"Falla es para mí el fuego"
María Parra. Pianista
La intérprete Parra completa con 'Mouvement' un díptico de tono autobiográfico que la ha llevado de las ensoñaciones infantiles de Schumann a la 'Fantasía' de Manuel de Falla.
La ficha
'Mouvement' (obras de Debussy, Granados y Falla). María Parra, piano. Orpheus.
Recién instalada en Madrid a finales del pasado mes de agosto, María Parra Peñafiel recibió una llamada fatal, que le anunciaba la muerte de su padre, el pintor y poeta de Villarrobledo Alfonso Parra Domínguez. "El 31 de agosto empecé la edición del disco. Al día siguiente me dieron la noticia de la muerte de mi padre. Él vivía en La Mancha, en medio del campo. Tuve que irme para allá, enterrarlo, y luego inventariar y poner a recaudo los cuadros que tenía desordenados por la casa... Fueron unos días tremendos. Cuando regresé a Madrid el día 4 me derrumbé".
-Pero siguió adelante con el disco…
-El mejor homenaje a mi padre era hacerlo. No me podía quedar parada. Aunque en el sello discográfico todo fueron facilidades, el mismo día 5 estaba otra vez editando con Jesús Trujillo.
-Hubo tiempo de añadir en la carpetilla del CD una dedicatoria a su padre, ¿qué hay de él en este trabajo?
-Él es el culpable de que yo sea lo que soy. Si María Parra no hubiera podido escuchar la inmensidad de música que, como si fuera un disc-jockey, pero un dj con una cultura inmensa, él puso para mí, no habría llegado hasta aquí. Era la persona más culta que he conocido nunca, podía hablar de todos los compositores imaginables, relacionarlos unos con otros y a cada uno con la literatura o la filosofía de su época. Era una especie de esponja. Vivía con una voracidad absoluta por empaparse de todo lo que tuviera que ver con las artes. Y yo viví todo eso con normalidad. De niña, yo pensaba que lo normal era que todo el mundo escuchara música clásica en su casa, que todo el mundo supiera quiénes eran Brahms o Falla. Sin él, yo no habría podido tener esa inclinación por el arte desde pequeña. Empecé con la danza a los 4 años. A los 8 me ofrecieron estudiar música y me pedí el arpa, pero en el Conservatorio de Tarragona, donde vivíamos, no había arpa, así que escogí el piano.
-¿Se entiende Mouvement como continuación de su primer trabajo discográfico, aparecido a finales de 2014, Rêverie?
-Aunque no sea necesario conocer Rêverie para acercarse a este otro disco, mi intención ha sido crear un díptico, sí. Rêverie tiene que ver con las ensoñaciones de la juventud, cuando uno se plantea quizá algo tan imposible como ser pianista o, ya totalmente impensable, concertista. Por eso el disco incluye obras que grandes compositores hicieron pensando en los niños [Escenas de niños de Schumann, El rincón de los niños de Debussy].
-A su lado, hay piezas de Albéniz y Granados, ¿qué relación tienen con su propia biografía?
-En mi formación hay un periodo importante que tiene que ver con Alicia de Larrocha. Aquello fue un enorme regalo, que me encontré por casualidad, viviendo yo muy cerca de Barcelona, ella retirándose de los escenarios allá por 2003. Trabajar con un auténtico grande de la música es muy difícil. Fue una bendición. De modo que la música española pasó a formar parte de mí de una manera muy orgánica, porque la he trabajado con una de las más grandes, y era algo que no podía eludir en mis discos. Es un poco como cerrar el círculo. Además ahí está también París, una ciudad muy importante en mi formación, después de lo que fue el periodo con Alicia. Eso generó en mí una enorme familiaridad hacia la música francesa, sobre todo hacia Debussy, al que siento muy cercano en ese aspecto casi etéreo y pictórico de su obra, esa especie de juego con la visualización del sonido. Y en aquel París de Debussy coincidieron muchos músicos españoles, por lo que en este segundo trabajo pongo a su lado otra vez a Granados (un Granados más breve), para centrarme en Manuel de Falla, con las Danzas de su Sombrero de tres picos y su obra maestra para el piano, la Fantasía Bética. Los sueños de la infancia, que articulaban el primer álbum, se concretan en este.
-Escoge tres preludios de Debussy que tienen que ver con el viento, ¿es así como entiende la idea de movimiento?
-El título de Rêverie salía de una de las Escenas de niño de Schumann. Mouvement es la tercera de las Imágenes de Debussy. En ellas veo el agua, y estos tres preludios son en efecto aire puro. Y para mí el carácter de las danzas de Falla es sobre todo fogoso. Lo típicamente español; más aún, andaluz, pasional, gitano. Falla es para mí el fuego.
-La Fantasía Bética es una obra virtuosística, audaz, pero no muy agradecida.
-La dificultad es más conceptual que técnica, hilar tensiones, distensiones, esas tres partes en las que yo la divido mentalmente. A mí no me costó demasiado. La trabajé con Alicia y en una clase ella la dio por resuelta. Pero es cierto que para un público no especializado es una música árida y difícil. Melódicamente no te da muchas satisfacciones y no es de fácil recepción. Pero para mí no dejaba de ser un reto y casi un deber grabar la obra después de haberla trabajado con Alicia.
-El disco termina con una obra propia, un tango dedicado a Martha Argerich.
-Tengo una faceta modesta de compositora. Y esta pieza surgió un poco por casualidad, de un acto espontáneo. Escuché a Martha Argerich tocar de forma maravillosa música de Piazzolla con Gidon Kremer, me emocionó. Nos conocíamos ya de antes y cuando la vi le dije que me había gustado tanto que iba a componer un tango para ella. Llegué a mi casa un 27 de noviembre, era jueves, al día siguiente tenía una grabación, el sábado me puse a componer, y me salió como si me lo dictaran al oído. El lunes lo tenía. Se lo entregué la siguiente vez que nos vimos, pero me dijo que ella no lo quería tocar, que era mío. Pasados tres años, he decidido grabarlo.
-Ha tenido que buscarse un nuevo sello, porque Verso, que editó su primer disco, desapareció. ¿Por qué Orpheus?
-Está Madrid de por medio. El CD empecé a gestarlo entre enero y febrero de este año. En julio decidí que me venía a vivir a Madrid, porque Madrid me acogió estupendísimamente bien hace dos años cuando saqué Rêverie. En su presentación en La Quinta de Mahler conocí a algunas personas con las se produjo una corriente de simpatía que ha fraguado en una amistad sincera, gente que me ha seguido muy de cerca en este tiempo, Jesús Trujillo, Félix Ardanaz, Gonzalo Pérez Chamorro... Ellos apostaron por mí, así que cuando me quedé huérfana de discográfica, fue muy fácil pensar en el sello de Félix, y él me dio toda la confianza.
-¿El díptico se convertirá en tríptico?
-No, si hay otro disco, me olvidaré de la música española. No sé, igual hasta me decido por la contemporánea. Ahora mismo mi deseo es moverme mucho por esta ciudad, porque me vine con mis dos hijas, que también son artistas, y vinimos a trabajar duro.
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