Respiraciones en diálogo
TEMPERAMENTO | CRÍTICA
La ficha
**** Femàs 2021. Programa: Arias para tenor, flauta obligada y bajo continuo de las cantatas BWV 248, 130, 99, 102, 78, 113, 96, 180, 55 y 114. Tenor: Ariel Hernández. Flauta travesera: Rafael Ruibérriz de Torres. Violonchelo: Guillermo Turina. Clave y órgano positivo: Alfonso Sebastián. Lugar: Espacio Santa Clara. Fecha: Sábado, 2 de abril. Aforo: Lleno (35 personas).
Nunca un arroyo (‘bach’ en alemán) se ha mostrado tan inagotable ni tan fértil como el del Thomaskantor, el que supo crear cinco ciclos completos de cantatas para todas las festividades del ciclo litúrgico luterano. Casi trescientas composiciones de las que nos han llegado menos de doscientas y, aún así, un universo expresivo de tal complejidad, perplejidad y calidad que nos sigue asombrando y conmoviendo tres siglos después. Así, Temperamento ha podido diseñar un programa con todas las arias para tenor, traverso y continuo que arrancó algo en frío en la flauta en el aria de la segunda cantata del Oratorio de Navidad, con alguna que otra nota rozada, pero fue tan sólo un espejismo, porque lo que vino a continuación fue una demostración espectacular por parte de Ruibérriz de control del sonido, de musicalidad y de adecuación estilística. Toda una lección de virtuosismo la de la introducción de la BWV 113, con endiablados pasajes de semicorcheas, o las agilísimas figuraciones de BWV 180. Supo acentuar los cromatismos de su parte en BWV 99 mediante glissandi de su propia cosecha muy expresivos.
La voz de Ariel Hernández es puro terciopelo. El timbre es de una belleza y una morbidez irresistibles, de un lirismo supremo, y está sostenido sobre un fiato amplio que le permitió una larga messa di voce en BWV 78, así como extensas vocalizaciones en BWV 248/2. Con el vibrato justo, controló la emisión al milímetro, capaz de inacabables matizaciones y acentuaciones, como las muy dramáticas sobre la palabra “Gott!’ en BWV 99. Salió victorioso de las audaces modulaciones armónicas del aria BWV 96, al tiempo que daba una lección de cómo abordar limpiamente los saltos interválicos de BWV 180 sin recurrir al portamento.
Sebastián aportó claridad y leves toques ornamentales al aria de las Goldberg y melancolía a la Sarabande BWV 807. Turina, en cambio, no consiguió más que una versión poco cuidada del Prélude de la BWV 1007, con notas fuera de sitio y un fraseo poco fluido.
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