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El Festival de las Minas descubre a un cantaor insólito y necesario

talento versátil El vencedor es también un enorme guitarrista, el mejor de los que pasaron por el concurso

El castellano-manchego Ricardo Fernández del Moral gana la LII Lámpara Minera · El intérprete puede considerarse el cantaor más importante que ha pasado por el escenario de La Unión en años

Fernández del Moral añadió a su triunfo en la Lámpara Minera los premios por soleares, por tonás, por malagueñas y por tarantas.
Juan Vergillos / La Unión (Murcia)

13 de agosto 2012 - 05:00

Para Ricardo Fernández del Moral (Daimiel, Ciudad Real, 1974), ganador de la LII Lámpara Minera, ha sido una suerte enorme pasar por el Festival de las Minas, de la misma manera que para el Festival ha sido una gran suerte descubrir a un artista como éste, un completo desconocido en el mundo de lo jondo hasta ayer. Se trata de uno de esos milagros extraños que a veces suceden en este arte nuestro extraño y maltratado. Fernández del Moral es la encarnación de la pena y la dignidad. Sin duda el cantaor más importante que ha pasado por el escenario de La Unión. No este año, sino en años. Justo y entregado, Fernández es música pura, sin estridencias. La mera necesidad vital del ser humano de expresar dolor, miedo, melancolía, rabia y felicidad. Nada más hay en su arte. A lo dicho, que es lo importante, se le añaden condiciones, compás, belleza tímbrica, sentido de la frase musical y conocimiento de los estilos. Ricardo Fernández es todo verdad y belleza y nos reconcilió este año en La Unión, al público, al jurado, a la afición de España, con el flamenco. Se acabó la especulación. Se acabaron los fuegos de artificio. Se acabaron las medias verdades, que son mentiras de a puño que nos cuelan. Viva el cante y viva el flamenco. Porque el flamenco, en la garganta, y en las manos, de Fernández, es un ser vivo. Y también adulto.

Fernández ha llevado a cabo hasta ahora un arte flamenco de subsistencia. Pero en esta precariedad se ha ido desarrollando como artista hasta convertirse en un intérprete sólido, maduro. Hacía mucho tiempo que un cantaor tan redondo como Fernández no se alzaba con la Lámpara Minera. Ni siquiera fenómenos como Poveda, o en menor medida Mayte Martín, los ganadores con más proyección del festival a lo largo de su historia, presentaron sobre las tablas de La Unión tal grado de madurez. Es probable que Fernández del Moral no sea tan determinante en el flamenco contemporáneo como ellos: con 38 años es difícil pensar en una gran evolución artística de cara al futuro. Aunque nunca se sabe, claro. Pero lo que sí podemos hacer es reiterar lo dicho, que se trata del intérprete de mayor madurez artística que ha ganado en La Unión en mucho tiempo. Y que esta maduración ha sido, en una época hipercomunicada como la nuestra, a la manera deseada por los clásicos: al margen de modas, mercados, familias jondas, padrinos, apoderados, ferias mundiales, influencias, magnates inmobiliarios, institutos, bienales, trienales, festivales, cátedras, payos y gitanos, teatros, saraos a la moda y agentes de bolsa. A lo mejor es la primera vez en la historia que podemos mentar con propiedad la palabra pureza. Como decía el poeta, a veces ganan los buenos. Esta vez ha sido una de ellas.

Esta cualidad de cantaor insólito, cantaor-tocaor, de trovador flamenco, que algo debe, sin duda, a razones de pura economía de subsistencia, a las duras condiciones ambientales en las que hasta ahora ha ejercido su arte, le da enorme proyección en una situación colectiva como la nuestra, cuando tan necesitados estamos de verdad. No es que en tiempos de crisis sea más barato ahorrarse el guitarrista. En tiempos de crisis necesitamos seres autosuficientes. Pero sobre todo necesitamos verdad, pan de trigo, no de yeso, y artistas que sepan de emociones, no de poses. Quizá en otro tiempo, aunque en toda época la humanidad está necesitada de emoción, este cantaor singular no se hubiese alzado con el más importante de los galardones flamencos de competición. La situación actual lo convierte en un intérprete necesario. Fernández, que era un artista completamente ignorado en el ámbito de lo jondo, por las duras condiciones en las que, como decía arriba, ejercía hasta ahora su arte, va a lograr a partir de ahora difundir su mensaje. Así que no se lo pierda. Por nuestro gozo y para nuestro bien ruego a programadores, discográficas y demás instituciones flamencas que concedan atención a Ricardo Fernández del Moral.

Además de ello, es un enorme guitarrista, sin duda el mejor de los que pasó por el concurso. De hecho, este año el premio de toque, el bordón minero, ha quedado desierto. Ricardo se presentó al concurso acompañándose él mismo a la guitarra. Eso lo convierte en un intérprete insólito en la historia del flamenco. Es verdad que hay algunos cantaores primitivos, como Juan Breva, que se fotografiaron tocándose ellos mismos la guitarra. Pero el arte del acompañamiento de guitarra al cante ha evolucionado mucho en cien años. Porque no se limitó a un acompañamiento armónico para salir del paso sino que se desdobló en dos intérpretes resultando tan brillante y espectacular el uno como el otro, el cantaor y el guitarrista. Además de la Lámpara Minera, y los 15.000 euros correspondientes, Fernández, triunfador absoluto del LII Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión, obtuvo también los premios por tarantas, malagueñas, soleares y tonás.

otros ganadores

El trofeo de baile, El Desplante (9.000 euros), fue para el catalán Jesús Carmona; y El Filón (6.000 euros), correspondiente a otros instrumentos, lo obtuvo el valenciano Óscar de Manuel. Es la primera vez que un flautista obtiene el galardón. Otros premios que se han concedido son Cristina Soler por granaínas, Beatriz Romero por alegrías, el granadino Alberto López, segundo premio de guitarra, Alfonso Aroca, de Mengíbar (Jaén), segundo premio de otros instrumentos, y Guillermo Cano, que volvió a ganar el premio por cartageneras diez años después. Cano, Soler y Romero vinieron a La Unión desde Huelva. Todos ellos recibirán los 3.000 euros correspondientes a sus respectivos galardones.

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