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"La Historia negra gusta más que la verdad"

Lorenzo de Medici. Escritor

El autor, descendiente de la familia florentina, novela en 'Las cartas robadas' la relación de Rubens y María de Medicis

Lorenzo de Medici (Milán, 1951), durante la entrevista que le trajo la pasada semana a Sevilla.
Patricia Godino

13 de junio 2012 - 05:00

En 1621, la reina de Francia, María de Médicis (Florencia, 1575 - Colonia, 1642) solicitó al pintor flamenco Pedro Pablo Rubens dos series de cuadros alegóricos sobre su vida y la de su difunto esposo, Enrique IV. Fue un encargo monumental -21 cuadros de enorme formato y tres retratos de la reina para decorar la galería oeste del Palacio de Luxemburgo, que hoy se conservan en su mayoría en el Museo del Louvre- que fue a parar a manos de un desconocido en la Francia del postrenacimiento, una decisión que creó sorpresa y desconcierto en la corte de la época. Lorenzo de Medici (Milán, 1951), descendiente de la célebre familia florentina, recrea este episodio -que encuentra conexión con el presente en la labor de investigación sobre un oscuro asesinato que realizará una historiadora norteamericana- en Las cartas robadas (Espasa), su nuevo acercamiento a la ficción y al público femenino porque, confiesa, "representa el 75% de mis lectores". De Medici habla, en un más que notable castellano, sobre su obra, best-seller en varios países, y sobre una familia compleja y ambiciosa que puso en pie edificios de incalculable valor, como la bellísima Galería Uffizi.

-¿Existe una responsabilidad distinta cuando se novela a personajes históricos?

-Es una responsabilidad mayor, sí, y sobre todo tienes que demostrar que no tomas partido. Al lector le interesa un punto de vista desde dentro y mi familia es lo que mejor conozco. De cada uno de los Medici hay miles de publicaciones, pero son todas visiones desde fuera. La mía no me impide reconocer, por ejemplo, que María de Médicis era una tontona, de una inteligencia mediocre y que ejerció como regente de una manera desastrosa. Con todo -y eso es lo que pasan por alto otros autores- fue una mecenas, una amante de las artes. Contra todo pronóstico, apostó por Rubens cuando era un absoluto desconocido en Francia y a partir de su encargo, el flamenco será reclamado por otras cortes y empezará a ser conocido en todo el mundo.

-De hecho, las mujeres son las que llevan el peso de la narración en Las cartas robadas.

-Siempre he escrito novelas sobre las mujeres. Nunca doy el protagonismo a un hombre. La mujer da más juego y, además, es un guiño a las mujeres porque representan el 75% de mis lectores. Las mujeres prefieren leer sobre mujeres.

-O sea, tiene al lector -a la lectora- en su cabeza desde el comienzo.

-Hoy en día si quieres hacer una literatura... no me gusta la palabra comercial... Escribo para que se venda, no para gloria personal. Y para que se venda, un libro tiene que tener todos los ingredientes: un poco de enamoramiento, un poco de misterio, un poco de thriller, mucha acción... Lo importante es que un lector tenga ganas de leer desde el primer capítulo. No puedes escribir una novela sólo pensando en ti mismo y en lo que te gusta. No es posible.

-El misterio, la intriga, esos ingredientes de los que habla, tienen mucho que ver con los Medici.

-Se ha dicho que los Medici eran envenenadores, que iban con el puñal... Es totalmente falso. Los Medici son una familia de pequeños burgueses, que en el 1200 se establece en Florencia y poco a poco se transforma en comerciantes de lana, en banqueros, en duque, en gran duque, en jefe de Estado. Ese camino ascendente no se hace sin crearte muchos enemigos. Durante su poder sobre Florencia, que duró 400 años, que no es poco, los Medici se cuidaron de apartar de su camino a todas las grandes familias, a toda la aristocracia que ha respondido contando habladurías sin fundamento a lo largo de la historia. La historia negra siempre gusta más que la verdad. No digo que somos inocentes de todo. Hay que retrotraerse a los tiempos. Nosotros no somos ni de lejos los Borgia. Los Medici, entre comillas, hemos adquirido cierta respetabilidad porque hemos entroncando con las casas reales de toda Europa y hemos tenido tres Papas -León X, Clemente VII y León XI- y cuarenta cardenales. Es muy fácil decir que es una familia de asesinos y envenenadores.

-¿Que ha querido destacar de la personalidad de Rubens?

-La relación de amistad con María de Médicis existió. En el exilio, en plena decadencia, la reina murió en la casa del pintor, no en cualquier palacio. He querido descubrir un Rubens humano, un poco inocente, que se deja embaucar por la reina y que a la vez guarda lealtad a la infanta Eugenia, gobernadora de los Países Bajos e hija de Felipe II.

-La novela histórica, ¿educa?

-Mi anterior novela, El secreto de Sofonisba, está protagonizada por Sofonisba Anguissola, una pintora extremadamente conocida en el Renacimiento, que pintó a toda la corte de la época y que hoy no conoce nadie. El famoso retrato de Felipe II -vestido de negro- se han atribuido a otros autores, hombres, porque las mujeres no podían figurar. Ella fue la primera que rompió con la rigidez del retrato de corte. Ése es mi granito de arena: rescatar episidios, personajes...

-Por eso es importante el rigor, la documentación.

-Hay que ser extremadamente riguroso, no se puede lanzar información sin más, porque mucha gente cree que todo lo que lee y está por escrito es agua santa, y no siempre es así. Hoy en día, en términos editoriales, la novela histórica representa el 65% de las ventas, el 29% novela negra y el resto, otras cosas. La novela histórica tiene un impacto extraordinario.

-Habrá quien piense que usa la misma fórmula que el Código da Vinci de Dan Brown. Con el misterio de fondo y un enigma en el presente, allí con la obra de Leonardo da Vinci, aquí con la de Rubens.

-Si uno lee las primeras diez páginas sabe que no es eso. El misterio -las cartas robadas a las que alude el título- no son lo más importante de la novela.

-Tiene un castellano muy bueno, pero no escribe directamente en esta lengua, ¿no?

-Hablo seis idiomas. Escribo en italiano, cuento en francés y sueño en español. Y cuando me enfado, me enfado en alemán.

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