Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
La noticia del invento del daguerrotipo se conoció en Sevilla en 1839 y el primer ejemplo de su uso aquí corresponde a la vista Torre árabe de la Catedral (que no es otra que la Giralda), tomada en enero de 1840. Es la primera imagen fotográfica de la que se tiene constancia y, con ella, el inicio del profundo vínculo de la capital andaluza con la técnica que revolucionó para siempre la documentación histórica del devenir de los tiempos.
Desde entonces, muchos han sido los profesionales que han tratado de captar con sus objetivos la transformación urbana y social de la ciudad. La publicación de Cien fotografías de Sevillaque deberías conocer, en la editorial Lunwerg del Grupo Planeta, recoge esa evolución a través de la obra de una veintena de profesionales de la fotografía vinculados a la ciudad de Sevilla en los últimos 150 años.
Inmaculada Molina y Elena Hormigo, documentalistas de la Fototeca Municipal que dirige Marcos Fernández, son las responsables de la selección de estas instantáneas que muestran la urbe más allá del tipismo de postal que los viajeros románticos del XIX asociaron, casi de manera indeleble al paso del tiempo, a sus gentes y costumbres. "No queríamos caer en el tópico. El objetivo era mostrar otra Sevilla. Con frecuencia, las publicaciones de este tipo dan una imagen relativamente parcial de lo que ha sido y es la ciudad, como si la vida en Sevilla fuera a golpe de calendario festivo", argumenta Inmaculada Molina sobre el álbum de Lunwerg.
Más allá del recorrido comercial del libro -"es una de las mejores editoriales especializadas en fotografía de España"- el objetivo, apunta la documentalista sevillana, es "difundir la riqueza del patrimonio fotográfico municipal". La Foteca, adscrita al Servicio de Archivo, Hemeroteca y Publicaciones del Ayuntamiento de Sevilla, cuenta con fondos de profesionales como Jean Laurent, Caparró Rodríguez, Cecilio Sánchez del Pando, Beauchy Cano, Juan José Serrano Gómez, Eduardo Rodríguez Cabezas Dubois, Fernando López Vilches, Manuel de Arcos, Ángel Gómez Gelán, Rafael Cubiles, Agustín González Arjona y Serafín Sánchez Rengel. Junto a las tomadas por estos fotógrafos, el libro incluye un puñado de imágenes de autores desconocidos así como algunas de la colección Thomas, conservada en el Instituto de Estudios Fotográficos de Cataluña.
La selección documenta "una ciudad integrada, con sus contrastes y su singularidad, en las corrientes históricas del país", según Molina. Para ello, el libro se divide en seis periodos: el primero, de 1850 a 1920, se abre con Vista de Sevilla desde Triana, del Vizconde de Vigier y perteneciente a la colección del duque de Segorbe. Fechado en 1851, este calotipo es la única imagen conservada del puente de madera de origen medieval que se desplazó de su lugar primitivo para la construcción del puente de Isabel II, símbolo de la nueva arquitectura de hierro. A esta primera etapa pertenece la imagen tomada por Beauchy Cano en 1885 sobre la cotidianidad del trabajo de las cigarreras sevillanas en la Real Fábrica de Tabacos, bajo la atenta mirada del capataz y el ama del rancho.
Del segundo periodo, de 1920 a 1931, destaca el trabajo de Juan José Serrano Gómez que, procedente de su Ávila natal, recaló en 1917 en Sevilla acompañando al torero Joselito y, gracias a su exhaustiva mirada, se convirtió en uno de los pioneros del fotoperiodismo. Su obra es uno de los archivos "más extensos" que se conservan en la Fototeca Municipal, apunta Molina. A las clásicas estampas de las fiestas y momentos de recreo -las carretas del Rocío, la Feria del ganado en el Prado, Velá de Santa Ana, los toros o el paseo en barca en la Plaza de España- se une la fotografía a las grandes obras arquitectónicas de la época, como el puente de Alfonso XIII o los edificios del 29.
De los años de la Segunda República, el libro reúne una serie de instantáneas que muestra la intensa actividad política y el movimiento popular de una ciudad. A estos años pertenecen las imágenes del dirigible Graff Zeppelin surcando el cielo de Sevilla y en su amarre en el antiguo cortijo Hernán Cebolla, hoy aeropuerto de San Pablo.
El capítulo que abarca desde 1936 a 1939 muestra "cómo Queipo de Llano ganó la guerra desde el primer día", según Molina, pese a que el arrabal trianero no se rendiría hasta el 21 de julio.
Fotografías de los desfiles de Falange, las riadas y las peregrinaciones marianas y también la metamorfosis del río Guadalquivir en puerto fluvial y la construcción de Los Remedios conviven en el capítulo dedicado a los años de la dictadura de Franco. Es a partir de los 70 cuando la visita de turistas de estética hippie dejó en la ciudad singulares imágenes como Un café en el Coliseo y El limpiabotas.
Ya que la Fototeca Municipal sólo posee imágenes hasta 1981, para el último apartado (de 1976 a 2010) se ha contado también con material de las colecciones particulares de fotoperiodistas como Carlos Ortega, Juan Carlos Cazalla o Atín Aya, entre otros. Es la foto Incendio, de José Antonio Lamadrid, que muestra en primer término a dos operarios plantando césped en los jardines de la Expo 92 con el Pabellón de los Descubrimientos en llamas al fondo -apenas dos meses antes de su inauguración-, el retrato de cómo la ciudad se preparaba a contrarreloj para abrir un nuevo capítulo de su historia.
Cien imágenes que sirven hoy para viajar por el tiempo hasta la ciudad que fue.
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