El parqué
Jaime Sicilia
Quinta sesión en verde
En la sala 1 del tanatorio, era otoño, aunque las rosas, los claveles, los gladiolos, las margaritas y otras flores que colgaban de las numerosas coronas funerarias estaban aún frescas. Entre ellas, un "gracias por tu ejemplo", apenas un susurro de puño y letra de Joaquín Sabina, despedía, a modo de epílogo, a Francisco Ayala García-Duarte (Granada, 1906), uno de los autores más importante del siglo XX, más allá de que muchos españoles necesiten una importante concentración de coches oficiales para imaginar la grandeza de su vida y obra.
Los primeros en llegar en el desfile institucional fueron el presidente de la Diputación de Granada, Antonio Martínez Caler, y la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde. Les siguió la vicepresidente primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. Poco después apareció el vicepresidente tercero, Manuel Chaves. Ejerciendo como líder del PSOE andaluz en Madrid, declaró a los periodistas que Ayala fue "un gran pensador, un gran español y un gran andaluz", y destacó también que fue "un andaluz orgulloso de sus raíces granadinas y orgulloso del reconocimiento que tuvo en su tierra".
Chaves dijo sentir un "sentimiento agridulce". "Siento dolor por su muerte, porque era una persona muy querida y yo tenía una estrecha relación de amistad con él (confesó que de vez en cuando se tomaba un cafelito con el escritor granadino), pero también es una sensación dulce porque Ayala va a vivir a través de su obra eternamente".
Tras el ex presidente de la Junta, le tocó el turno al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que, como a De la Vega y Chaves, fue recibido en la puerta por la viuda de Ayala, la hispanista Carolyn Richmond, de luto riguroso, el escritor granadino Luis García Montero, y la propia ministra de Cultura.
Sobre las 11.15 horas llegó su Majestad el Rey, que protagonizó junto a la viuda una de las imágenes más emotivas de la mañana. En la misma puerta del tanatorio, Don Juan Carlos, visiblemente emocionado, dio el pésame a Richmond y arrancó las lágrimas de la viuda, vestida de luto riguroso. En una imagen llena de ternura, el Rey y la viuda accedieron a la capilla ardiente cogidos de la mano. La gran ausente fue la Reina Doña Sofía, que visitó el mismo martes el domicilio de Ayala ayer para dar el pésame a Richmond pero que ayer no pudo asistir al tanatorio porque se encontraba de viaje en Palencia.
Poco después apareció el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón. Y, acto seguido, llegaron los Príncipes de Asturias, que se mostraron muy cariñosos con la viuda. En la misma puerta del tanatorio, Richmond les presentó a don Felipe y doña Leticia a Fátima, una mujer marroquí que cuidó durante los últimos seis años de Ayala. De hecho, fue a Fátima a quien el autor de Recuerdos y olvidos le pidió ayer que le quitara la mascarilla de oxígeno y le dijo que se moría. Cinco minutos después expiró junto a su cuidadora y junto a Carolyn.
Al margen de las autoridades, muchos amigos de Ayala pasaron ayer por la capilla ardiente: los periodistas Juan Cruz y Juan Luis Cebrián, el pintor Hernán Cortes, el secretario general de UGT, Cándido Méndez, el presidente de la Real Academia, Víctor García de la Concha...
"Era un hombre cabal, digno y honorable", aseguró Molina, mientras que la escritora Almudena Grandes aludía a Ayala como "escritor imprescindible" y también como "un referente cívico y moral; una persona impresionante por su escritura y por su manera de estar en el mundo".
La muerte de Ayala, como destacó Almudena Grandes, ha tenido "una consecuencia para la literatura española: la Generación del 27 estaba viva hasta hoy y, con su muerte, que cambió la vida de las personas que estábamos cerca de él, se cierra un capítulo de brillantez suprema".
Pocos minutos antes del mediodía, todas las autoridades y la mayoría de los amigos abandonaron el tanatorio. En la calle un grupo de jubilados, atraídos también por la concentración de coches oficiales, pidieron a Zapatero que saludara, y preguntaron a Alberto Ruiz-Gallardón que cuándo terminarán las obras en la capital de España. El primer edil madrileño aceleró el paso y les respondió: "Ahí estamos".
Poco después, el cuerpo de Ayala fue incinerado en la más estricta intimidad. Ahora que ya no está -comentaba un amigo ayer mismo- se puede revelar el secreto mejor guardado por el autor granadino para explicar sus 103 años. Solía contar que durante la cena se tomaba dos whiskys y una manzana, pero siempre pedía a sus interlocutores que lo de la fruta no lo hicieran público.
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