Historia de una farruca de oro

Juan Vergillos

18 de abril 2011 - 05:00

Cante: Rocío Márquez. Guitarra: Guillermo Guillem. Percusión: Jorge Pérez. Lugar: Pasaje Mallol. Fecha: Domingo, 17 de abril. Aforo: Lleno.

La farruca de oro es una mezcla de Manuel Torre y la milonga. De tran tran y Pepa de Oro, que se trajo unos sones de América que nacieron anoche en el Pasaje Mallol. Rocío Márquez y Guillermo Guillem la compusieron inspirándose en aquellas "creaciones personales" de los cantaores de la línea clara de lo jondo que los hace gozar: Valderrama, Marchena, Pinto, Vallejo ... Egregia representante de esta veta clara y áurea, Márquez convierte en oro lo que toca porque la farruca crece desde el pasado y se encarna en los aires de esta noche, de esta madrugada: de la desolación al anhelo, de la felicidad de estar vivo o recordar y escribir tu nombre. Es una cosa nueva, distinta, que se sustenta en una corriente telúrica y con un guiño a Piazzolla, creo. Eso sí, la soleá trianera, inspirada también en Valderrama, desmintiendo a los que aseguraban que el de Torredelcampo no tenía tratos con el compás, fue oro puro. Lágrima, que es lo que esperamos de la soleá: llorarnos en soleá para seguir viviéndonos. O los fandangos: sí, desolación y ganas de seguir adelante, volar, como águila imperial, inspirándose, esta vez, en El Carbonerillo. La felicidad que trasmite esta cantaora viene de la pulcritud de su timbre, de una dicción exacta, de su dominio melismático que dejó fuera de toda duda evocando las épicas noches de La Unión por mineras. Eso, la sensualidad, el almíbar, tiene su necesario complemento, encuentra su verdad en el chorro de vida que le recorre la columna vertebral hasta la garganta cuando se alza por fandangos. Y todo esto con la pulcritud, la elegancia, el buen hacer de su puesta en escena. O sea, que el día que salga el animal que lleva dentro (que se asomó en algunos pasajes de los fandangos) va a asombrar a propios y extraños.

Guillermo Guillem ofreció apoyo y regazo a la creatividad de la voz, la solidez de una casa encendida a la vuelta de la noche afuera, seguro. Lírico, introspectivo, discreto.

La percusión de Jorge Pérez o el arte de multiplicar el compás como en un rezo.

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