Un Sorolla íntimo más allá de su leyenda
'Sorolla. Tierra adentro' | Exposición
La Fundación Unicaja dedica una muestra a los paisajes interiores del artista, una faceta alejada de sus emblemáticos retratos del litoral
A Joaquín Sorolla y Bastida (Valencia, 1863-Cercedilla, Madrid, 1923) le acompaña la fama de ser el pintor que mejor recogió en sus cuadros el alma luminosa del Mediterráneo: la brisa de la costa parece atravesar los lienzos en los que retrató el litoral del Levante, un escenario que abandonó para instalarse en Madrid pero al que volvería una y otra vez.
Pero el artista español más respetado de principios del siglo XX, un autor prolífico que dejó una producción abundante, fue más allá de su propia leyenda y trabajó con su pincelada suelta y certera, también, los paisajes interiores, extensiones a menudo deshabitadas donde renunció a los clichés de la visión romántica y que plasmó desde una serena y trascendente espiritualidad. La Fundación Unicaja dedica hasta el 30 de septiembre una muestra, Sorolla. Tierra adentro, a esa faceta menos conocida de este creador.
Unas 60 pinturas componen esta exposición cuyos fondos proceden del madrileño Museo Sorolla y que recorre algunos de los escenarios que fascinaron al autor, que comulgaba con la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza -donde se formarían sus hijos- que atribuía al paisaje una dimensión moral y concebía el contacto con la naturaleza como una valiosa fuente de conocimiento.
Sorolla. Tierra adentro, comisariada por la especialista Carmen Pena, traza así una geografía insospechada en la que cobran protagonismo los horizontes verdes y nublados de Asturias, la austeridad monumental de Castilla o la luminosa campiña andaluza. "La muestra ha sido un éxito allá donde ha ido", apunta la directora del Museo Sorolla Consuelo Luca de Tena, "y eso se debe a que los visitantes no esperaban encontrar un Sorolla así. Para el público ha sido un descubrimiento", asegura sobre un proyecto que ha recalado en La Coruña, Murcia, Toledo, Cuenca y Lisboa y que viajará a Málaga en octubre.
Aunque entre las obras iniciales del recorrido no faltan los motivos que hicieron inmortal al pintor -las escenas de playa, el retrato de los niños-, la exposición difunde al otro Sorolla, el que por ejemplo quedó maravillado por Granada. A la ciudad de la Alhambra y su comarca viajaría en varias ocasiones (1909, 1910 y 1917), y la huella que dejaría en su sensibilidad este lugar propiciaría que Sorolla reprodujera en su propia casa un jardín andaluz.
Otros escenarios del Sur que forman parte del catálogo son Jerez de la Frontera o Sevilla. A Jerez, cuenta Carmen Pena, Sorolla acudió para retratar la cultura del vino, los viñedos y las cosechas. Sus emocionantes escenas de hombres y mujeres vendimiando no fueron sin embargo idílicas. "Hay una enfermedad que afecta a las vides y que genera una crisis enorme, que afecta a los propietarios de esos terrenos pero también a los trabajadores. En medio de la miseria y la represión, ante una huelga salvaje, Sorolla se siente muy incómodo", relata la especialista, que define al autor como "un hombre que en sus ideas no era conservador, aunque haya críticas que aseguren lo contrario".
En Sevilla se resiste a pintar estampas taurinas. "Posee una visión que viene de la Ilustración y por eso no le gusta el espectáculo de la corrida", analiza Pena. En vez de interesarse por el coso, Sorolla prefiere pintar el traslado de los toros por la dehesa en composiciones en las que contrastan los raíles del tren, una contraposición en la que, como en su trabajo, se funden la tradición y la modernidad.
Sorolla se suma a la búsqueda de la identidad nacional que emprenden otros creadores, en un tiempo en el que el desastre del 98 lleva a replantearse una imagen de España alejada ya de las glorias del pasado. En Castilla, en ciudades como Toledo, Segovia, Ávila o Cuenca, se entrega a la "exaltación del patrimonio histórico", pero también a fenómenos geográficos como la hoz del Tajo. El pintor y amigo Aureliano de Beruete, "menos conocido hoy pero también de una sutileza excepcional", como señala Carmen Pena, le influye en su concepción del paisaje, pero también lo hacen esos maravillosos fondos que Velázquez incorporaba a sus retratos de la corte.
También la imagen de Valencia que sugiere Sorolla. Tierra adentro difiere de las imágenes más emblemáticas del creador. En esta ocasión, la paleta del pintor esboza barracas y huertas, ese universo que noveló su amigo Vicente Blasco Ibáñez.
El norte también tiene cabida en la obra de Sorolla, donde la estética luminista que caracteriza al pintor se atenúa en elegantes paisajes de San Sebastián o Muros de Pravia, en Asturias.
A pocos años de que se cumpla el centenario de su muerte, el pintor valenciano sigue manteniendo una extraordinaria popularidad y aún hoy es uno de los creadores que más interés suscita en el público. La muestra Visión de España, que albergó el Bellas Artes de Sevilla en 2009, congregó a 132.000 personas y todavía se recuerda como uno de los hitos en la historia reciente de la pinacoteca hispalense; en 2017 Caixafórum Sevilla abordó en otra exposición la predilección del artista por los jardines andaluces. El reencuentro con la obra del maestro que facilita la Fundación Unicaja confirma la pericia de un autor que supo cautivar a todos combinando su conocimiento de la tradición y una poderosa personalidad propia.
A la inauguración, este martes, acudieron el alcalde de Sevilla, Juan Espadas; la consejera de Cultura, Patricia del Pozo; el director general de la Fundación Unicaja, Sergio Corral, y el presidente de la entidad, Braulio Medel.
Sorolla. Tierra adentro es el segundo proyecto que alberga el centro que la Fundación Unicaja abrió en febrero en Sevilla, en el número 45 de la Avenida de la Palmera. La apertura del espacio se produjo con la muestra Los Machado vuelven a Sevilla, un acercamiento a los hermanos Machado a través de sus manuscritos que recibió 8.500 visitas. Una obra que cuelga de una pared enlaza las dos propuestas: es el retrato de Antonio Machado que realizó Sorolla para la Hispanic Society de Nueva York. "Son personajes que se complementan: uno fue socio [Sorolla] y otro alumno [Machado] de la Institución Libre de Enseñanza", compara la comisaria. "Sabemos que Manuel Machado visitó el estudio del artista cuando pintaba el retrato y que le dio indicaciones. Y hay otra cosa que les une: esa luz que está en los cuadros de Sorolla es algo que obsesionó a Antonio Machado, que en lo último que escribió hablaba de los días azules y el sol de la infancia".
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