La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La mejor foto del Rey no se ha hecho
Richard L. Kagan, catedrático de Historia de la Universidad John Hopkins de Baltimore y uno de los hispanistas más prestigiosos de la actualidad, inauguró ayer en la iglesia del Hospital de los Venerables la séptima edición de la Escuela de Barroco, dedicada este año a reflexionar sobre las múltiples maneras en que las ciudades fueron representadas en el arte barroco. Un tema que dialoga activamente con el de la exposición Ver Sevilla. Cinco miradas a través de cien estampas, que la Fundación Focus Abengoa, organizadora de este encuentro en el que colabora la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), mantendrá abierta hasta el próximo 8 de diciembre.
Bajo el título El poder de la imagen. Retratos de la ciudad barroca, el curso, dirigido en esta ocasión por el propio Kagan, reúne hasta este jueves a destacados historiadores, especialistas en arte, iconografía, imagen y arquitectura, entre ellos Víctor Pérez Escolano, Sussan Babaie, Fernando Marías, Alfonso Pleguezuelo, Ramón M. Serrera Contreras, Fernando Olmedo, Carlos Alberto González, Boudewijn Bakker, Jaime García Bernal, colaborador de este periódico, o Benito Navarrete, asesor científico del Centro Velázquez de la Fundación Focus Abengoa.
Apasionado de los retratos urbanos desde pequeño, Kagan tituló su intervención La torre ambulante: la Giralda a través del espacio y del tiempo, que comenzó con una disertación sobre cómo nobles y príncipes han usado siempre los retratos y los planos de las ciudades bajo su dominio para reflejar, "como espejos, su propio poder". Pero este uso, precisó el profesor estadounidense, empezó a cambiar en el Barroco. Nuevos matices convirtieron esta práctica antigua en un fenómeno mucho más complejo. Había retratos de ciudades que se encargaban como extensiones de los recuerdos personales de un viaje; retratos con "fines periodísticos", donde se plasmaban visitas de personajes relevantes, batallas, ceremonias religiosas o "acontecimientos siniestros" (incendios, erupciones de volcanes, motines o plagas de peste); y había también retratos que las autoridades locales encargaban como "propaganda" dirigida a sus propios habitantes e incluso como mensajes de responsabilidad a los propios gobernantes, como sucede en El buen Gobierno y el mal Gobierno, un mural de la ciudad italiana de Siena en el siglo XIV obra de Lorenzetti, que constituye un curioso antecedente de este tipo de imágenes.
Aunque los artistas no siempre han usado vistas globales de las ciudades. En muchas ocasiones, un lugar o un monumento se han convertido en símbolos de toda una realidad urbana. Es el caso de la Giralda, a cuyo "proceso de secularización" dedicó Kagan la segunda mitad de su exposición. El catedrático se interesó sobre todo por la disociación que se produjo a partir del siglo XIX entre la emblemática torre y el símbolo que fue durante siglos, un símbolo que hablaba de la "fe triunfante" -la cristiana- y que fue plasmado con este significado por decenas de artistas, desde Murillo a Goya.
Fueron los artistas extranjeros, al pintarla como manifestación de lo exótico, quienes empezaron a despojar la Giralda de simbolismo religioso, explicó. Y poco a poco, réplicas de este monumento empezaron a surgir en otros sitios del mundo, especialmente en Estados Unidos, aunque no sólo allí. Y lo que es más importante, precisó el profesor de la John Hopkins, alejadas ya de cualquier sentido "espiritual". Así pasó con la réplica obra de Stanford White, construida en 1890 en Nueva York, un edificio de usos recreativos (incluso para el propio arquitecto, que se reservó allí un apartamento como "picadero", según comentó jocosamente); con la copia que se levantó en 1903 en Coney Island, también en la Gran Manzana, en un parque de atracciones; con la fachada del nuevo Ayuntamiento de Manhattan, que incluía una especie de Giralda incrustada en su enorme fachada; con la Terminal Tower de Cleveland, construida en 1920, o con la Giralda Tower de Kansas City, erigida en la misma época. Todos estos edificios, recordó Kagan, albergaron o albergan tiendas, teatros, piscinas, centros comerciales... "Pero estas réplicas no son sólo cosa de los americanos locos", bromeó.
Hay casos en España, como la famosa Giralda de la localidad catalana de L'Arboc, construida en 1906 como recuerdo de una luna de miel en Sevilla y ahora salón de celebraciones; y la de Badajoz (1920), que acogió inicialmente unos grandes almacenes. Y fuera de ella, como la réplica gigantesca, contaminada de la monolítica arquitectura soviética, de Varsovia, que se levantó como sede del Palacio de la Cultura y la Ciencia de Polonia. Todos estos ejemplos, concluyó Kagan, demuestran en qué consiste "el verdadero poder de la imagen", esto es, en su capacidad de transformarse una y otra vez para adaptarse a significados, sentidos y usos diferentes.
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