Los García, un canto entre generaciones
Andrés Moreno Mengíbar publica la primera monografía dedicada a la inaudita saga de cantantes y docentes fundada en el siglo XIX por el tenor sevillano Manuel García
Sevilla/"El fundador de la saga es un personaje de novela", dice Andrés Moreno Mengíbar sobre Manuel García. El mismo, sí, que da nombre a la sala del Teatro de la Maestranza donde se celebran conciertos de cámara, recitales, óperas de pequeño formato. Un hombre durante largo tiempo olvidado por su propia ciudad, Sevilla, y cuya figura, en los últimos años, ha vuelto a emerger con fuerza en parte gracias al empeño de historiadores y estudiosos que, como Moreno Mengíbar, doctor en Historia y crítico de música de Diario de Sevilla, han reivindicado su legado. En el que se cuenta, en efecto, el comienzo de una tradición familiar sin precedentes en la historia de la música clásica y de gran influencia en la ópera y el canto durante los siglos XIX y XX.
"A los 16 años -cuenta, para demostrar que no le falta razón- abandona a su familia para dedicarse al teatro en Cádiz, rapta allí a su novia para casarse con ella, luego la abandona en Madrid por otra cantante con la que se lanza a la aventura en París y luego en Italia, donde triunfa como uno de los mejores tenores europeos. Por cantar El barbero de Sevilla cobró el doble que Rossini por componerla. Forma una compañía lírica para llevar la primera temporada de ópera a Nueva York, es asaltado en México por unos bandidos que le perdonan la vida tras escucharle cantar acompañándose él mismo con la guitarra...". Todo esto ocurre entre 1775, cuando Manuel del Pópulo Vicente Rodríguez Aguilar -su nombre real- nace en la capital andaluza, y 1832, fecha de su muerte en París a los 57 años. Pero más "inaudito" aún que estas peripecias, señala Moreno Mengíbar, es el hecho de que sus descendientes, durante siglo y medio y varias generaciones prolongaran ese hondo vínculo de la familia con el canto, especialmente sus tres hijos, pero también los hijos de estos por medio de la enseñanza.
De modo que la saga continúa así: el primogénito, Manuel Patricio (Madrid, 1805-Londres, 1906), "inventó el laringoscopio para conocer el funcionamiento en vivo del sistema fonador y sobre estas observaciones fisiológicas fundamentó su tratado de canto, que lo convirtió en el mejor profesor de canto de Europa durante 60 años". Su hija María Felicia, conocida artísticamente como María Malibrán (París, 1808-Manchester, 1836), antes de fallecer a los 28 años debido a una fatal caída mientras montaba a caballo, "fue la primera diva romántica, la primera predecesora de Maria Callas". La tercera hija, Pauline (París, 1821-1910), que adoptó para la escena el apellido Viardot, "también triunfó como cantante, pero más importante aún es su faceta como compositora de gran calidad, al margen de una relación más o menos platónica durante 40 años con Iván Turguéniev, quien convivió durante ese tiempo con ella, su marido y su familia"; y no fue el célebre escritor ruso el único que sucumbió ante su personalidad, arrolladora, cabe suponer, si se repasa la lista de artistas que en mayor o menor grado la tomaron como inspiración de algunas de sus obras: George Sand, Liszt, Wagner, Brahms, Massenet, Fauré, Saint-Saëns, Gounod... "Y de la generación de los nietos -añade el crítico- cabe destacar a Charles Wilfrid de Beriot, hijo de la Malibrán, buen pianista, compositor y profesor de personalidades como Enrique Granados, Maurice Ravel o Ricardo Viñes. O Louise Héritte, hija de la Viardot y posiblemente la mejor compositora de la familia, cuyas obras aún esperan ser escuchadas. O el hijo y nieto de Manuel Patricio, Gustave y Albert García respectivamente, profesores de canto y de declamación en Londres...".
Una familia, en fin, cuya historia podría escribirse sobre una casi inacabable partitura. O, al menos, en una exhaustiva monografía. Que es lo que ha hecho Moreno Mengíbar en Los García: Una familia para el canto, libro que supone la cuarta entrega de la colección Biografías de Andalucía en la Historia que edita el Centro de Estudios Andaluces, y que viene a cubrir un hueco en la bibliografía en español, pues el lector interesado en la materia sólo tenía a mano la traducción de la biografía de Manuel García que realizó James Radomsky y de un par de títulos sobre María Malibrán. Teresa Berganza, que firma la presentación de esta monografía, y Diana Pauline García, descendiente directa de la familia, hoy afincada en Canadá, con un sentido prólogo, colaboran en esta obra que el crítico e historiador presentará mañana en Sevilla, a las 19:00 y precisamente en la sala Manuel García del Maestranza. En el acto, como cabía esperar, no faltará la música, que llevará el sello de la familia protagonista y será interpretada por la soprano Sachika Ito, el tenor Francisco Gracia y el pianista Francisco Soriano.
"Han existido conocidas sagas de compositores e instrumentistas, como los Bach o los Couperin, pero en el terreno del canto el caso de los García es inaudito: casi siglo y medio de dedicación al canto y a su enseñanza desde Londres a Moscú. Y, además, manteniendo unas mismas señas de identidad estilística", dice Moreno Mengíbar. "Hay en Youtube una interesante entrevista a Elvira de Hidalgo, la cantante aragonesa que fue la profesora de canto en Atenas de Maria Callas -continúa-. Allí dice que le transmitió a Callas la esencia de la Escuela García en la que ella misma se había formado. Desde los Ejercicios para la voz de Manuel García y, sobre todo, desde el Tratado de canto de su hijo Manuel Patricio, todos los miembros de la familia involucrados en el canto siguieron y ampliaron las líneas fundamentales de esta escuela. ¿Cuáles son? El desarrollo completo de todos los registros vocales, comenzando por la zona grave; la sustentación de la voz sobre la respiración y la emisión del sonido sin forzar nunca el aparato fonador; la colocación de la voz en los senos frontales para redondear el timbre y sacar el sonido evitando el engolamiento; la flexibilidad en la emisión mediante la técnica de la coloratura. En definitiva, la búsqueda del bel canto, de canto bello. Esta escuela quedó olvidada parcialmente a finales del XIX con la irrupción del verismo y de un canto dramático y desgarrado, pero cuando en los años 50 comenzó el revival del repertorio belcantista, gracias en buena medida a la Callas, se volvió la mirada de nuevo hacia la Escuela García para reenseñar a los cantantes a abordar con garantías de estilo las óperas de Rossini, Bellini o Donizetti".
En su tierra de acogida, la familia encontró eco y disfruta todavía hoy de un amplio reconocimiento, cuenta el autor. "Francia es genial para esto, sabe hacer suyo el talento que llega de fuera. Existe en París una Asociación de Amigos de María Malibrán y de Pauline Viardot que custodia la Villa Viardot en Bougival, con un interesante archivo, un boletín de investigación anual, conciertos... Vamos, como aquí", remata irónicamente Moreno Mengíbar a propósito de la presencia (o lo contrario) del legado de los García en su tierra natal, con la que sus miembros conservaron un vínculo que se expresó mediante la música misma. "Después de que en 1799 Manuel García se trasladase a Madrid y de ahí a Francia o Italia, los únicos miembros de la familia que volvieron por Andalucía fueron su hija Pauline, en una breve estancia en Granada, y el hijo de ésta, Paul, como violinista en gira con Sain-Saëns. Tocaron en Jerez. Más allá de esto, lo que sí se mantuvo durante al menos tres generaciones fue la herencia musical, aparte del español como lengua familiar. Pauline Viardot compone habaneras, boleros y canciones de inspiración andaluza, y su hija Louise Héritte evoca la caña flamenca en uno de sus cuartetos con piano. Esa herencia la supieron transmitir también a músicos de su entorno más directo, como Gounod, Saint-Saëns o Bizet".
Pero Sevilla, lamenta Moreno Mengíbar, "es muy reacia a incorporar nuevas facetas al canon de sus tradiciones". "También la vinculación de la ciudad con la ópera -más de 150 títulos- está aún por explotar. La música clásica no ha sido aún asimilada plenamente como parte del patrimonio sevillano y las instituciones que debieran velar por ello tampoco se emplean a fondo. No digo que las composiciones de esta familia sean geniales, pero sí que son al menos iguales a muchas otras de autores de fuera que suenan continuamente en los escenarios y salas de concierto de la ciudad. Los programadores se dejan llevar por las obras que atraen a más público y se olvidan de la labor cultural que deben realizar las instituciones públicas", defiende el historiador antes de añadir: "Por cierto, que la tumba de Manuel García en el cementerio de Père-Lachaise está casi destruida. Sería bonito que el Ayuntamiento sevillano, además de ponerle una placa en la calle donde nació (Galera), asumiera la restauración de su tumba en París".
Confiesa el historiador y crítico, "después de más de 30 años siguiéndole la pista a esta familia puedo decir que me siento, simbólicamente hablando, como un amigo de toda la vida". "No sólo he leído y escrito sobre ellos, sino que he intentado desde hace muchos años que su música vuelva a escucharse, poniendo en contacto a musicólogos con intérpretes y teatros. Me siento orgulloso de haber aportado algo a que Sevilla, gracias al Maestranza o al Círculo de Labradores, haya conocido las composiciones de algunos miembros de la saga. Lo que no quiere decir que esté ya todo hecho. Aún quedan muchas obras por oír: óperas de Manuel García; las operetas de Pauline Viardot, en cuyo proceso de recuperación estamos trabajando un grupo de locos por los García; la ópera Lindoro de Louise Héritte, nieta de Manuel García; las obras para piano de Charles W. de Beriot o las de violín de Paul Viardot", explica el autor, que en el libro aporta no sólo una extensa bibliografía sino también una discografía ligada de un modo u otro a los García. "Para el aficionado que quiera seguir el rastro de la saga -concluye- recomendaría la grabación de canciones de Manuel García a cargo de Teresa Berganza, la opereta Cendrillon de Pauline Viardot, así como las varias grabaciones de sus canciones. Y también los cuartetos con piano de Louise Héritte. Haría falta grabar La mort du Tasse, la mejor ópera de Manuel García, que fue interpretada en 2010 en el Maestranza: un operón".
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