Fallece Kilar, el compositor que 'Drácula' descubrió al mundo

El músico, que trabajó con cineastas de su país como Wadja, Polanski o Kieslowski, firmó en el popular filme de Coppola su obra maestra

Fallece Kilar, el compositor que 'Drácula' descubrió al mundo
Fallece Kilar, el compositor que 'Drácula' descubrió al mundo
Carlos Colón Sevilla

30 de diciembre 2014 - 05:00

Cuando Coppola le encargó la partitura de Drácula el mundo descubrió a Wojciech Kilar. Tenía entonces 60 años, una solida obra concertística reconocida desde los años 60 y era uno de los compositores más destacados del cine polaco desde su primera banda sonora compuesta en 1959. Pero ni sus obras de concierto, reconocidas desde el éxito de su Oda a Bela Bartok que le valió el premio de la Fundación Lili Boulanger, su poema sinfónico Krzesany o la cantata Exodus; ni haber compuesto las bandas sonoras de prestigiosas películas de los internacionalmente reconocidos Wajda (La línea de sombra, La tierra de la gran promesa, Crónica de los sucesos amorosos), Kieslowski (El punto de vista del guardián nocturno, El azar, Wherever You Are) o Zanussi (La estructura de cristal, La amante del asesino, Iluminación, De un país lejano, El año del sol tranquilo, Paradigma, Maximiliano Kolbe, El toque silencioso) le habían valido para ser conocido fuera de Polonia, salvo en círculos cinéfilos o musicales muy reducidos. Ni tan siquiera algunas incursiones, pocas, en el cine francés lo lograron. Hasta que llegó Coppola.

Convertido tras Drácula en un maestro popular e internacionalmente reconocido, Kilar nunca abandonó su Polonia natal. Sus incursiones más importantes tras Drácula estuvieron ligadas a su connacional Polanski (La muerte y la doncella, Lunas de hiel, La novena puerta, El pianista) y al gran James Gray, que utilizó temas suyos. Tímido, reservado aunque a la vez extraordinariamente afable, católico fervoroso de misa diaria, amigo de Juan Pablo II, polaco hasta la médula que sufrió en su adolescencia la invasión nazi y durante la mayor parte de su vida la dominación soviética, Kilar amaba profundamente su tierra y su discreta forma de vida en su muy querida ciudad de Katowice, en la que ha fallecido a los 81 años. La justa fama internacional de su Drácula, una de las mejores partituras sinfónicas de la historia de la música cinematográfica, no le cambió.

También fue fiel a su inspiración. Tentado por la experimentación radical en los años 60 tras asistir a los famosos, radicales y sectarios cursos de música de Darmstadt, etapa representada por sus obras Riff 62, Generique o Diptongos, encontró su propio camino a través de un lenguaje musical tonal que no renuncia a las conquistas de la modernidad -sobre todo el minimalismo y la herencia de su muy amado Bartok- pero fundiéndolas con formas musicales tradicionales inspiradas sobre todo en el folclore de las montañas polacas y en los cantos religiosos populares.

Drácula fue su obra maestra en el cine. Desde que John Williams volviera a poner de moda la escritura sinfónica de corte clásico en los años 70 con Tiburón y La guerra de las galaxias, no se había oído una partitura a la vez tan personal y tan respetuosa para con la visualidad de la película y sus intenciones subyacentes. Sobre todo la de convertir la novela de Stoker en una desesperada e imposible historia de amor. Coppola tenía un instinto infalible para encontrar los compositores idóneos: Nino Rota para El Padrino, David Shire para La conversación, Tom Waits para Corazonada, John Barry para Cotton Club... Y Kilar para Drácula. La compuso con total libertad. Se cuenta que cuando le preguntó sobre sus ideas para la música de la película, Coppola le dijo: "Yo ya he hecho mi trabajo. Haga ahora usted el suyo".

Kilar visitó Sevilla en 1995, invitado por los extintos Encuentros Internacionales de Música de Cine, interpretando la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, dirigida por Marek Pijarowski, un concierto en el Teatro de la Maestranza cuyo programa incluía su música sinfónica y cinematográfica.

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