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Historia de un derrumbe moral

Braulio Ortiz Poole presenta su nueva novela, 'La fórmula Miralbes', donde narra el doloroso crepúsculo de una superestrella literaria

Concha Fernández y Braulio Ortiz Poole, ayer durante la presentación de la novela en la Pérgola de la Feria del Libro.
Francisco Camero Sevilla

05 de mayo 2016 - 05:00

"Supongo que todos podemos conocer a alguien a quien en estos años le hemos visto actitudes sorprendentes", dice Braulio Ortiz Poole (Sevilla, 1974), periodista cultural, compañero en estas mismas páginas y escritor que después de un extraordinario y prolongado ciclo poético -el compuesto por Defensa del pirómano, Hombre sin descendencia y el más reciente Cuarentena- regresa ahora a la narrativa. "Gente haciendo maniobras raras en el trabajo -continúa-, o que no duda en poner una zancadilla a quien tiene al lado... A mí me pasó con una persona conocida. Y me desconcertó mucho. No paraba de preguntarme si de verdad era consciente de lo que estaba haciendo".

De esa extrañeza fermentada en las aguas negras y turbias de la crisis, y de la convicción de que es necesario "recuperar una mirada moral sobre los acontecimientos que nos rodean", nació La fórmula Miralbes, la novela que acaba de publicar en el sello Caballo de Troya (Penguin Random House) y que presentó ayer en la Feria del Libro, acompañado por la catedrática de Literatura y hasta hace poco directora del Cicus Concha Fernández, que definió la obra como "el relato de una destrucción, pero elaborado con ternura e incluso con comprensión".

La novela, en efecto, cuenta un estrepitoso hundimiento personal y profesional. El de Silvia Miralbes, un personaje que el autor concibió hace varios años para otro libro que finalmente no remató, y al que quiso recuperar por el cariño que desde entonces le guardaba. Miralbes es una superventas, una autora que empezó escribiendo una literatura exigente, prácticamente experimental, pero que no tardó en asumir que el dinero no estaba ahí sino en el tipo de dramas trillados y complacientes con el público que éste estaba dispuesto a comprar religiosa y masivamente. Rica, convertida en una celebridad social y ya anciana, cuando todo es éxito y placidez, la escritora es acusada de plagio, y cuando el escándalo estalle y crezca y se desborde, ella no tardará en comprobar que "todo el mundo quería verla hundida".

Ortiz Poole cuenta la historia de este declive -los propios editores hablan de Miralbes como una especie de Gloria Swanson, la inolvidable protagonista de El crepúsculo de los dioses, la película de Billy Wilder- con una estructura y una estética que Concha Fernández calificó como "de falso documental". "Decidí contarla así, en forma de noticias sobre ella y de testimonios de las personas de su entorno o que la conocen, la historia lo demandaba. Necesitaba alejarme de ella precisamente para no soltar un sermón, porque no hay nada más terrible y más ajeno a la literatura que un sermón", explicó el autor. "Además", añadió, "yo quería que la historia tuviera hondura y una dimensión reflexiva, pero también que fuera dinámica y se leyera con una sensación de levedad, y contarlo con esa estructura me permitía hacer capítulos cortos, con ritmo".

En el "ascenso y descenso ambos muy rápidos y hechos de pequeñas o grandes traiciones" que representa Silvia Miralbes, así como en el "éxito fácil" al que se entrega sin vacilar y en el proceso de "frivolización de la cultura" del que ella como emperatriz del best-seller vacuo no es una pieza menor, Fernández encontró "un símbolo de rabiosa actualidad". Ortiz Poole no renuncia a esa lectura en clave colectiva y apegada a la realidad española inmediata, pero advirtió también de que esa mirada moral de la que habló al principio es, en todo caso, "una moral en interrogante", es decir, una mirada que deja espacio para la duda y sobre todo para el "juicio sereno".

"Más que de la sociedad que acaba condenándola, Miralbes es víctima de las expectativas, como todos nosotros por otro lado, y del clima de permisividad que ha llevado a esta situación", dijo el autor, cuyos personajes, todos, se arrepienten de haber tomado "un camino equivocado". Pero no se trataba de demolerlos, aclaró Ortiz Poole, que de hecho optó por aplicar sobre ellos una mirada compasiva. "Hoy hay a nuestro alrededor demasiada celebración de la ceniza -concluyó-, y yo prefería buscar todo lo humano que todavía ardía dentro de ellos".

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