La ventana
Luis Carlos Peris
Sicab sigue pudiendo con el tiempo
Sevilla/Nada encarna mejor que el libro, las bibliotecas y los archivos el afán inequívocamente humano de fijar, delimitar y compilar el acopio de saberes, los elementos físicos e intelectuales que han ido configurando en cada época una determinada idea del mundo. A esta formidable aventura del conocimiento dedica el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus) hasta el próximo 25 de febrero Imago Mundi, una de sus exposiciones más ambiciosas hasta la fecha, realizada en colaboración con Ivorypress, editorial de referencia especializada en libros de artistas, fundada hace 25 años por Elena Ochoa Foster.
Se trata, nada menos, de mostrar una historia exactamente paralela a la de la humanidad misma: la que representa el libro como "depositario del conocimiento, cimiento de la civilización y elemento que ha moldeado la vida, la representación y la transformación del territorio y de las ciudades", explica Luis Méndez, director general de Cultura y Patrimonio de la Hispalense, director del Cicus y comisario de la muestra junto al director del Secretariado de Patrimonio de la Universidad, Luis F. Martínez-Montiel.
Con un recorrido muy hilado que no deja nada al azar –"cada pieza lleva a la siguiente; está pensada para recrearse, para que deje un poso", dice Méndez–, Imago Mundi reúne casi 200 obras tanto antiguas como contemporáneas (libros, cuadros, esculturas, utensilios relacionados con la escritura o la navegación, mapas...). Alrededor de la mitad de las piezas pertenecen a la colección de la Hispalense, pues uno de los propósitos de la exposición es "mostrar su riquísimo patrimonio, no siempre de fácil acceso, y contextualizarlo para que se entienda en su justa medida el inmenso valor que tiene"; la otra mitad ha llegado a la sede del Cicus, prestadas por 36 museos e instituciones nacionales e internacionales, entre las que se encuentran el Monasterio de El Escorial, la Catedral de Sevilla, la Biblioteca Nacional, el Museo Reina Sofía, el Real Observatorio de la Armada de San Fernando, el MOMA de Nueva York, la Universidad de Stanford o la British Library.
Dividida en cuatro apartados, la exposición se abre con un jugoso prólogo, una estancia donde el visitante encontrará distintas representaciones de Babel –"el gran mito bíblico sobre la narración del lenguaje y de la arquitectura"– a cargo de Curro González, Guillermo Pérez Villalta o Athanasius Kircher, un incunable de Aristóteles del siglo XV, escritos de Séneca o el ejemplar de Imago mundi, el tratado de cosmografía, geografía y astronomía de Pierre d'Ailly (1350-1420), que perteneció a Cristóbal Colón, cuyas anotaciones se conservan en los márgenes.
En el primer apartado, La ciudad y los libros, destacan los ejemplares originales de tratados arquitectónicos de Vitrubio, Serlio, Paladio o Vignola, una primera edición de la Gramática de Elio Antonio de Nebrija, una gran colección de trampantojos o el índice de libros que conformaron la Biblioteca de San Acacio, la primera biblioteca pública que existió en Sevilla, creada por el arzobispo Gaspar de Molina en el siglo XVIII en el edificio que hoy es sede del Círculo de Labradores. En el segundo, La palabra revelada, los espectadores podrán contemplar una espectacular Torá del siglo XIX, un volumen de la Biblia del Oso de Casiodoro de Reina (la primera traducida al español, en 1622), cartas manuscritas y retratos de Santa Teresa de Jesús, el magnífico San Jerónimo de José de Ribera perteneciente a la Colegiata de Osuna o uno de los más valiosos tesoros bibliográficos de la colección de la Hispalense, uno de los 20 ejemplares que se conservan en todo el mundo de la Biblia de Gutenberg.
Bajo el elocuente título El control de la memoria. El naufragio del papel, el tercer bloque de la exposición viene a recordar una amarga verdad, como apunta Luis Méndez: que la humanidad "ha dedicado casi tanto tiempo a destruir libros como a hacerlos y custodiarlos". Lo recuerda una contundente obra contemporánea del chino Cai Guo-Quiang, Libro del peligro, cuyos dibujos están hechos con una mezcla de cola y pólvora que puede arder con los fósforos que el propio artista dispone en el lomo del volumen. Un recordatorio de la energía potencial que guardan dentro de sí los libros, algo que tantos regímenes a lo largo de la Historia han perseguido incansable y violentamente. De ello dan fe, en este mismo apartado de la exposición, los libros heridos de Anish Kapoor o los tiroteados de Idoia Zabaleta, la devastación de la biblioteca de Sarajevo fotografiada por Gervasio Sánchez, los ejemplares de enciclopedias y tratados científicos de Newton o Alfonso X con tachaduras de los censores o con páginas arrancadas, o la instalación de Joan Fontcuberta Fahrenheit 451, en la que el fotógrafo y artista catalán documentó la quema de 451 ejemplares de distintas ediciones del famoso libro de Ray Bradbury.
Este apartado reserva una última punzada de emoción en una vitrina: una pequeña muestra de la correspondencia personal que pudo conservarse del escritor y profesor Rafael de Cózar, que falleció en diciembre de 2014 en un incendio en su su casa de Bormujos, tratando de salvar su biblioteca de las llamas; un último y trágico gesto quijotesco, como sugiere la primera edición del Amadís de Gaula –la novela que lanzó al hidalgo Alonso Quijano a los caminos para desfacer entuertos– que puede observarse junto a esas cartas con sus bordes mordidos y ennegrecidos.
El viaje de los libros, cuarto y último apartado, está dedicado a representar cómo los libros han ampliado el conocimiento del mundo, tanto geográfico como desde el punto de vista del conocimiento. Una edición manuscrita de Los viajes de Marco Polo del siglo XV, diarios de navegación del siglo de los siglos XVII y XVIII, un diccionario de mandarín del Archivo de Indias, dos bellísimos globos terráqueo y celeste del siglo XVIII y 1840 respectivamente que han sido restaurados para la ocasión, o una impresionante obra maestra de la imprenta del siglo XVI, el tratado de Petros Apianus Astronomicum caesareum, forman parte de este tramo final. En él se recoge, cómo no, otro tipo de viaje ligado a los libros: el interior. Así lo muestra Detritus (2006), la maleta con páginas de revistas, dibujos, fotografías, cartas y notas de Francis Bacon, una "metáfora del viaje" que es toda vida. La exposición se cierra, no en vano, con unos versos de PabloGarcía Baena –"Y la mañana al sol, junto a la barca / leer el mismo libro de mis días"– y un ladrillo hallado en Itálica y conservado en el Museo Arqueológico Nacional donde alguien, hace tantos siglos, dejó grabados los tres primeros versos de la Eneida.
La exposición se acompañará de una serie de conferencias de Edward Wilson Lee, Nuccio Ordine, Aurora Luque, Alberto Manguel o Marta Sanz, un homenaje a Rafael de Cózar a cargo de Jesús Vigorra, Arturo Pérez-Reverte y Juan Eslava Galán, proyecciones de películas y, como cierre, el 2 de marzo de 2022, una representación en concierto de la ópera de Henry Purcell Dido y Eneas a cargo de la Orquesta Barroca de Sevilla. Las fechas y el programa completo de actividades puede consultarse en la web del Cicus.
También te puede interesar
Lo último
La ventana
Luis Carlos Peris
Sicab sigue pudiendo con el tiempo
Tribuna Económica
Carmen Pérez
Un bitcoin institucionalizado
El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
No hay comentarios