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Fragmentos de la Gran Guerra

Manuel Gregorio González

13 de abril 2011 - 05:00

La belleza y el dolor de la batalla. Peter Englund. Rocaeditorial. Barcelona, 2011. 761 páginas. 24 euros.

El historiador Peter Englund, secretario perpetuo de la Academia Sueca, ha escogido una visión fragmentada de la realidad, el testimonio de diarios y cartas, para ofrecernos una suerte de retablo anímico de la Grand Guerre. Ya en palabras iniciales, Englund aclara que su intención, leídos estos fragmentos del ayer, era la de ofrecernos "un pedazo de antihistoria", fruto del melancólico perfume que se desprende de aquellas intimidades, hoy viradas en sepia. Nosotros añadiríamos, acudiendo a Miguel de Unamuno, que se trata de la "intrahistoria" de aquel conflicto. Un conflicto cada vez mejor estudiado, y cuya magnitud, cuya violencia, cuya espantosa novedad, crece con cada obra publicada.

La historia moderna, desde el Michelet de La bruja al Carlo Ginzburg de El queso y los gusanos, ya había privilegiado esta humilde vía como objeto de análisis. Y de otra parte, historiadores como Blom han explicado recientemente los vertiginosos cambios que precipitaron aquella colosal carnicería. Así pues, Englund acude a la intimidad literaria de veinte personas (enfermeras, soldados, adolescentes, cirujanos, etcétera...), para ofrecernos el meridiano ideológico, la arboladura mental de aquella hora. Ni los felices 20, los locos años del Jazz-band, ni las vanguardias se explican sin la profunda desazón que surgió de las trincheras. De igual forma, pasados casi cien años, soprende la alegría insensata con que el mundo marchó resueltamente a la matanza. Fue entonces cuando Valéry dijo su célebre frase: "Ahora sabemos que las civilizaciones pueden morir". Fue entonces cuando Sigmund Freud escribió, tras la ordalía de sangre, que descendemos de "una larga serie de generaciones de asesinos". Sorprende, en cualquier caso, la abnegación y el entusiasmo con que se recibió la noticia de la guerra. No obstante, lo más llamativo de esta excelente obra es la ignorancia de aquellos hombres del año 14. Ninguno de ellos imaginó la magnitud de cuanto se avecinaba. En uno y otro lado del frente, dieron por supuesto que la guerra sería convencional y breve. Sin embargo, lo que llegó fue la mecanización de la muerte, su triunfo millonario, el viento del Apocalipsis.

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