Por una 'Internacional Cinéfila'

Errata Naturae publica 'Mutaciones del cine contemporáneo', uno de los libros esenciales para entender las derivas de la cinefilia y la crítica de nuestro tiempo

Una imagen de 'Three times' (2004), del taiwanés Hou Hsiao-hsien.
Una imagen de 'Three times' (2004), del taiwanés Hou Hsiao-hsien.
Manuel J. Lombardo

25 de enero 2011 - 05:00

Mutaciones del cine contemporáneo. J. Rosenbaum y A. Martin (coord.) Errata Naturae. Prólogo de Pere Portabella. 336 págs. 22,50 euros

De aquellos polvos, estos lodos. La Palma de Oro en Cannes, el estreno y el reconocimiento crítico en España de una película como Uncle Boonme recuerda sus vidas pasadas, del tailandés Apichatpong Weerasethakul, le deben mucho a la semilla plantada hace una década por el libro Movie mutations (2003, BFI) que por fin se edita entre nosotros con el título Mutaciones del cine contemporáneo. Un libro colectivo y de formato epistolar que planteaba con visionaria lucidez algunos de los retos de la cinefilia y la crítica de comienzos del siglo XXI a la luz de las nuevas tecnologías y la reconfiguración de la cultura cinematográfica.

Veterano crítico del Chicago Reader y autor de algunos libros esenciales (Movie wars, Essential cinema) que aún esperan traducción o edición española, Jonathan Rosenbaum (1943) iba a ser el impulsor de una particular correspondencia entre colegas, algunos más próximos al ámbito académico, otros francotiradores desde sus respectivos rincones planetarios, casi todos ellos de una misma generación, que compartían unas mismas inquietudes (el cine íntimo y minimalista, un cine de los cuerpos), unos mismos gustos y referencias (Cassavetes, Garrel, Eustache, Godard, Rivette, Rouch, Ruiz, Hellman) y unas mismas exigencias y utopías respecto al cine y el ejercicio de la crítica en un momento histórico crucial.

Adrian Martin desde Australia, Nicole Brenez desde Francia, Alex Horwarth desde Austria, Kent Jones desde Estados Unidos, Quintín desde Argentina o Mark Peranson desde Canadá iban a ser los principales interlocutores de un correo de enjundiosas y apasionadas cartas que ponían de manifiesto la necesidad de repensar los nuevos paradigmas de producción, difusión y recepción cinematográfica en una época en la que los grandes bloques teórico-críticos parecían haberse disuelto para dar paso a un periodo de desconcierto y debilidad que no hacía sino favorecer las inercias y las leyes del mercado, implacable en su aprovechamiento de la falacia orwelliana de darle al público lo que éste quiere.

Rosenbaum y sus colegas atisbaban a ver ya en 1997, fecha de inicio del proyecto, los senderos y bifurcaciones (algunos hoy clausurados, en vía muerta o incluso caducos) que iban a convertir el panorama cinéfilo-crítico en un nuevo territorio de fértil intercambio de información y comunicación que, lejos de confirmar la tan anunciada "muerte del cine", apuntaba una muy estimulante renovación del canon (ahora con autores como Kiarostami, Hsiao-hsien, Yang, Ming-liang, Oliveira, De Palma o Ferrara en su epicentro) y una no menos fértil y democratizadora era para la práctica de la crítica, el análisis y el pensamiento cinematográfico que recoge hoy sus frutos en una Internacional Cinéfila capaz de integrar la vanguardia más radical y las manifestaciones más explícitas de la cultura popular, la revisión del clasicismo hollywoodiense y la apreciación del cine de género asiático, en un regenerado gusto transversal que franquea viejas categorías estéticas para reconstruir y reescribir la historia a través de nuevas publicaciones (Senses of cinema, Rouge, Cinema Scope, El amante o las españolas Tren de sombras, Letras de cine, Cinexilio o Lumière) que se abren paso lejos de los más apolillados discursos de la crítica tradicional, que sigue funcionando como guía de la economía de consumo creyendo que su trabajo consiste en dar o no su aprobación.

Saludo entusiasta al proyecto de una nueva crítica que, si bien parece seguir circulando casi siempre en dirección a Occidente por más que haya abierto su campo de visión a todo el cine planetario, y todavía tiene pendiente trascender el inglés como lingua franca, apela a nuevas formas de escritura y métodos de análisis (en los que lo visual, el hipertexto o lo asociativo adquieren nueva carta de naturaleza) que dan cabida a nuevas sensibilidades y a una nueva política dictadas por un profundo y enfermizo amor al cine no como receptáculo para la nostalgia o el fetichismo sino como un auténtico modo de vida.

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