Fragmentos (musicales) del discurso amoroso

Crítica de Cine

Juliette Binoche, en una escena de 'Un sol interior'.
Juliette Binoche, en una escena de 'Un sol interior'.

La ficha

**** 'Un sol interior'. Comedia romántica, Francia-Bélgica, 2017, 94 min. Dirección:Claire Denis. Guion: Christine Angot, Claire Denis. Fotografía: Agnès Godard. Música: Stuart Staples. Intérpretes: Juliette Binoche, Gérard Depardieu, Valeria Bruni Tedeschi.

Mientras esperamos ansiosos su anunciada película de ciencia-ficción con Robert Pattinson (High Life), el decimocuarto largometraje de la gran Claire Denis sale de las tinieblas (Les salauds) para reescribir y adaptar libremente los Fragmentos del discurso amoroso de Barthes en la forma episódica y flexible de una comedia (aparentemente) ligera protagonizada por una Juliette Binoche a la que volvemos a recuperar como un cuerpo vivo que transpira y titubea y como esplendoroso rostro de emociones infinitas. La cámara transparente de Agnès Godard lo escruta de cerca, buscando en sus pliegues, en sus ángulos y bajo su maquillaje desteñido por las lágrimas de la insatisfacción y el desengaño esa pequeña sinfonía de cámara desde la que ejecutar cada uno de los movimientos y ritmos de los vaivenes emocionales de una mujer de mediana edad que pasa de una relación a otra en busca de ese amor estable y verdadero que tal vez le dé sentido a su vida más allá de su condición de madre y artista.

Un sol interior se despliega así en una grácil estructura de tema y variaciones encabalgando encuentros, gestos y palabras (no por familiares menos precisas) que coquetean con los lugares comunes del discurso romántico, sus anhelos y sus frustraciones para darles una nueva vuelta desde la perspectiva de una feminidad en permanente estado de fragilidad ante la que el hombre, y por aquí desfilan de todo tipo y pelaje (en apariciones estelares, de Xavier Beauvois a Alex Descas), queda irremediablemente retratado al borde la caricatura. Una Binoche generosa y valiente salta de nuevo hacia adelante y se deja querer, observar y maltratar por una cineasta que sabe llevar cualquier asunto hacia lugares siempre nuevos. Y si en uno de esos lugares se puede rehabilitar al mismísimo Gerard Dépardieu, inmenso, dueño y señor del último tramo del filme péndulo en la mano, es que todo es posible.

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