La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
Recoger las palabras que los visitantes extranjeros han dedicado a una ciudad cualquiera es siempre un ejercicio saludable que aporta luz no usada sobre algunas de sus peculiaridades, sean estas reales o presuntas, pero si se trata de ciudades tan deslumbrantes y ensimismadas como Sevilla, la tarea resulta menos conveniente que necesaria. A ello se ha dedicado Fernando Iwasaki, no con la pretenciosa intención de desentrañar el alma de la ciudad, sino con la más modesta y estimulante de retratar algunos de sus perfiles menos consabidos. Cierto es que muchos de los tópicos fueron acuñados o difundidos por los propios extranjeros, pero los itinerarios recogidos en Sevilla, sin mapa corresponden a autores o títulos raros, apenas leídos y en todo caso glosados de manera fresca, original y bienhumorada.
Hay series de artículos que ganan una vez recogidas en libro. Los que componen este volumen trazan una geografía exclusivamente libresca -aunque basada en vivencias reales- donde conviven más de medio centenar de "sevillanos apócrifos", muchos de ellos hispanoamericanos, entre los que comparecen nombres ilustres como Dumas o Darío junto a otros menos afamados o casi completamente desconocidos. Hay muchas sorpresas. El lector puede recordar las aventuras galantes de lord Byron, verdaderamente memorables, o tener una vaga noticia de las golferías del joven Borges, que en pleno fervor ultraísta fue una noche a apedrear las ventanas de la vivienda de don Luis Montoto, pero es menos probable que conozca las andanzas sevillanas de personajes tan curiosos como el sexólogo Walter M. Gallichan o la malograda "druidesa" chilena Teresa Wilms, por citar sólo a unos pocos de los fantasmas convocados en esta galería. Al fondo, el rastro de una ciudad que ha cambiado tanto que puede decirse, en rigor, que ya no existe.
También te puede interesar
No hay comentarios