Mamá cumple cien años

ORQUESTA BÉTICA DE CÁMARA | CRÍTICA

La Bética, Esperanza Fernández y Michael Thomas.
La Bética, Esperanza Fernández y Michael Thomas. / Federico Mantecón
Andrés Moreno Mengíbar

15 de junio 2024 - 23:58

La ficha

*****Programa: Obras de M. Navarro, J. Font de Anta, S. Romero, E. Halffter y M. de Falla. Violín: Alejandro Bustamante. Cante: Esperanza Fernández. Director: Michael Thomas. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Sábado, 15 de junio. Aforo: Tres cuartos.

En esta ciudad cualquier evento, sobre todo si es festivo y/o religioso, que se repita dos veces seguidas ya adquiere el marchamo de “tradicional”. Pero que una orquesta alcance los cien años de vida contra viento y marea y contra la ignorancia y el ninguneo de los hunos y los otros, no tiene importancia. Han tenido que llegar a tres cifras los años de edad de la Orquesta Bética de Cámara para que alcanzase méritos como para sentarse en el escenario del Teatro de la Maestranza, tras años de deambular tristemente por espacios diversos. Claro, es que haber sido fundada por un tal Manuel de Falla y haber tenido como primer director a un tal Halffter, cuando otro del mismo apellido dirigió el Maestranza durante catorce años, no deben parecer méritos suficientes para los responsables culturales de esta “Ciudad de la Gracia”.

Pero a pesar de todo, la Bética se subió al escenario del Maestranza para dar el mejor concierto que le recordamos desde hace muchos años. Con un programa formado por compositores que intervinieron directamente en la primera andadura de la orquesta, Michael Thomas, auténtico responsable de esta resurrección del conjunto, consiguió que sonase con una tersura, un empaste y una riqueza de colores impresionantes. Todas las secciones dieron lo mejor de sí mismas, sin un solo fallo ni desajuste, fieles a la batuta de un Thomas de mano firme, sentido del ritmo, del acento y del matiz. Soberbio Bustamante en el súper exigente concierto de Font de Anta (orquestado de forma brillante por el propio director bético), lleno de trampas técnicas resueltas de forma holgada con sonido ampuloso, denso y brillante. Y majestuosa Esperanza Fernández, una diosa jonda que sabe cantar como nadie las canciones de El amor brujo, a pesar de la deplorable amplificación del Maestranza.

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