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Falla y el flamenco

Extramuros publica en facsímil el ensayo que el compositor escribió en torno al cante jondo en el año 1922.

Juan Vergillos

17 de julio 2016 - 05:00

EL CANTE JONDO (CANTO PRIMITIVO ANDALUZ). Extramuros, Facsímil de la primera edición de 1922, 34 pp.

Esta obrita se editó de forma anónima en 1922 con motivo de la celebración del Concurso de Cante Jondo de Granada en 1922. En él resumió el músico Manuel de Falla, pues la obra era de su autoría, sus reflexiones en torno al flamenco, basadas más en la intuición que en la investigación rigurosa. La obra entronca con la teoría romántica del cante jondo que tuvo su cenit en el siglo XIX con Antonio Machado Álvarez y su Colección de cantes flamencos (1881) y que aún continúa vigente, pese a haber sido refutada en numerosas ocasiones por la investigación. Esta teoría tiene como elementos fundamentales el primitivismo, esto es, el menosprecio del presente respecto a una supuesta y mítica edad de oro, la condición de arte natural, no profesional, y el carácter racial (gitano, árabe) del invento, a lo que se suma, en el caso específico de Falla el elemento religioso, tan presente en su vida y su obra, que se concreta respecto al flamenco en la asunción por parte de la Iglesia española de los cantos litúrgicos bizantinos, de donde derivaría lo que Falla llama en esta obra el "enharmonismo", así como otros elementos musicales característicos de lo jondo.

Como vemos, la teoría romántica adquiere en Falla los matices propios de la coyuntura en que se escribió la obra, la necesidad de una ayuda económica para el Concurso por parte del ayuntamiento de Granada, el último reducto árabe en España, y de la religiosidad de su autor.

Falla ve el cante flamenco, según señala en esta obra, como una "música natural", "del pueblo", negándole lo que tiene de artificio, composición, estilización y profesionalismo que, como es obvio, sí concedía a sus propias creaciones. Es decir, imponiendo una distancia clasista entre ambas disciplinas musicales. Y esa sigue siendo la norma, cuando se interpreta la música flamenca de Falla. Una norma llevada a la máxima expresión hoy por los aconteceres históricos de ambas disciplinas. Quizá dentro de poco escuchemos y contemplemos la música flamenca de Falla (o Albéniz, o Turina, etc.) arreglada y dirigida por un flamenco, en lugar de un clásico, como ocurrió muchas veces en el pasado, y veremos como en el fondo de ella late con fuerza la ira de la seguiriya, la melancolía de la soleá, la solemnidad de la farruca y la fiesta de la bulería. La minucia deliciosa que Enrique Morente hizo con Granada de Albéniz marca, una vez más, el camino a seguir. Mientras, seguiremos disfrutando de El Amor Brujo, una obra por cierto escrita por Falla para la voz y el baile de Pastora Imperio, en la deliciosa versión grabada por La Argentinita en Nueva York en 1942 que, por ahora, sigue siendo la grabación flamenca de referencia de la misma, en lo que a lo puramente musical se refiere. Respecto al baile, la versión que firmó Antonio Ruiz Soler de El sombrero de tres picos es sin duda la cumbre de las coreografías con músicas de Falla.

Esta visión romántica y clasista de Falla que en muchos aspectos sigue siendo hoy dominante en la percepción de lo jondo, y no sólo en el ámbito clásico, le impidió ver la desbordante energía y grandeza del flamenco de su tiempo, dominado en el cante por las figuras de Antonio Chacón, Manuel Torre o La Niña de los Peines, a los que Falla conoció, y en el baile por Pastora Imperio, Antonia Mercé, La Argentinita, Félix Fernández o Vicente Escudero, para los que Falla escribió obras como El Amor Brujo y El sombrero de tres picos. Por el contrario, su visión romántica y decadente, de la que este texto es buen ejemplo, le llevó a vetar la participación de los profesionales en el mencionado Concurso. Y ese fue el motivo del fracaso del mismo. Los primeros premios quedaron desiertos y los únicos ganadores, de galardones menores, fueron un joven de 12 años llamado Manolo Caracol, que con el tiempo llegaría a ser profesional, y tanto, de lo jondo. Y un anciano llamado Diego Bermúdez El Tenazas que había sido profesional en los Cafés Cantantes de su juventud pero que hubo de retirarse por una herida que le afectó al pulmón. A raíz de este fracaso del Concurso de Cante Jondo Falla dejó de escribir música flamenca buscando su inspiración en Cervantes, la música castellana para tecla y el mito del paraíso perdido.

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