Humano humor para resistir

Hiperión publica una selección de los relatos del coreano Ionam Park Ji-won, un autor que desde la crítica y la risa consiguió crear escuela.

Ionam Park Ji-won (1737-1805), un clásico de las letras coreanas.
Ionam Park Ji-won (1737-1805), un clásico de las letras coreanas.
M. Ángeles Robles

24 de abril 2016 - 05:00

RELATOS. Ionam Park Ji-Won. Edición y traducción de Lee Hyekyung Mercedes. Hiperión. Madrid, 2016. 152 páginas. 15 euros.

Ionam Park Ji-won (1737-1805) es uno de los autores clásicos más representativos de las letras coreanas y con esta taxativa aseveración se tiene que conformar el lector desprevenido porque son muy escasas las referencias previas que podemos encontrar sobre su obra. Hiperión lo rescata para el lector español con una edición que incide en el carácter de documento extraordinario de esta colección de cuentos escogidos que suponen para la mayoría un primer acercamiento a la literatura clásica de Corea. Enfrentarse a estos textos supone, por tanto, un auto de fe que enseguida queda refrendado por la sutil ingeniería social y literaria que se esconde tras ellos.

Ionam Park Ji-won comenzó a escribir cuando todavía era un adolescente, y a este menester dedicó la mayor parte de su vida. Fue para él la escritura un arma reflexiva y crítica con la que puso en tela de juicio la sociedad de su época, dominada férreamente por los preceptos del confucianismo. Esto suponía la obediencia ciega a la autoridad, el sometimiento a las reglas que regulaban las relaciones sociales, la vida en una cárcel moral de la que era sumamente complicado escapar. En este contexto, el abuso de poder y el atajo de todo conato de individualidad estaban servidos.

Leyendo sus relatos, pronto comprendemos que para él escribir era una sutil manera de enfrentarse a esta sociedad de convenciones asfixiantes. Su escritura está forjada desde el compromiso, desde la voluntad de transformación. Frente a las convenciones literarias de su época, desarrolló una literatura realista en la que tenían cabida personajes de las más diversas esferas sociales. Y lo hizo con respeto y sentido del humor, cuestionándose el papel que a cada uno de estos personajes les ha tocado vivir. Es precisamente el humor, el distanciamiento satírico de lo que cuenta, una de las principales características de su literatura y, como advierte la traductora y editora del volumen, Lee Hyekyung Mercedes, en la introducción, "el reírse del mundo constituía un método" para "la crítica de un orden social que le impedía la felicidad". Su forma de escribir y de afrontar el hecho literario supuso una verdadera revolución en su época y consiguió crear escuela.

Los diez relatos integrados en esta recopilación dan buena cuenta de todo esto. El lector encontrará una serie de historias, en muchos casos apenas esbozadas, en las que el autor cuestiona los roles tradicionales, en los que se critica el papel de la aristocracia acomodada en sus prebendas, en los que se recrea la forma de vivir de una serie de personajes olvidados que han optado por apartarse del camino recto para ser dueños de sus propias vidas. No son, sin embargo, héroes dispuestos a enfrentarse al poder. Su "batalla" es silenciosa, hecha de pequeños gestos que terminan siendo contundentes ejemplos de otra forma de enfrentarse al destino impuesto.

Así ocurre con el protagonista del primero de estos relatos, La historia de Joseng, el hidalgo Heo, una suerte de personaje quijotesco, noble paupérrimo que se dedica a pasar el día leyendo en su humilde choza. Este simpático y descreído hidalgo es capaz de mostrar el mayor de los ingenios para hacerse rico cuando es impelido por su esposa a hacer lo que debe -trabajar-, aunque no tiene inconveniente en volver a su quehacer preferido una vez ha conseguido demostrar de lo que es capaz. Este relato representa de algún modo el paradigma de esa nueva forma de hacer literatura que representa Ji-won. Como explica Lee Hyekyung Mercedes, se trata un "humanismo forjado en la resistencia ante la injusticia".

Aún así, el autor reconoce la pervivencia de ciertos valores tradicionales inherentes a la antigua aristocracia que ha perdido su poder social y económico, lapidada por el ascenso de una clase de nuevos ricos comerciantes. Nos lo cuenta con mucho sentido del humor y una pizca de ironía en el relato Historia de un aristócrata. Son sin embargo los personajes humildes o, de alguna manera, desposeídos los mejor recreados. La simpatía del autor hacia ellos no deja lugar a dudas.

Puede que el lector occidental esté desacostumbrado a la estructura que mantienen algunos de estos relatos, en los que se incluyen historias ejemplares antes de abordar el tema central (Historia del negociante de caballos). Tal vez también se impaciente un poco ante las múltiples alusiones a personajes históricos de la tradición china que sirven para ilustrar, a modo de comparación, las venturas y desventuras de algunos personajes. Pero merece la pena recrearse en las aventuras del joven Guangmun, encontrarse con tipos tan sorprendentes como el extravagante anciano Min o conmoverse con la fiel señora Park de Jiam-iang.

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