanuras, los territorios del bisonte que un día debieron de ser el Serengeti del norte del continente americano.

Bisontes pastando en una gran llanura del estado de Dakota del Sur, en Estados Unidos.
Bisontes pastando en una gran llanura del estado de Dakota del Sur, en Estados Unidos.
Juan M. Marqués Perales

13 de marzo 2016 - 05:00

LOS BÚFALOS DE BROKEN HEART. Dan O'Brien. Trad. Miguel Ros González. Colección Libros Salvajes, Errata Naturae. Madrid, 2016. 392 páginas. 21,50 euros.

Me lo había contado un veterinario: las vacas son tontas. ¿Cómo? ¿Al nivel de los linces de Doñana? Casi, casi. Sí, hay algunas especies animales más listas que otras y, en concreto, las vacas están al límite, no es que sea culpa de ellas, sino que durante milenios han sido seleccionadas genéticamente por los hombres para que sean mansas y den carne y leche en exceso, por encima de lo que un animal salvaje debería producir para alimentar a sus cachorros y moverse por las praderas. Además, en los dos últimos siglos la industria cárnica ha ido cosificando a los animales para convertirlos en meros productores de proteínas, gallinas que apenas tienen patas y sí mucha pechuga, vacas que necesitan a matronas para parir y bestialidades muy humanas por el estilo. Cruces entre razas para ganar productividad, antibióticos para prevenir, medicinas para curar, hormonas para crecer, piensos mejorados y un sigue y sigue que ha atrapado a los ganaderos en la rueda de un molino donde sólo se pierde el tiempo y el dinero. Es la industria de la alimentación humana la que ha cambiado la faz de la Tierra; sí, la faz, la superficie, millones de hectáreas destinadas a abastecer a una única especie, mantos de bosques, de matorrales y de pastizales arrancados para que comamos.

Dan O'Brien es escritor, cetrero y biólogo y, desde hace unos años, vaquero de las Grandes Llanuras del norte de los Estados Unidos, su rancho está en Dakota del Sur, pero a diferencia de la inmensa mayoría de sus vecinos no cría vacas, sino bisontes. En Los búfalos de Broken Heart narra la experiencia empírica educativa, que le llevó a convertirse en un vaquero de estos inmensos animales. O'Brien es un tipo duro, no es una exageración, un hombre que se levanta muy temprano, tanto como para estar en el campo a las 7 de la mañana, a 20 grados bajo cero, ayuda a meter bisontes en un cercado y después conduce hasta Salt Lake para cargar más bisontes en un tráiler y llevarlos de nuevo a su rancho, a unas 600 millas de distancia, después de dormir sólo unas horas en un saco. Es una persona dura. Dura, pero sensible. Hay gente que sabe ver crecer la hierba, que distingue las especies de herbáceas que crecen en estas inmensas llanuras, que sabe cuáles son las buenas y cuáles no tanto, que otea tejones, chotacabras y antílopes, que se emociona al ver unos álamos crecer en una hondonada, que vuela halcones y que sabe ver estas inmensas praderas como un rico vergel en vez de como una alfombra uniforme es un tipo sensible. Además de duro.

Las vacas fueron llevadas por los europeos a las Grandes Llanuras, y allí sobreviven como pueden, pisando hierba, deambulando por la inmensidad, perdidas en lo amarillo y expuestas a las grandes sequías y a los terribles fríos. El bisonte, sin embargo, evolucionó con la pradera, su morfología, su metabolismo y sus costumbres se hicieron al llano. Su pezuña no aplasta la hierba, sabe comer la buena brizna en sólo un lugar y la deja crecer en otras zonas, rota como el barbecho, se mueve en manada, tiene pelo de sobra y escarba y escarba hasta horadar unas pequeñas lagunas donde aflora el agua escondida.

Dan O'Brien, el escritor, nos relata este aprendizaje en un libro bello, sensible, lleno de sabiduría, y que no termina con la crianza de los bisontes. Porque, claro, si el bisonte es tratado como la vaca, si lo enviamos al cebadero para que sea alimentado en exceso antes del sacrificio, si lo atiborramos de antibióticos y si lo cruzamos con sementales, obtendríamos el mismo tipo de filete insulso que el proveniente de una de esas pobres terneras que sólo vieron el campo en sus primeras semanas de vida. Dicen que es tierno y casi dulce, muy magro. O'Brien se las arregla para criar, sacrificar y vender por su cuenta, y hacer frente a las hipotecas y a los bancos, porque ése parece ser el destino de estos ganaderos que son los supervivientes de la Gran Depresión y de la sequía. "Son las personas más sinceras del mundo, pero se engañan a sí mismos", le explica uno de sus escasos vecinos.

Con este volumen, la editorial Errata Naturae ya ha puesto en venta tres títulos de su colección Libros Salvajes, un lema que hace honor a Henry David Thoreau, el escritor de Walden, esa aventura en el lago homónimo donde el revolucionario se puso a prueba y encontró el paraíso de la vida salvaje. Como Thoreau, O'Brien también es un norteamericano que casi podríamos definir como un anarcoliberal, un escritor vaquero que sabe cómo los bancos y los subsidios del Gobierno amarran a sus colegas hasta esclavizarlos en la noria económica. En las Grandes Llanuras van a encontrar vida salvaje, ecología, antropología y política, y mucha historia natural en el sentido estricto. Calculan que la población de bisontes llegó a ser de 60 millones en estas llanuras americanas, pero la acción del fusil, tanto del blanco como del indio, le llevó casi a la extinción. Hoy está salvado, pero las llanuras aún están lejos de ese equilibrio natural que O'Brien busca como quien intenta llegar al paraíso original.

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