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Sevilla, Fígaro y la ópera perfecta

ÓPERA

Regresa por tercera vez al Teatro de la Maestranza la magistral ópera de Mozart 'Las bodas de Fígaro', con una bellísima producción de Emilio Sagi que recrea a la perfección la ubicación sevillana y un reparto joven y brillante. Las funciones serán el 11, 13, 15 y 17 de diciembre

El elenco de Fígaro. / Antonio Pizarro
Andrés Moreno Mengíbar

01 de diciembre 2022 - 19:14

Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais nunca estuvo en Sevilla. Sí visitó Madrid y los Reales Sitios aledaños durante unas semanas de 1764 para solucionar el embarazoso asunto del fallido matrimonio de su hermana con el periodista canario Clavijo. Unidas esas tortuosos negociaciones matrimoniales al conocimiento y admiración por el teatro popular del Madrid de la época, especialmente de los sainetes de Ramón de la Cruz, a su vuelta aquel relojero metido a banquero y noble por matrimonio (“nobleza de bragueta” se le llamaba a esto en España) pergeñó toda una fantasía teatral en torno a los enredos matrimoniales del conde Almaviva, de su amada Rosina y de sus criados Fígaro y Susanna, con una Sevilla más soñada que real como escenario necesario. Tras el éxito de El barbero de Sevilla, Beaumarchais aprovechó el filón y escribió en 1778 su secuela, Las bodas de Fígaro, que tuvo que esperar por problemas con la censura seis años para su estreno. La sensación fue fulminante y toda Europa estuvo ávida de conocer en qué acababan las peripecias matrimoniales de los condes sevillanos y de sus sirvientes. Demasiada crítica social y política infiltrada en sus escenas, hasta el punto de acabar siendo prohibida en muchas de las cortes occidentales, entre ellas la de Viena. Afortunadamente para las generaciones posteriores y venideras, el libretista Lorenzo Da Ponte consiguió convencer al emperador austriaco y sortear el veto imperial mediante la más brillante operación de transformación literaria que haya visto el mundo de la ópera hasta la actualidad.

Y así, gracias a los genios combinados de Da Ponte y de Mozart, podemos seguir sintiendo en nuestra piel el asombro ante esta maquinaria perfecta. Javier Menéndez, director general del Teatro de la Maestranza, subrayó en la rueda de prensa de presentación (realizada dentro del escenario que representa el salón de honor del Palacio de Aguas Frescas, a las afueras de Sevilla) su fascinación hacia esta ópera cuantas veces asiste a su representación. En esta ocasión, tras las puestas en escena de la producción propia del Maestranza en 1999 y 2011 dirigida por José Luis Castro, se ha preferido traer a Sevilla la muy aclamada propuesta escénica de Emilio Sagi, creada en 2009. No es nuevo el regista asturiano en este teatro, que ha podido asistir en sus treinta años de vida sus producciones de El gato montés, La del manojo de rosas o la ópera de cámara de Manuel García L’isola disabitata. Vuelve ahora por la puerta grande con una producción espectacular que recrea con minuciosidad los espacios y la luz de Sevilla. “Por la perfección absoluta de esta ópera no he querido cambiar nada del libreto ni modificar la ambientación temporal. Todo es aquí fiel a la Sevilla del siglo XVIII, a lo que podría ser un palacio aristocrático sevillano, con sus pavimentos y sus azulejos, incluso con su jardín para la escena final del cuarto acto, con una bella escenografía de Daniel Bianco. Sólo en el vestuario de Renata Schussheim hemos querido mirar hacia el mundo goyesco”. En cuanto a su propuesta de desarrollo teatral, Sagi remarcó la clara carga de erotismo que sobrevuela en esta ópera, “sobre todo con el personaje de la condesa (cantado aquí por Carmela Remigio), amargada porque hace tiempo que el conde (Vittorio Prato) no duerme con ella y ve renacer la sensualidad cuando Cherubino (Cecilia Molinari) le canta su aria y se siente deseada de nuevo”. A esto se une la comicidad inherente a esta ópera bufa, con situaciones de pura comedia de enredo. A este respecto, algunas de las intérpretes confesaron que durante los ensayos hay momentos en que tienen que contener la risa, tanta es la comicidad que Sagi ha sabido insuflar a su diseño escénico.

Corrado Rovaris será el responsable musical de estas representaciones tras las exitosas representaciones que dirigió hace tres años a propósito de Don Pasquale. El director bergamasco destacó que, a diferencia de la mayor parte del repertorio operístico, Las bodas de Fígaro “es una ópera de conjunto”. Una ópera en la que, además, “Da Ponte y Mozart llevan a la ópera bufa a otra dimensión al aportar una densa carga de profundización psicológica a los personajes. En los momentos melancólicos de la condesa o en los arranques de ira del conde esta ópera se adentra en el terreno de la ópera seria, rompiendo el molde de la comedia”. El perfilado psicológico de los personajes “queda reforzado en muchos momentos mediante el diálogo que establece Mozart entre la voz y algunos instrumentos, con una orquestación rica y brillante”. A ello cabe añadir, según Rovaris, que en los recitativos se desliza toda una crítica a los presupuestos del Antiguo Régimen. Para estas representaciones y en aras de la fidelidad histórica se ha dispuesto una orquesta reducida (cuerdas a 8/6/4/3/2) y dispuesta sobre una tarima dentro del foso.

Natalia Labourdette encarna al personaje de Susanna y preguntada sobre la adaptación al estilo mozartiano, respondió que “sólo hay que intentar insertar el canto en la orquesta, escuchar lo que suena desde el foso y seguir al maestro”. Algo similar manifestó Carmela Remigio, para quien “Mozart escribe muy claramente lo que hay que cantar y cómo hay que cantarlo, sólo hay que seguir la música para que el canto fluya”.

El estreno de este segundo título de la temporada tendrá lugar el domingo 11 de diciembre a las 19 horas. En el resto de las funciones (13, 15 y 17) la ópera comenzará a las 20 horas.

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