"En mi generación, cuando uno pensaba en ser actor, pensaba en el teatro"
Imanol Arias. Actor
El intérprete visitará en septiembre el Lope de Vega con 'El coronel no tiene quien le escriba', una adaptación de la novela de Gabriel García Márquez que dirige Carlos Saura
El memorable protagonista de El coronel no tiene quien le escriba, el viejo que en la novela de Gabriel García Márquez esperaba una ansiada pensión que nunca llega, tiene a partir de ahora las facciones de Imanol Arias. El actor (Riaño, León, 1956) regresó el año pasado al teatro, tras más de dos décadas sin pisar un escenario, con el montaje La vida a palos, y ahora se pone a las órdenes de Carlos SauraCarlos Saura en una relectura del clásico del Nobel colombiano. El intérprete de Cuéntame cómo pasó,Cuéntame cómo pasó muy solicitado últimamente también por el cine –participa en la Trilogía del Baztán que dirige Fernando González Molina, y ha rodado Retrato de mujer blanca con pelo cano y arrugas, de Iván Ruiz Flores– visitará el 21 y el 22 de septiembre el Teatro Lope de Vega con esta obra, programada dentro del Festival Singular, una nueva cita que quiere ofrecer al espectador "experiencias únicas".
–Se le vincula poco al teatro, pero en sus comienzos, por ejemplo, usted participó en las primeras producciones del Centro Dramático Nacional.
–Sí, aunque la gente no lo sepa todo el principio de mi carrera estuvo muy ligado al teatro, hasta el año 83 o así. Después me subí al escenario de manera esporádica, porque hice muchas películas, viajaba mucho, y así era difícil que me pudiese comprometer con un espectáculo. Un actor depende de las circunstancias: igual encadena muchas obras y por eso deja de lado el cine que le ocurre lo contrario. A mí me tocó hacer muchas películas, pero le diré una cosa: mi idea del oficio está muy vinculada a las tablas. En mi generación, cuando uno pensaba en ser actor, pensaba en el teatro. El camino natural para la profesión era ése.
–García Márquez es un autor muy presente en la memoria de los lectores. Adaptar un texto suyo, en este sentido, tiene sus dificultades. ¿Cómo es la obra que ha escrito Natalio Grueso?
–Natalio ha hecho una versión finísima. El narrador pierde importancia frente a los diálogos para que no haya elementos externos que interfieran en lo esencial. Ha quedado una adaptación muy precisa, en la que los estados de ánimo se conservan muy puros y en la que se respira el ambiente, la temperatura, la nostalgia del libro. Y la mirada de Natalio conecta muy bien con la de Saura, que aparte de la dirección se encarga de la escenografía, y ha optado por la sencillez en ambos casos. Carlos no quería que la puesta en escena recargara ese realismo mágico que se supone que tiene la novela. Buscaba que la magia viniera de la palabra, de la emoción.
–En este montaje trabaja por primera vez con Saura, con el que estuvo a punto de colaborar en Los zancos, allá por el año 1984.
–Nos habíamos seguido viendo porque íbamos a coincidir en una película sobre Picasso y el Guernica, 33 días, pero el proyecto se fue aplazando una y otra vez. Con El coronel... ocurre una cosa: Carlos la preparó con Juan Diego, pero éste tuvo un problema médico y yo lo sustituí. Por eso, yo no asistí a la creación del espectáculo, no fui testigo de ese proceso. Sí he tenido contacto, de todos modos, con el artista tan completo que es Saura, alguien que maneja la fotografía, la luz... Como director se mete muy poco en las responsabilidades de los demás. A los actores nos crea un marco, una propuesta, y nos deja muy libres. Él da por hecho que sabes hacer tu trabajo, algo que cuando lo oyes por primera vez da cierto vértigo, y no se preocupa mucho de guiarte.
–Tengo entendido que usted interpretó su primera obra con Juan Diego. Debe de imponer un poco el encargo de reemplazarlo.
–Con él hice la primera obra, y la segunda, y creo que la tercera... A su lado aprendí muchas cosas que han sido importantes después: cómo tratas a los compañeros, qué concepto tienes de la profesión... Juan valora mucho la humildad y el trabajo constante, y los que nos movemos en su órbita hemos tenido esos valores como referencia. Es difícil reemplazar a Juan Diego, pero también pienso que un proyecto que ha levantado él con todo su cariño y su esfuerzo no puede malograrse. Yo vi lo que hizo, y aquí sigue muy presente. He bebido de muchas fuentes para este papel. También me ayudó la versión cinematográfica de Arturo Ripstein, que hacía algunas sugerencias interesantes. He tenido poco tiempo para prepararme este personaje y reunir distintas visiones me era muy útil.
–¿Usted se imagina como José Sacristán o Concha Velasco, que andan en torno a los 80 años y siguen en activo?
–Ojalá. Yo me imagino así, pero que se cumpla es muy complicado. Ellos son unos maestros y se divierten muchísimo con lo que hacen. [De repente, se le ocurre una idea y no puede evitar reírse] ¿Usted me ve en Cine de barrio hablando de mis comienzos con Almodóvar y con Fabio McNamara de invitado?
–Sería maravilloso.
–¿Sabe? A mí me gustaría seguir lo más posible, porque disfruto con muchas cosas, pero actuar es lo que realmente ordena mi vida. Lo que más me emociona del mundo es interpretar, así que... ojalá dure.
–Entonces, al joven de Laberinto de pasiones, de La muerte de Mikel o El Lute le diría que ha hecho bien al elegir su profesión, que no se equivocó...
–Bueno, ese joven se equivocó en muchas cosas, no le voy a mentir [ríe de nuevo].
–Su hijo en la ficción de Cuéntame, Ricardo Gómez, contaba hace poco en un artículo que, de gira por los teatros con Juan Echanove, se había dado cuenta de que las interrupciones de los móviles eran ya inevitables. ¿Usted ha percibido mucho cambio en el público en su regreso a las tablas?
–Es verdad que hoy vivimos pegados al móvil y no estamos tranquilos sin él. Quizás la gente sea más proclive ahora a despistarse. Pasa con frecuencia que algún espectador saca el teléfono en medio de la función, consulta algo y te desconcentra con la luz. Es complicado. Yo aprecio mucho al público, hay que tener piedad también. ¿Y si suena porque una señora mayor no ha sabido apagarlo? Aunque hay veces que una interrupción así es difícil de aguantar.
–No hemos hablado de un tema esencial en El coronel no tiene quien le escriba, la dignidad.
–Ay, esa dignidad que no se vende pero de la que no se come... Hay algo que me gusta tanto de la novela como de esta adaptación: ambas eluden el fatalismo, no se recrean en él. Ese fatalismo que determina las vidas de los hombres no está aquí. La dignidad permite una cierta ironía ante el dolor. El coronel, excepto en los momentos más terribles, no muestra su miseria, hace bromas, para que nadie note su vergüenza contraataca con un pensaminto lúcido...
–Trabajar en una serie tan longeva como Cuéntame le ha dado algo que codiciarían todos los actores: estabilidad. Pero un proyecto así ¿le ha cortado las alas?
–Más que libertad creativa lo que me ha quitado es tiempo. Si he grabado 300 capítulos de una hora, lo mismo podría haber rodado 150 películas, que ocupan la misma extensión. Podría haber hecho más cine o más teatro, pero si te comprometes con una serie tienes que estar ahí. Me ha quitado tiempo, ya está, no es ningún drama.
Temas relacionados
No hay comentarios