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Fallece Carlos Álvarez-Novoa

El ganador del Goya al mejor actor revelación por 'Solas', que le consagró a los 59 años tras más de tres décadas de carrera en los escenarios, fue un hombre culto y de ideas progresistas.

Fallece Carlos Álvarez-Novoa
Manuel J. Lombardo / Sevilla

23 de septiembre 2015 - 10:11

Se diría que Carlos Álvarez-Novoa, fallecido ayer en Sevilla a los 75 años de edad, era uno de esos actores nacidos para interpretar algún día al Quijote, a su querido y estudiado Valle-Inclán o a Juan Ramón Jiménez. De hecho, la última vez que lo vimos en la pantalla fue en el biopic del poeta de Moguer, La luz con el tiempo dentro. Aunque para el gran público, Álvarez-Novoa será siempre el abuelo y vecino de Solas, aquella película de Benito Zambrano que daba el pistoletazo de salida al nuevo cine andaluz y que lo convirtió, junto a María Galiana, en uno de esos rostros veteranos que iban a figurar, casi siempre en papeles secundarios ajustados a su edad, en un gran número de cortos de jóvenes debutantes (a los que siempre se prestó generosamente), largometrajes (El hijo de la novia, Los años bárbaros, Elsa y Fred, Los muertos no se tocan, nene, De tu ventana a la mía) y series de televisión (Cuéntame, Gran Reserva, El Ministerio del Tiempo, El Príncipe,Carlos, el Rey Emperador), donde también se prodigó bastante en los últimos años. Paradojas de la vida, conseguiría por aquel papel un Goya a mejor actor revelación cuando tenía ya 59 años y más de treinta de carrera a sus espaldas en los escenarios.

Asociado al emergente cine andaluz, Álvarez-Novoa era, sin embargo, un asturiano de La Felguera, Langreo (n.1940) y un hombre de teatro, ya desde finales de los años 50, donde formó parte de algunos grupos combativos y comprometidos como TEU y Los Goliardos, antes de afincarse definitivamente en Sevilla.

Su buena planta, su pelo canoso, la barba poblada y unas reconocibles ojeras construyeron la sólida imagen de bonhomía (natural) del actor ya veterano, aunque tal vez era su dicción limpia, grave, honda y pausada, su irrenunciable acento asturiano, lo que hizo de él un intérprete realmente singular. No hablaba demasiado, sin embargo, en uno de sus contados papeles protagonistas en el cine, el de Las olas, de Alberto Morais, donde aparecía como un suerte de espectro vagante en vida enfrentado a los dolorosos recuerdos de la guerra y el pasado, camino de la frontera del exilio. Por ese personaje obtuvo también uno de sus premios más importantes en el Festival de Cine de Moscú.

Hombre culto, de ideas progresistas y talante libertario, Álvarez-Novoa fue también (y sobre todo) un incansable, generoso y entregado profesor de Literatura de enseñanza media, dramaturgo (Cigarras y hormigas, La Merecedora, Pajaritos 27) y director teatral. Precisamente estos días sigue de gira por Andalucía y Portugal su última obra, Adúlteros, que interpretan María Alfonsa Rosso y Manuel Monteagudo para la compañía La Fundición.

A su muerte, a los 75 años, deja esposa y dos hijos y, pendiente de estreno, la película La novia, una adaptación del drama Bodas de sangre de Federico García Lorca que, dirigida por Paula Ortiz, acaba de presentarse en el Festival de Cine de San Sebastián.

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