Intensidad de un violín apasionado
IV Festival Internacional de Música de Cámara 'Joaquín Turina. Programa: Rapsodias nº 1 y 2 y Sonatas nº 1 y 2 para violín y piano, de Béla Bartók. Violín: Tanja Becker-Bender. Piano: Péter Nagy. Lugar: Centro Cultural Cajasol. Fecha: Miércoles, 11 de septiembre. Aforo: 100 personas.
Si hemos de aventurar lo que puede dar de sí esta cuarta edición del Festival Turina por el nivel alcanzado en su concierto inaugural, sólo podemos esperarnos lo mejor. Quienes tuvieron el acierto de acercarse por el Centro Cajasol ayer pudieron disfrutar de una sesión intensa, exigente con el oyente y con su capacidad de atención musical, sí, pero también generosa en obsequios en forma de experiencias estéticas inigualables. Porque hablamos de la integral de rapsodias y sonatas para violín y piano de Béla Bartók. En estas piezas se nos presenta tanto el Bartók capaz de sublimar las raíces folclóricas de la música húngara (rapsodias) como el Bartók más especulativo y creador de un lenguaje que coquetea por momentos (arranque del Allegro appassionato de la segunda sonata) con la atonalidad, pero que regresa a un lenguaje tenso y dramático desde una armonía más o menos clásica.
Tanja Becker-Bender se hizo una con su violín, de sonido brillante y poderoso y dictó todo un tratado de fraseo intenso y apasionado, atento a todas y cada una de las inflexiones de la música, como ese despliegue de articulación sincopada que son las rapsodias, en las que se recreó en un sonido rudo y áspero, como de violín campestre, con amplio dominio de los pasajes en armónicos y de las dobles y triples cuerdas. En los pasajes más recogidos logró momento de fuerte intensidad poética, con pianissimi estremecedores. No anduvo a la zaga Péter Nagy, ágil, preciso y totalmente implicado en el universo expresivo de Bartók.
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