Forma, rigor y sensualidad
El creador burgalés Rufo Criado reivindica el valor de lo ornamental, un concepto menospreciado por el arte moderno, en una exposición en Málaga.
El ornamento, el arte ornamental, no tiene buena prensa. Quizá porque lo confundimos con la decoración. Pero son distintos: lo decorativo completa o acompaña, mientras el ornamento constituye y establece, porque suele formar parte de un rito o una ceremonia, y es un recuerdo de la antigua magia. De ahí que el ornamento se aparte del naturalismo: responde no responde al medio natural, sino a formas -arcaicas o no- establecidas por una cultura.
Estas características explican por qué el arte moderno por una parte abandona lo ornamental y le presta, por otra, especial atención, indagando su estructura y sus raíces. Rechaza la perversión historicista del ornamento que lo separó de su suelo nutricio, convirtiéndolo en mera decoración, pero se interesa por él, porque es una forma con exactitud constructiva y a la vez con ritmos que le otorgan expresión.
Creo que estos dos elementos están presentes en la exposición de Rufo Criado (Aranda del Duero, Burgos, 1952). En el zaguán de la casa, sede de la galería, breves obras se antojan, por su exactitud y concisión, estudios de forma que podrían ser módulos o generatrices de propuestas más ambiciosas. Ya en el interior, una obra como Ornamentales n. 3 es un denso estudio espacial: la banda que cruza el cuadro del ángulo superior izquierdo al inferior derecho agita con sus pliegues y su color el plano azul de fondo cuya estabilidad sin embargo parece amenazada por un campo violeta que presiona los cuatro lados del cuadrado. La misma exactitud de la construcción subraya la presencia de su opuesto: el ritmo, la energía, que marca la obra con el sello de la expresión. Un cuidado filme muestra esta doble condición de la forma desarrollándola en el tiempo y mostrando la capacidad generativa de sus componentes, la geometría y el ritmo, la construcción y la expresión.
En otras obras, Criado contrasta construcciones formales con los perfiles tradicionales de tejidos y alicatados, o bien vincula formas opuestas, rectángulo y círculo, por ejemplo, aunque incluye en ambos excentricidades y distorsiones. Estas características tiene la serie colgada las paredes del patio, mientras uno de sus elementos se proyecta en la lona que lo cubre, con lo que la pieza oscila entre la instalación y la caja de luz.
Adorno desconfiaba de la expresión porque en ella suele haber "cierto calor animal". Tampoco confiaba en la construcción porque podía legitimar con su exactitud la sociedad administrada. Las obras de Criado evitan ambos escollos. Quizá no olvidan ni el rigor ni la sensualidad.
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