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Sonerías. XVI Bienal de Flamenco. Farruquito. Baile, Música, Letras, Coreografía y Dirección: Juan Manuel Fernández Montoya, Farruquito. Cante: Pedro Heredia el Granaíno, Antonio Zúñiga, Ángela Bautista, Mara Rey. Guitarras: Antonio Rey, Román Vicenti. Piano: Jaime Calabuig Jumitus. Bajo: Alain Pérez. Percusión: Isidro Suárez, Antonio Moreno Polito. Fecha: Martes, 21 de septiembre. Lugar: Teatro de la Maestranza. Aforo: Lleno con las localidades agotadas.
Noche de máxima expectación en el Maestranza, que reunió no sólo a artistas y aficionados al flamenco, sino a un buen número de personalidades de todas las esferas. La ocasión, la vuelta de Farruquito a la Bienal de Sevilla, lo merecía.
En el escenario, la barra de un bar y, a la derecha, una banda con la primera sorpresa de la noche: Moncho cantaba sus boleros mientras por el patio de butacas llegaban los flamencos. Esta vez, el nieto de Farruco intenta contar una historia, sencilla y naïf, pero una historia: el encuentro entre dos culturas musicales en un bar de La Habana. El espectáculo prometía pero, poco a poco, fue acabando con las ilusiones de la platea. Las razones fueron varias.
En primer lugar, porque cuando se intenta llevar tal cual al escenario una situación de la vida cotidiana, por muy sencilla que sea, el resultado no puede ser otro que el fracaso. El escenario, se ha repetido mil veces, tiene sus leyes, sus medidas... muy diferentes de las de la vida real. Por qué si no iba a ser tan raro encontrar un buen director. En Sonerías, cuando habla Farruquito no se le oye, los artistas se mueven de forma desorganizada y el trabajo, aunque breve y variado, no alcanzó un ritmo coherente. No es nada fácil teatralizar. Por no hablar de que, quizá por tratarse de un estreno, parecía más un ensayo que un espectáculo: el sonido fue malo y no dejó oír bien a los cantaores, las luces ayudaron poco y el cuerpo de baile (cuatro mujeres) hubiera necesitado muchos ensayos más -y, probablemente, un tiempo mayor de aprendizaje- para hacer un trabajo menos caótico.
La verdad es que esa sensación de improvisación, de que todo vale, le abre pocas puertas a un artista en el siglo XXI. Pero lo más decepcionante de Sonerías, al menos para los que amamos el baile de Farruquito, para los que lo hemos disfrutado tantas veces, ya sea en un gran teatro, ya sea en un polideportivo del Aljarafe, es que este gran bailaor, con menos de 30 años, ha decidido regalar su baile con cuentagotas. Un hermoso atisbo de soleá -con lo que es Farruquito bailando por soleá-, un par de letras de un taranto, unas sevillanas bastante atléticas y poco más. Ni siquiera una bulería en el fin de fiesta, aunque eso sí, cantó y tocó la guitarra.
Pero ésa ha sido su decisión y hay que respetarla, aunque la decepción fue generalizada.
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