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De Cádiz a Londres pasando por Jerez

Flamenco Festival

El baile de María Moreno, Eduardo Guerrero y Mercedes Ruiz cautiva en el Flamenco Festival, en una gala donde brillaron también María Terremoto y Santiago Lara

Un momento de la gala que maravilló al público de Londres. / Facundo Arrizabalaga / Efe

El Flamenco Festival de Londres, el mayor de todos los festivales que se organizan fuera de España, ha afrontado su recta final con un estreno absoluto, una gala que ha reunido a tres grandes artistas del baile de Cádiz y Jerez –María Moreno, Eduardo Guerrero y Mercedes Ruiz– con otros invitados de la tierra en el elenco, como eran el guitarrista Santiago Lara y la joven cantaora María Terremoto.

Fue esta última, hija y nieta respectivamente de dos genios del cante de Jerez con el mismo nombre, Fernando Terremoto, quien abrió la velada a lo grande con un martinete. Su voz extraordinaria y su presencia física recorrerían una velada con el baile como protagonista y que, tras una presentación de los músicos por bulerías, empezó dándole la bienvenida a María Moreno quien, como era de esperar, hizo su mejor baile por alegrías.

Con moño, flor en el pelo y una preciosa bata de cola rosa pálido de López de Hoyos, María ofreció hermosísimas estampas tan intemporales como su baile, técnico y sensual a partes iguales, disfrutando, dándose tiempo para hacer todo tipo de filigranas sobre las voces de Emilio Florido y El Bola y, sobre todo, para coquetear y encandilar a un público al que arrancó los primeros gritos de Uuuu, quién sabe si traducción londinense del clásico ole.

María Terremoto acompañó al cante a los tres bailaores. / Facundo Arribazalaga / Efe

A pesar de la dificultad que supone habitualmente mantener el nivel rítmico de un espectáculo cuando se empieza con aires festeros y ese nivel de intensidad, ni la atención ni el entusiasmo disminuyeron cuando le tocó el turno a los otros dos bailaores. Mercedes Ruiz, en un momento impresionante de su carrera, demostró que la flamencura no está reñida en absoluto ni con la fuerza de los pies ni con la asombrosa técnica que ella posee a raudales. Tanto en sus seguiriyas con castañuelas –vestida con un traje pantalón de terciopelo negro– bailándole al cante de Terremoto, como en la soleá del final dio una auténtica lección de maestría.

Y lo mismo sucedió con Eduardo Guerrero. Con pantalón de talle alto y chaquetilla torera, imagen de grabado como otras muchas de la noche, el gaditano bailó una caña exuberante con la que desplegó sobre el escenario londinense sus no pocos recursos haciendo las delicias de los espectadores, de entre los que se oyó –con voz masculina y acento inglés– "¡qué guapo!".

Lo cierto es que los tres son unas auténticas fieras del baile, y si a ello se añade la calidad musical de Santiago Lara –que tuvo sus momentos en solitario– y el poderío de una Terremoto que, sin haber cumplido aún los veinte años, pasa con la misma sabiduría de la seguiriya a los tangos o a la inolvidable Salvaora de Caracol –sin olvidar al resto de los músicos ni obviar las luces de Gloria Montesinos–se puede comprender la brillantez del resultado.

Una brillantez y una coherencia que no hubieran sido posibles sin el cuidado de los matices y la fluidez y el buen gusto en las transiciones, obra de la dirección artística y escénica del granadino Manuel Liñán. Con la humildad que lo caracteriza, el bailaor y coreógrafo, Premio Nacional de Danza, comentaba satisfecho al final del espectáculo: "Yo lo único que he hecho ha sido mantener la escena limpia para que resalten los bailes, cuidarlos muchísimo y tratar de involucrar a María Terremoto en todo el desarrollo ya que, de alguna manera, ella es en muchos momentos el hilo conductor de la gala. No ha habido tiempo para más".

Como ha sucedido con otras galas, ésta tiene los ingredientes para triunfar por el mundo

Efectivamente, como apunta Liñán, el tiempo es fundamental para que surjan verdaderos diálogos entre las artes y una gala como ésta, en la que todos los artistas tienen sus propias compañías y numerosos compromisos, no puede aportar nada más –ni nada menos– que la bravura y la valía de cada uno de ellos, representantes en este caso de una magnífica generación flamenca ya que, a excepción de la cantaora, todos ellos, incluido Liñán, están en la década de los treinta.

En cualquier caso, y como ha sucedido con otras galas impulsadas por Miguel Marín y otros festivales, como la inolvidable Mujeres, que reunió a tres generaciones de bailaoras (Merche Esmeralda, Belén Maya y Rocío Molina), con la dirección del desaparecido Mario Maya, ésta posee todos los ingredientes para poder girar por el mundo, entre otras cosas porque constituye una magnífica oportunidad de ver flamenco sin ningún tipo de aditamento o ambición ajena.

Mercedes Ruiz. / Facundo Arrizabalaga / Efe

Y eso es lo que ha debido pensar el público londinense que llenó por completo las 1.500 butacas de su templo de la danza, el Sadler’s Wells, y que se convirtió, como lleva haciendo desde que, el pasado 2 de julio, Sara Baras inaugurara el Festival con su espectáculo Sombras, en uno de sus protagonistas principales. Solo que lo hace en sentido inverso que en España. Mientras en los teatros españoles, durante la Bienal de Sevilla o el Festival de Jerez asombra ver filas y filas llenas de extranjeros de todas las latitudes, el teatro de la Avenida Rosebery reúne a una enorme cantidad de españoles que viven y trabajan en Londres y que –quién sabe si por afición o por nostalgia– acude cada año a la llamada del flamenco. Como Luis, un sevillano que lleva 16 años trabajando en Londres (los que ha cumplido el Festival) y ahorra para ver, desde la primera fila, no sólo a todos los artistas, sino todas las actuaciones. "Este año –confesaba a la salida– sólo me he perdido una de las seis funciones de Sara Baras, porque coincidió con la actuación de Raphael en el Albert Hall; pero ya le he pedido perdón a ella".

También había músicos y compañeros y directores de festivales, como Antonio Zoido, director de la Bienal de Sevilla o Isamay Benavente, directora del Festival de Jerez, donde los andaluces, y quien quiera acudir, podrán ver esta misma gala, en el Teatro Villamarta, en la próxima edición, que tendrá lugar del 21 de febrero al 7 de marzo de 2020.

Miguel Marín, el director del London Festival, que no cabía en sí de gozo mientras fotografiaba las terrazas del teatro, con el público aplaudiendo fervorosamente puesto en pie, confesaba: "Yo estaba un poco preocupado porque, después de muchos años, hemos cambiado las fechas del festival, pasándolo de febrero a julio y no sabía cómo iba a reaccionar el público. Como en España, aquí la gente también se dispersa bastante en verano y llenar un teatro como éste tantas noches no resulta nada fácil".

Sin embargo, a falta del último espectáculo, Catedral, de Patricia Guerrero, el Festival ha logrado bastantes llenos, entre ellos el de las tres funciones de esta gala a la que auguramos el más largo y exitoso de los recorridos.

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