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Agonizar de éxito

Festival Interestelar

Se ha celebrado en el CAAC la VI edición del Interestelar Sevilla, un festival del que no podemos decir que haya muerto de éxito porque todos los problemas propios y ambientales sufridos el viernes se suavizaron muchísimo el sábado, para mejor disfrute de su condición festiva habitual

Nathy Peluso / Interestelar Sevilla

41 grados de temperatura nos esperaban en el recinto del CAAC a las seis de la tarde, la hora en la que el viernes comenzaba el Festival Interestelar. El horario de los dos escenarios principales se había alterado debido a la indisposición de la bajista de La La Love You, de forma que el concierto de Siloé, que debía empezar a esa hora en el escenario Heineken Silver, fue pospuesto, ocupando el lugar de los otros. Una decisión muy acertada porque de otra forma solamente hubiesen contado con la veintena de espectadores que a esa hora buscaron la sombra de la Carpa Obbio para disfrutar de la música de Tigre y Diamante, que pusieron en marcha el engranaje con su indie garagero.

A las siete en punto, en el escenario Johnnie Walker, comenzaba Muerdo su gira española con este concierto. Canciones reivindicativas llenas de sonoridades cálidas, de reggae, de cumbia, sirvieron para que el festival se fuese desperezando a buen ritmo, de forma que el centenar y medio de espectadores que había ante su escenario al inicio, se había cuadruplicado, como mínimo, durante los cincuenta minutos que duró su actuación. Cuando Siloé comenzó la suya empezamos a comprobar que el festival iba a ser multitudinario. Y también empezamos a comprobar que el sonido de ese escenario no iba a estar a la altura de las circunstancias. Cuando dos horas más tarde lo ocupó Rigoberta Bandini su música nos llegaba con un batiburrillo de agudos y la falta de pegada que los graves deben tener en el sonido de un festival como este, en el que prima la fiesta sobre cualquier otro componente. Que no estuviese a la altura del verano pasado no fue achacable solo al sonido, sino también a una propuesta musical muy pobre, en la que más allá de la recreación de Ay mamá, esperada y celebrada por las diez mil personas rendidas a ella, sus canciones no tuvieron brillo e incluso estuvo desafinada en un par, como una insulsa versión, aprovechando el rebufo de Eurovisión, del La La Lá, con respaldo repetitivo y unas voces masculinas que podía haberse ahorrado.

Los trasvases de público de un escenario a otro ya no eran efectivos. Antes del concierto de Bandini, las Ginebras -alegres y divertidas- habían iniciado los clamores en el escenario de enfrente y volver a él para estar cerca de La M.O.D.A. -mucho mejores que en su aparición en el Interestelar de 2019- resultaba una tarea tan imposible como conseguir bebida y comida sin tener que sudar durante unos cuarenta minutos de espera. El festival agonizaba de éxito y sus servicios no eran suficientes para la cantidad de público congregado, que había agotado todos los abonos y también el agua después de medianoche y que, observé gratamente sorprendido, estaba compuesto por una cantidad de mujeres que superaba a la de hombres prácticamente en el triple. Tras disfrutar de la magia de las canciones de Izal, solo quedaba salir de allí trabajosamente con el fondo de los remixes que lanzaba Innmir desde su escenario bañado en rosa.

Zahara / Interestelar Sevilla

El sábado todo se desarrolló de forma mucho más suave, comenzando porque al entrar los termómetros señalaban diez grados menos que la tarde anterior. Veintiuno eran los primeros de hoy; tras ellos, en el escenario alterno, Karavana desgranaba canciones apenas distinguibles entre ellas y las chicas de Cariño, que presentaban el disco editado hace una semana, en el escenario anterior de nuevo, no le sacaron todo el rendimiento al mejorado sonido de hoy con un repertorio interesante en su vertiente poppy y olvidable en la reguetonera.

Califato ¾ inició su concierto con la voz flamenca de Andrés de Jerez para sumirse después en su autocomplacencia nacionalista andaluza, con una propuesta más monótona que la mostrada en sus últimos conciertos, sobre todo en el tramo de Lô amantê de San Pablo, su nueva pieza, y Fandangô de Carmen Porter, que en sus versiones grabadas tienen el brillo que aquí les faltó, rematadas por sevillanas tristonas. En esos momentos miraba a la izquierda y veía con envidia a la gente saltando en la Carpa Obbio, escuchando a Emlan. Aquí luego se levantaron los ánimos con la versión de La puerta de Le Parody para mantenerlos con sonidos más raveros hasta el final.

El sonido electrónico de Zahara me sorprendió también; incluso su actitud escénica -llegó incluso a hacer twerking en la introducción de Joker- tan alejada de la que había mostrado en anteriores apariciones en directo, alguna en este mismo festival. Ya se ha rendido a los beats poderosos de Martí Perarnau que le respaldaban aquí, y que hoy sí se te metían en el estómago, como debe hacerlo el sonido de un bombo, aunque al ser electrónico en este caso me hacía dudar de si sonaría también así el de una batería acústica. Temores que disipé porque el show de Nathy Peluso traía una de ellas y su sonido fue impresionante.

Hasta cinco horas llevaba mucha gente esperando a Peluso en las primeras filas para no perderse detalle. Tras una pasada por el otro escenario para ver cómo Miss Cafeína llevaba a buen puerto un concierto que había comenzado muy gris, mi atención se volvió a los focos que recibieron a Nathy Peluso en un comienzo tan espectacular, muy apartada también de los modos que yo le conocía, como la banda que le acompañaba, a la que se sumaron unos metales para facturar un R&B de muchos kilates en la tercera canción, que puso a todos a corear su nombre. Tras un instrumental con el que ella se lució insinuante, con la ayuda de unas rosas de tallo largo, el concierto discurrió en una línea alta pero plana, con demasiado derroche de spinning más que de arte, hasta que un mar de luces surgidas del público acompañó al final su aclamada versión de Camilo Sesto, con una interpretación vocal convertida en miscelánea al lado del, de nuevo, lujoso R&B instrumental.

El ritmo del Bamboleo de Les Castizos me acompañó en la salida, mucho más liviana esta noche, mientras iba pensando que, a pesar de las incomodidades y servicios manifiestamente mejorables de este festival, sigo siendo un gran fan de él.

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