Historias minúsculas con mayúsculas
Su etapa como periodista en Lisboa marcaría el núcleo de su obra como novelista
José Saramago nunca se consideró un periodista, pero antes de convertirse en escritor se ganó la vida y los lectores publicando crónicas costumbristas para el diario A Capital y el semanario Jornal do Fundao, que están recopiladas en los libros De este mundo y el otro y Las maletas del viajero.
Entre 1968 y 1972, el entonces periodista lisboeta nos descubre, asombrado, que todas las vidas son extraordinarias, y que detrás de todas hay una hermosa y terrible historia digna de ser contada para que podamos comprender mejor el mundo en que vivimos.
Su material es la vida que pasa por delante de sus ojos, incluso la que pretende pasar por detrás de ellos, de puntillas, para que no la vean. Siempre está listo para ver el lado oculto de las cosas con una mirada ingenua, libre de prejuicios, dispuesta a dejarse sorprender para así poder comprender mejor.
Porque Saramago no da nada por sentado, lo cuestiona todo: por qué van a ser las cosas como parecen, por qué va a ser el mundo como nos ha sido contado, por qué las cosas no se pueden explicar de otra manera, por qué las mentiras parecen verdades y hay verdades que son tenidas por mentiras.
Sostiene Horacio Costa, en su tesis leída en la Universidad de Yale, José Saramago en el periodo formativo, que en estas crónicas periodísticas está el núcleo de lo que será su obra novelística posterior. En las crónicas está el homenaje a su abuelo Jerónimo, el hombre más sabio que conoció en su vida, a pesar de que no sabía leer ni escribir. El hombre que, noche tras noche, mientras el sueño vencía al niño, tejió la memoria de su nieto con historias, leyendas y peripecias de su aldea. El viejo que poco antes de su muerte se despedirá de los árboles del huerto abrazándose a sus troncos.
Y también está la carta a su abuela Josefa, que nunca se preocupó por saber qué es el mundo y que cuando llegó al final de su vida, dura, inhóspita y pobre, exclamó, sin embargo: "el mundo es tan bonito y me da tanta pena morir!". Y José, su nieto, no entiende por qué lo dice.
Fue entonces, a finales de los sesenta, al escribir por primera vez sobre sus abuelos, cuando Saramago tuvo conciencia de que los estaba transformando en personajes literarios y así lo contó en su discurso de aceptación del Nobel. Aunque lo único que pretendía entonces era registrar y reconstruir instantes de la vida de sus abuelos para explicar el material del que él había sido hecho, estaba haciendo algo más.
"Estaba -estas fueron sus palabras ante la Academia Sueca- trazando el camino por donde los personajes que habría de inventar, los otros, los efectivamente literarios (...) acabarían haciendo de mí la persona en que hoy me reconozco: creador de esos personajes y, al mismo tiempo, criatura de ellos". "En cierto sentido, se podría decir que letra a letra, palabra a palabra, página a página, libro a libro, he venido sucesivamente, implantando en el hombre que fui los personajes que creé", agregó. De forma que sus personajes son sus maestros y el autor es su aprendiz.
Además de estas crónicas costumbristas, las únicas traducidas al castellano, están sus apuntes políticos, aquellos que publica a partir de 1972 cuando es el editorialista del Diario de Noticias, y que están recogidos en las Crónicas políticas, en las que deja ya clara su posición ideológica.
Son comentarios audaces y críticos en el ocaso de la dictadura, muchos de los cuales no vieron la luz censurados con lápiz rojo, pero hoy los conocemos gracias al trabajo del profesor Gómez Aguilera que ha ordenado y reunido toda la obra de Saramago en su biografía cronológica La consistencia de los sueños.
También fue crítico literario de la revista Seara Nova y dirigió el suplemento literario del Diario de Noticias, de forma que tocó casi todas las teclas del periodismo, que abandonó tras ser despedido del Diario de Noticias, donde era director adjunto. Ahí nació el literato.
Pero ese es otro Saramago, el que ganó el Nobel y que en septiembre del 2008, nada más acabar El viaje del elefante y tras salir de una enfermedad que casi se lo lleva por delante, se convierte en bloguero por obra y gracia de su mujer y traductora Pilar del Río, que decidió reservarle, en la página de Internet de la Fundación Saramago un espacio para sus comentarios y reflexiones. Así es como Saramago, con la ilusión de un chiquillo a sus 86 años, escribió a diario durante más de un año una pequeña crónica sobre la actualidad.
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