El peculiar duelo de Greta García

Mi madre muerta | Crítica de danza

Greta García vestida de Elvis ante la muñeca realizada por Anna Jonsson.
Greta García vestida de Elvis ante la muñeca realizada por Anna Jonsson. / José Toro

La ficha

*** 'Mi madre muerta'. Concepto y creación: Greta&Anna. Escultura, espacio y vestuario: Anna Jonsson. Dramaturgia y asistencia de dirección: Alberto Cortés. Interpretación y coreografía: Greta García. Iluminación: Benito Jiménez. Escenografía: Julia Rodríguez. Música y espacio sonoro: Susana Hernández. Lugar: Teatro Central, Sala B. Fecha: Sábado 23 de enero. Aforo: El permitido.

Bailarina, actriz, contorsionista si se lo propone, payasa… Greta García, a pesar de su juventud, lleva ya bastantes años mostrando su frescura y su talento por los escenarios.

Nos hizo reír durante años con Laura Morales en la compañía Hermanas Gestring y nos sorprendió con su versatilidad desde La Nordika. Ahora se une a su propia madre, la artista plástica Anna Jonsson, para presentarnos en solitario –con la única ayuda de un mimo-servidor de escena sin rostro- un extraño espectáculo titulado Mi madre muerta.

En la pieza, bastante performática, la protagonista se enfrenta al duelo por la muerte de su madre, simbolizada mediante una enorme e inquietante muñeca de trapo de ojos azules, cosida a mano hace años por la propia Anna.

En su línea habitual, Greta llega corriendo, vestida de Elvis, a una especie de morgue donde, en una camilla, se encuentra el cuerpo de la madre. Allí, como en una especie de Cinco horas con Mario ‘a la Greta’, la joven va a comenzar un diálogo, verbal –lleno de imprecaciones en una lengua extraña- y físico, en el que no faltarán las regresiones a la infancia y la búsqueda del seno materno y protector.

Una pieza en nuestra opinión aún por desarrollar con ayuda de una dramaturgia y una dirección de escena ya que una madre, como sabemos, da para mucho más.

Y no es que el trabajo carezca de atractivo, o que necesite más danza o más manipulación de la muñeca, es que da la sensación de que todo se queda a mitad de camino, desde el humor –que nunca hace explotar- hasta el canibalismo, pasando por la ternura y por una imagen que podría ser poderosísima por su simbolismo universal y que casi pasa desapercibida: el deseo –aquí cumplido- de regresar al útero materno.

Sí, seguro que a Mi madre muerta le queda aún mucho que contar.

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