Isaac Rosa y "el fracaso de una sociedad"

El narrador firma junto a la dibujante Cristina Bueno la novela gráfica 'Aquí vivió', aproximación al drama del desahucio desde un enfoque original: la historia de quienes se mudan al piso desalojado.

Isaac Rosa se pasa al cómic con 'Aquí vivió'. Abajo, una página de la obra.
Isaac Rosa se pasa al cómic con 'Aquí vivió'. Abajo, una página de la obra.
Braulio Ortiz

17 de abril 2016 - 05:00

AQUÍ VIVIÓ. Isaac Rosa / Cristina Bueno. Nube de Tinta. Barcelona, 2016. 256 páginas. 19,95 euros (7,99 en ebook).

Una madre separada y una hija adolescente se mudan, tras la separación de los progenitores, a un nuevo piso. A las dificultades de adaptación que tiene todo traslado se suma un elemento incómodo, la desconcertante agresividad que Carmen y Alicia detectan en la comunidad de vecinos. Pronto los indicios llevarán a las dos protagonistas a comprender lo que ocurre, que los inquilinos anteriores de aquel apartamento fueron desalojados. Aquí vivió, el cómic firmado por el escritor Isaac Rosa y la dibujante Cristina Bueno, editado por Nube de Tinta, adopta un original enfoque para abordar el drama del desahucio: la peripecia de quienes ocupan el inmueble del que han sido expulsados sus habitantes anteriores. A Rosa (Sevilla, 1974) le interesaba escoger esos personajes, "a quien llega después y tiene que reconstruir esa historia", porque es el punto de vista "del que cree que los desahucios no tienen que ver con él, con ella".

De la mano de Carmen y Alicia, principalmente gracias a la transformación que experimenta la segunda, los autores del libro revisan las ideas preconcebidas que parte de la sociedad alberga sobre esta cuestión. "La mayoría pensamos que los desahucios afectan sólo a gente en riesgo de exclusión social, cuando en realidad no distingue de clases sociales, nos podía pasar a cualquiera". Para Rosa, además, los desalojos son la "punta del iceberg" de "un problema más amplio, el de la vivienda. Hay mucha gente que está con el agua al cuello para seguir pagándola, jóvenes que viven aún en casa de sus padres porque no pueden afrontar un alquiler...", enumera el novelista.

Aquí vivió se pregunta por la responsabilidad colectiva ante los desahucios y describe en sus páginas el amargo trago que viven cada día trabajadores como secretarios judiciales, policías o cerrajeros que participan en los trámites. "Somos unos mandados. Ya vale que seamos los malos de la película", protesta un agente en uno de los pasajes del cómic. "Es cierto que hay una parte de los que intervienen que pueden alegar estar cumpliendo órdenes", señala Rosa. Pero al autor de El vano ayer y El país del miedo le interesa asimismo "otro terreno más pantanoso, el de los empleados de banca, el de los directores de sucursal, que se han convertido en la diana de quienes protestaban y son quienes han puesto la cara por sus consejeros delegados o sus presidentes, que igual no han colaborado sólo en los desahucios sino en todo lo que fue la burbuja hipotecaria o las preferentes, en otro ámbito".

Rosa y Bueno afirman que Aquí vivió es un libro "colectivo" porque contiene "muchas historias, vivencias, luchas" y que su composición fue "un aprendizaje inolvidable". Antes de emprender esta obra, Rosa conocía la labor de las plataformas de afectados por la hipoteca, había acudido a sus movilizaciones, pero en la investigación previa a la redacción del cómic, él y la ilustradora comprobaron el efecto que tenían sus acciones. "Los desahucios están entre las peores cosas que nos han pasado, pero la lucha contra ellas ha sido algo luminoso", declara. "En las reuniones te encontrabas con personas que se han visto en la peor situación, que han perdido su casa, que además arrastran una deuda, han entrampado en muchos casos a su familia y se han convertido en parias al entrar en una lista de morosos... Y te emocionaba comprobar cómo esa gente había sido capaz no sólo de sobreponerse sino de organizarse, han planteado respuestas a lo que la administración no ha solucionado: evitar que la gente se vaya a la calle o que una vez que se ha ido tenga un sitio donde meterse".

A las asambleas siguen llegando hombres y mujeres a los que no sólo han arrebatado la vivienda, sino también, como dice uno de los personajes, el porvenir que proyectaban para ellos. "Los han desahuciado de sus casas, pero también de sus vidas, las que esperaban vivir, las que soñaban. Del futuro. Se ven fracasados, perdedores en esta sociedad del éxito. Tienen miedo y vergüenza de hablar", se describe en un momento del cómic. Entre las tareas de las asambleas a las que Rosa ha asistido está devolver la autoestima a unas personas que se hallan en una vulnerabilidad absoluta. "Hay otro trabajo más allá de paralizar un desalojo o buscar un techo que es más terapéutico. En las reuniones te das cuenta de que los recién llegados vienen asustados, sintiéndose muy solos porque no tienen a quién pedir ayuda, contemplándose como culpables porque piensan que han hecho algo mal. Pero lo primero que le dicen en la asamblea es que la amenaza del desahucio es un fracaso como sociedad".

La aparición de Aquí vivió coincide con otros cómics -los últimos de Paco Roca y Daniel Torres, Aquí, de Richard McGuire- que también ahondan en la concepción de la vivienda como "un espacio vital, mental, aparte de físico, como un enorme contenedor de identidad y de memoria. Todos coincidimos en mirar la casa como algo más que cuatro paredes".

Aquí vivió es la primera incursión como guionista de novela gráfica de Isaac Rosa, que llevaba un tiempo, admite, "queriendo probar otros lenguajes". Tras preparar una obra de teatro que finalmente no se pude estrenar por problemas de producción, el sevillano afincado en Madrid disfruta ahora de otro proceso "en el que también hay decisiones compartidas, con la dibujante y con la editorial". El narrador parece haberse adaptado a otro registro sin grandes quebraderos de cabeza. "He tenido que pensar el desarrollo del libro en otros términos, pero, más que las dificultades, veía las posibilidades", cuenta Rosa. "Resultaba atractivo poder apoyarme en lo visual, y en cada reescritura iba quitando diálogos, suprimiendo bocadillos. Me ilusionaba eso de contar una historia en imágenes".

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