Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Málaga/La aparición en el mercado español el año pasado de Satin Island, la última novela de Tom McCarthy (Londres, 1969), de la mano de la editorial malagueña Pálido Fuego y con traducción del responsable del mismo sello, José Luis Amores, llegó a tener efectos próximos a la catarsis; tanto, que hasta Enrique Vila Matas reclamó el Premio Cervantes para McCarthy, al considerarlo un autor de verdadera índole cervantina, mucho más allá de la disparidad idiomática. La edición original de Satin Island había aparecido el año antes en el Reino Unido y se había colado entre los finalistas del Man Booker Prize, pero quedó claro que los lectores en lengua española que querían seguir viajando en el personalísimo mundo de Tom McCarthy eran legión.
El presunto contaba con otras tres novelas publicadas anteriormente (así como el ensayo Tintín y el secreto de la literatura y la colección de artículos literarios Typewriters, Bombs, Jellyfish), de modo que era sólo cuestión de tiempo. Dicho y hecho: el próximo día 22 llegará a las librerías españolas también en el sello Pálido Fuego Hombres en el espacio, novela publicada originalmente en 2007 como Men in Space y traducida también por José Luis Amores. Los mismos lectores tendrán de este modo la oportunidad de conocer de primera mano la obra que convirtió a Tom McCarthy en el escritor imprescindible que es hoy (su segundo título tras Residuos), en la que ya dejó bien demostrada su capacidad de aunar precisión analítica y una endiablada habilidad para crear tejidos narrativos absorbentes, entre el gusto por la mayor tradición del relato de aventuras y un humor insospechado marca de la casa.
Hombres en el espacio se sitúa en el corazón de Europa y en el paisaje inmediatamente posterior a la caída del Muro de Berlín. El territorio escogido por el escritor nacido en Londres en 1969 es la Checoslovaquia de 1993, justo en el momento en que, culminados los efectos de la Revolución de Terciopelo de 1989, el país se escinde en las actuales Repúblicas Checa y Eslovaca.
Es en ese contexto histórico donde la mafia búlgara instalada en Praga encarga a un pintor de la ciudad la copia falsificada de un valioso icono religioso apócrifo. Las diversas desventuras urdidas en torno a la pintura, narradas desde los distintos puntos de vista de los personajes, componen un caleidoscopio ácido y en ocasiones un tanto surrealista a modo de retrato de un mundo que se dispone a cambiar en una dirección desconocida. Con su título sacado en consecuencia de la ciencia-ficción, Hombres en el espacio describe la mescolanza de ilusión y temor que sacude toda transición desde una dictadura a la democracia, pero, más aún, también la sospecha de que el nuevo régimen de libertades no será todo lo bueno que promete ser. Mención aparte merece la consignación de una pintura falsificada como protagonista de la trama: McCarthy, que también es artista, con una nada desdeñable trayectoria de exposiciones en Europa y Norteamérica, y con especial querencia a las instalaciones multimedia, reflexiona en su novela sobre el arte como ejercicio transformador del ser humano y como reflejo de la actividad con la que el mismo ocupa y modifica su hábitat. Todo servido para el mayor gozo del lector, subido a lomos de su particular Rocinante.
The New Yorker definió en su momento a Tom McCarthy (Hombres en el espacio se publicó en Estados Unidos hace cinco años) como "un escritor experto y atrevido, capaz de disponer con habilidad todas estas dispares voces en una sinfonía emocionante y satisfactoria". Seguramente no tiene la literatura británica del presente muchos más ases de la generación de Tom McCarthy de los que presumir. Ahora, felizmente, el escritor vuelve a ser de los nuestros.
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