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Guillermo Pérez | Músico
EROS & SUBTILITAS. Capricci, Madrigale e Danzi in Dialogo
Obras de Vincenzo Ruffo, Philippe Verdelot, Jacques Arcadelt, Jhan Gero, Domenico Ferrabosco, Clément Janequin y del Manuscrito del Castell'Arquato
Tasto Solo
Anne-Kathryn Olsen, soprano; Riccardo Pisani, barítono; Bertrand Cuiller, clave renacentista; Bérengère Sardin, arpa renacentista; Pau Marcos, viola bastarda; Bor Zuljan, laúd renacentista; Guillermo Pérez, organetto y dirección
Alia Vox
Guillermo Pérez (Barcelona, 1980) es el fundador y director de uno de los conjuntos más singulares del panorama europeo de la música antigua, Tasto Solo, que acaba de publicar un CD en torno a los Caprichos del compositor veronés Vincenzo Ruffo (c.1510-1587) que incluye también música de algunos de sus contemporáneos.
–Han pasado seis años de su anterior disco, ¿por qué ahora este repertorio?
–Desde hace al menos una década he trabajado cada vez repertorios más tardíos de forma bastante natural. Me dedico sobre todo al medievo, a la música del siglo XIV, pero siempre con la mirada puesta en ver cómo fue evolucionando la música y eso me llevó a trabajar mucho con música del siglo XV, trabajo que aún continúo, y eso me llevó también al XVI, ya con el disco de música inglesa, pero la música italiana también rondaba por la cabeza; había hecho y trabajado diferentes cosas, en concreto los Caprichos de Ruffo. En los últimos años hemos estado en residencia en un castillo renacentista y eso me dio pie a desarrollar un trabajo de investigación en torno a la música renacentista. Como en los proyectos anteriores ha sido una suma de cosas que ha llevado a crear un programa que ha terminado en el disco.
–Y mete su organetto…
–Meto mi organetto, sí. Lo mismo que hoy usamos instrumentos antiguos para cosas que no sean necesariamente música antigua. Es normal que un instrumento que tuvo una tradición tan importante y que aún está claramente documentada a finales del siglo XV y principios del XVI se pueda utilizar, aun esporádicamente. Obviamente en este disco el organetto no es esencial, pero sí participa en momentos y les aporta destellos, matices algo más arcaicos en repertorios que mezclan cosas antiguas con modernas. Además, es mi instrumento y tenía muchas ganas de utilizarlo en un repertorio así, aunque esté un poco en el límite cronológico. Me parece importante musicalmente, pero también como reflexión en el panorama de la música antigua en el que ves absolutamente de todo. Me parecía que tanto desde el punto de vista musical como histórico su empleo tiene todo el sentido.
–Estos Caprichos son anteriores al Ruffo al servicio de la Contrarreforma y Carlos Borromeo. En buena medida, responden a la idea de pasar el contrapunto renacentista a los instrumentos, ¿no?
–Totalmente. Es una obra muy particular de todos modos, forma parte de ese tipo de composiciones que se salen de la norma. Se pueden entender desde el punto de vista del contrapunto italiano e incluso desde un punto de vista didáctico, había obras de contrapunto que se utilizaban para aprender a cantar. Pero no deja de ser una obra única dentro del mismo repertorio de Ruffo, que es inmenso. Esta colección de pequeñas piezas no tiene nada que ver con el resto de su obra ni con las de su época. Me parecen piezas inspiradísimas. Me parecía interesante ponerlas en diálogo con otro repertorio instrumental del tiempo y con repertorio vocal.
–Emplea un par de cantantes solistas y un conjunto instrumental, ¿por qué esta formación?
–Más que dos cantantes solistas, se trata de un conjunto con voces e instrumentos. Cantar y tocar en el Renacimiento era algo que muchos músicos hacían simultáneamente. El conjunto se apoya en un grupo de instrumentos de cuerda (clave, arpa, laúd…), hay mucha sonoridad de cuerda, muy afín a las sonoridades de la época, pero que ha sido también una elección personal. Cuando compongo un disco o un programa concreto me gusta que tenga una personalidad sonora. Eso ha guiado la parte instrumental. Y la idea de las voces es que se fueran uniendo a los instrumentos, guiados por la práctica renacentista, que era coger polifonía y arreglarla para poder interpretarla en diferentes formatos con todas las voces cantadas, tocadas o mezcladas. Conservando un tamaño de grupo de cámara, decidimos usar una voz aguda y una grave en los extremos de la polifonía y acompañar eso con los instrumentos.
–En el fondo, eso recoge la tradición de la monodia medieval y adelanta la monodia acompañada barroca...
–Sí, pero es que esa era una práctica habitual del XVI, por ejemplo en los madrigales intabulados para tecla. La relación entre música práctica y repertorio escrito circulaba en todos los sentidos. Las cosas pueden ser de una manera u otra. Un proyecto fijado en disco es un destello de algo que pudo pasar, pero no es la única posibilidad.
–¿Qué papel ha jugado el concepto de glosa en su interpretación?
–Independientemente de que esté o no escrita, es un ingrediente esencial del Renacimiento, crucial en la música contrapuntística de la época. Es el elemento que permite desarrollar, comentar y enriquecer el contrapunto desde diferentes focos. Como en una glosa literaria, en la que hay un desarrollo del texto original, se puede entender como una reflexión, un comentario, y eso es un poco lo que hacemos. Por ejemplo, tomamos una voz sacada de un madrigal y a partir de ahí se desarrolla algo nuevo, comentando el original. O en las danzas hechas con variaciones a partir del tenor. Es elemento esencial de la música en su estado más vivo, más latiente. Es lo que da más belleza y pasión a todo este repertorio.
–¿Y el virtuosismo?
–Sin duda, va conectado, pero se tiene que entender en la forma en que el virtuosismo se entendía en la época. Se podía ser virtuoso glosando el original, pero también jugando con los ritmos. En los Caprichos de Ruffo hay que ser muy virtuoso porque exige una precisión rítmica de altísimo nivel, no son piezas ni siquiera fáciles de leer. Pero al mismo tiempo existe también el virtuosismo de ir más allá, porque no se trata sólo de interpretar un ritmo concreto, hay que entender cuál es el gesto musical que está detrás de ese ritmo e interpretarlo con toda la flexibilidad y la fluidez del discurso hablado, pero además teniendo en cuenta que se parte de un material muy exigente. Por otro lado, está el virtuosismo de hacer un repertorio de música de cámara escrito en contrapunto. Tocar en contrapunto en grupo es un ejercicio difícil, porque además de tocar tu línea tienes que estar atento a las otras voces para que el edificio de la obra pueda construirse. Si alguien falla en el grupo todo se viene abajo.
–¿El “Subtilitas” del título tiene que ver con el virtuosismo y con el Ars Subtilior?
–Tiene que ver sobre todo con la sutileza de las líneas que el grupo ha articulado para interpretar estos Caprichos que, desde el punto de vista rítmico y melódico, son muy particulares. El siglo XVI apuesta por una polifonía con más voces, pero eso hace pagar un precio a cada una de ellas, que tiene que ser más comedida. Y Ruffo hace lo contrario, escoge un formato a tres voces que está un poco fuera de moda, y gracias a eso puede que cada voz tenga una riqueza rítmica y una sutileza extraordinarias, y el paralelo con el Subtilior sí que tiene razón de ser, no sólo por el número de voces o la complejidad de los ritmos, sino también por la integración de melodías de una gran finura para componer con ellas una pieza polifónica.
–¿Cómo ha sido publicar en Alia Vox?
–Trabajo habitualmente con Jordi Savall. Coincidió justo que el día que acababa la grabación me iba a un concierto con él. Ahí nació todo. En un momento en que el mercado discográfico está complicado, a él le interesó el proyecto, y estamos encantados de que haya salido con su sello.
Eros & Subtilitas es el cuarto álbum desde la fundación en 2006 de Tasto Solo. El terreno natural del conjunto es la música para tecla de finales del medievo y por eso su primer álbum giró en torno a dos famosos manuscritos alemanes en los que se recoge música de Conrad Paumann, conocido como Meyster ob allen Mesytern (Maestro entre todos los maestros), que era el título de aquel CD, publicado en 2008. Hasta 2015 no apareció el segundo álbum del grupo, Le chant de l’échiquier, dedicado a música de los compositores flamencos nacidos justo en el cambio del siglo XIV al XV (Dufay y Binchois especialmente), tal y como se transmitió en el Buxheimer Orgelbuch, uno de los manuscritos del primer cedé. Era un ábum en el que se incorporaba ya la voz. Dos años después, el grupo sorprendía con Early Modern English Music, un trabajo en el que saltaba a la corte de Enrique VIII de Inglaterra. Los tres primeros cedés se publicaron en el sello belga Pasacaille. El cuarto, aparecido en Alia Vox, la marca de Jordi Savall, confirma ese salto de Tasto Solo al universo del Renacimiento, esta vez italiano.
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