Helios Gómez, el artista al que los sevillanos deberían conocer
Arte
La Bienal dedica una exposición en el Espacio Santa Clara a este creador singular y contradictorio, activista que vivió en una continua diáspora y que reivindicó con orgullo el ser gitano
Entre los escenarios de la ciudad que conocieron un tiempo de esplendor y hoy sólo son espectros del pasado se encuentra el Kursaal, un local abierto en 1914 que se ubicaba entre las calles O’Donnell y Sierpes, "una especie de ateneo, casino obrero y sala de fiestas", "epicentro de la modernidad sevillana", punto de encuentro de anarquistas, flamencos y ultraístas, donde actuaron Ramón Montoya o Manuel Torres y donde se debatieron detalles de las míticas revistas Grecia y Mediodía.
Allí arranca la historia de Helios Gómez (Sevilla, 1905-Barcelona, 1957), un artista hijo de las vanguardias y de lo impredecible, enredado en una diáspora constante, poeta y activista, trianero y gitano, y en el Kursaal también comienza la exposición que le dedica la Bienal de Flamenco en el Espacio Santa Clara, Helios Gómez. El sol desaparecido, que puede verse hasta el 27 de noviembre.
La muestra, comisariada por Pedro G. Romero y compuesta por más de 500 piezas de arte gráfico, pinturas, carteles y recortes de la prensa obrera en la que participó, repasa la evolución de este autor en permanente diálogo con su tiempo –"cercano al ultraísmo al principio, dadá-constructivista después y productivista hasta el final de la Guerra Civil, de la que sale agarrado al sobrerrealismo"– y pretende saldar la deuda que con Gómez tiene su ciudad natal. "El título de El sol desaparecido es por un libro en el que trabaja junto a Rafael Laffón, pero también es un juego de palabras con su nombre, Helios, y alude a la injusticia de que un chaval de Triana hiciera todo lo que hizo y no tenga hoy un hueco en la memoria de Sevilla", lamenta Romero, que cuenta que hasta la hija de Rafael Laffón desconocía la amistad que unió a dos tipos en las antípodas, una de las muchas contradicciones y sorpresas que reserva la biografía de Helios Gómez. "La hija me decía: ‘¿Mi padre, que era un hombre de orden, tan amigo de un pistolero?’ Pero la verdad es que Laffón lo ayuda mucho cuando tiene que exiliarse, él le pide a los intelectuales progres belgas que le echen un cable", señala el especialista.
La bruma que emborrona la figura fascinante de Helios Gómez quizás se deba a su condición de libertario, que le impide esa reputación impoluta que se le pide a los hombres para ser héroes. Sus pasos van paralelos a un tiempo marcado por las revueltas, y su posicionamiento abraza en distintas etapas el anarquismo y el comunismo, movimientos con los que tiene discrepancias y desencuentros. Cuando joven, descubre la obra del flamenco Frans Masereel, cuya influencia volcará en la revista Páginas Libres, mientras empieza a desafiar a la autoridad: es acusado de una compraventa de pistolas, detenido por el intento de asalto de la cárcel del Pópulo; más tarde, en la Guerra Civil, protagoniza un extraño episodio en el que se le acusa de matar a un capitán de su propio bando. En poco más de medio siglo de vida, el sevillano es entre otros cargos director del Sindicato de Dibujantes Profesionales y se involucra en iniciativas como el Congreso Internacional de Artistas Proletarios y la conmemoración de la Revolución de Octubre en Leningrado. Gómez pagará su disidencia con diferentes estancias de prisión, también en campos de concentración de Francia y Argelia.
En lo artístico, su obra también acaba inevitablemente teñida por su compromiso. Con álbumes y series como Días de ira, una novela gráfica sobre las luchas que se suceden desde la dictadura de Primo de Rivera hasta la proclamación de la República, o ¡Viva Octubre!, carpeta en la que su maestría en el encuadre y la puesta en escena remite al cine de Eisenstein, muestran la evolución de un autor que se va alejando de los presupuestos del realismo soviético pero que siempre creyó en el arte como un acto de generosidad, como una alegoría que interpelaba a todos y donde conceptos como el copyright y la autoría no eran tan importantes. "En realidad, los álbumes de estampas de Helios Gómez son catálogos, repertorios gráficos para que los militantes de todo el mundo puedan usar libremente sus imágenes", se lee en las notas de la exposición sobre este abanderado del agit prop, la propaganda de agitación.
El sol desaparecido reconstruye también las últimas etapas en la carrera de Gómez, cuando en la posguerra protagoniza una exposición en la sala Arnaiz en la que recurre a un erotismo suave con posibilidades comerciales, "cuadros que hace para ver si vende". En esos años vuelve a sus orígenes con una estética agroandaluza, que para Pedro G. Romero convierte al artista en un pionero del "andalucismo que surgirá a partir de los 60". La muestra se cierra con imágenes de la célebre Capilla gitana que pintó en la Cárcel Modelo de Barcelona y en la que cambió los angelitos negros de Machín por querubines gitanos. "Helios", para el comisario de la exposición, "es el primero que toma conciencia de que ser gitano es ante todo tomar una postura política".
También te puede interesar
Lo último