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Sevilla/Sevilla es esto... y lo otro. Lo sabe cualquiera que se haya detenido a escuchar el verdadero rumor de la ciudad más allá de sus rituales estampas folclóricas. Y ejemplos de gloriosa, verdadera y a veces casi secreta bohemia hay tantos como triduos, cofradías y niños con pantaloncitos cortos las mañanas de domingo en invierno. A dos de ellos, ambos desaparecidos y de especial singularidad, les dedica esta tarde la Casa de los Poetas y las Letras de Sevilla una mesa redonda en el Espacio Santa Clara: Juan Manuel Flores y Fernando Mansilla, que lo fue espléndidamente –sevillano de la otra Sevilla– sin necesidad siquiera de haber nacido en la ciudad.
El de Juan Manuel Flores fue uno de esos hermosos y melancólicos casos de poeta que no necesita la medalla de poeta, ni el mármol de los dioses portadores del fuego sagrado, ni mucho menos la sacrosanta autoría. Escribió los tres primeros discos de Lole y Manuel, es decir, los fundamentales, los más asombrosos, los que renovaron el flamenco con un torrente de alegría arrolladora, llena de ríos, soles, mariposas y amantes que, como escribió en su día el crítico de flamenco de esta casa, Juan Vergillos, "conocen el lenguaje de los pájaros". Nacido en Alcalá de Guadaíra en 1943 y fallecido en 1996, Flores, conocido con toda justicia como "el poeta de la luz", escribía sus poemas populares y llenos de sabiduría de taberna del Tardón en servilletas, en prospectos médicos, en cualquier papel que le salía al paso. Y no se afanaba precisamente en conservarlos, no digamos ya en publicitarlos. No es hoy un poeta anónimo, como los autores de los proverbios y las coplas que todo el mundo conoce pero nadie sabe quién fijó por primera vez gracias al empeño de la italiana Marianna Maierù, bailaora y filóloga, que a raíz de una investigación iniciada para su tesina en la Universidad de Génova tras una estancia en Sevilla, acabó publicando la antología Ha llegao la mañana (Ediciones en Huida, 2013).
Fernando Mansilla
, barcelonés del 56, fallecido en junio de 2019 como consecuencia de una patología cardíaca, tuvo en vida más reconocimiento. De hecho calladamente, sin estridencias, para cuando murió era ya un auténtico icono del vibrante underground de esta ciudad, a la que llegó en 1981 atraído, como solía decir en broma (o no tanto), por la calidad del hachís y la estela psicodélica del rock de Smash. Fue primero músico callejero en el Patio de Banderas (experiencia plasmada en El tigre de Malasia, el memorable cuento hard-boiled recogido en Relatos faunescos); luego dramaturgo en el grupo La Pupa, que sería el germen de La Imperdible, más tarde poeta (Poemas para la no posteridad); magnético frontman de Los Espías, su espléndida banda de spoken word nacida al calor del añorado festival que albergaba el teatro Lope de Vega; novelista (Canijo, su obra sobre los descarnados años 80 en el Pumarejo, que fue merecidamente un pequeño gran hito, y Matar cabrones, inconclusa y póstuma, que vio la luz en 2019 en el sello Barrett); y en ultima instancia artista total gracias a su formidable presencia escénica y su voz grave que era como un imán (desde su participación en Las historias gallegas de Álvaro Cunqueiro con Música Prepost a las colaboraciones con la compañía de danza de Marco Vargas y Chloé Brulé en los espectáculos No me gusta, Me va gustando y Libertino).
Para hablar de ambas figuras, de la potencia de sus respectivas obras y de ese otro lado de la cultura contemporánea sevillana, se reunirán este miércoles en Santa Clara (16:30, entrada libre hasta completar aforo, como siempre), en un coloquio titulado Un resplandor otro: de Juan Manuel Flores a Fernando Mansilla, tres personas que conocen bien estos asuntos: la dramaturga, productora y gestora cultural Violeta Hernández; el periodista y escritor Julio Muñoz Gijón, colaborador de la Cadena Ser y autor de libros humorísticos profundamente ligados a la idiosincrasia y al callejeo sevillanos como El asesino de la regañá y la más reciente La profecía del malaje o la más personal Tinnitus (3 horas de vida); y la articulista y escritora Reyes Aguilar, autora de los libros El juego del hombre invisible, El Manquepierda, una filosofía de vida o El blues de la perplejidad.
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