La conquista de un espacio social
Exposiciones
El CAAC dedica la primera muestra en España a la argentina afincada en Londres Amalia Pica.
La artista se pregunta en su obra por la participación cívica, la escucha y el silencio.
La obra de Amalia Pica (Neuquén, Argentina, 1978) había sido solicitada por colecciones como la Tate Gallery de Londres, el Guggenheim de Nueva York o la Fundación Serralves de Oporto, pero no había protagonizado aún una muestra individual en España. Ahora, dentro de la línea expositiva que presta atención a autoras hispanoamericanas, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC)Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) le dedica una retrospectiva en que Pica repasa algunas de sus inquietudes, temas como la asociación y la participación cívica o el diálogo que la creación puede entablar con su público.
En una de las primeras piezas que se encuentra el visitante, la artista parte de conceptos matemáticos como el diagrama de Venn, con el que se representan las relaciones de intersección o inclusión, para remontarse a los años de su infancia, cuando la Junta Militar argentina prohibió las concentraciones y también eliminó la Teoría de Conjuntos de la escuela primaria "ya que podía proveer un modelo de pensamiento subversivo". La instalación utiliza sensores y reproduce coloridos círculos dependiendo de la interacción de los espectadores presentes en la sala, un aspecto que interesa especialmente a una artista que, entre sus intereses, se pregunta por el papel activo que tiene quien observa su trabajo.
Una de las instalaciones más llamativas, cedida por la Fundación Serralves de Oporto, ahonda en las nociones de comunidad y experiencia compartida. Unas piezas de metacrilato con diversas formas geométricas e intenso cromatismo que adornan la sala cobran otros sentidos cuando son manejadas por actores que crean intersecciones entre ellas. En la inauguración de hoy, Rubén Barroso y otros performers plantearán nuevas posibilidades recolocando estas obras y haciendo que interactúen entre ellas. La estancia ya no será la misma tras aquella intervención: la huella de lo humano, de lo social, alterará el paisaje.
Además de servirse de las matemáticas para interrogarse por las políticas públicas y las vivencias compartidas, Pica retrata dos tipos diferentes de multitud, la celebración y la protesta, que a veces se aproximan demasiado y se confunden en el imaginario de la autora, como sucede en la pieza que cierra el conjunto, Procession (Reconfiguration). En ella unas pancartas descartan un mensaje contestatario y reproducen, dibujados, vistosos banderines. Para Stabile (with confetti), otra obra destacada del recorrido, la artista ha contado con la ayuda de alumnos de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, que han esparcido y pegado con fixo por todo un pasillo piezas de confeti. Una propuesta que "pretende aferrarse a un momento de felicidad que suele ser efímero", dice Roxana Gazdzinski, coordinadora de una exposición a cuya inauguración no podrá asistir Pica por motivos de salud.
La idea de protesta preside (Un)heard (room) (La sala de lo nunca oído), una instalación producida por el propio CAAC y en la que Pica enyesa más de 200 objetos que suelen utilizarse en manifestaciones, como megáfonos, cacerolas o zapatos. La opción del yeso genera una paradoja: el nuevo formato impide que ya provoquen ruido, pero al mismo tiempo preserva esos artículos para la posteridad.
Que a Pica no le atrae un espectador pasivo se refleja en Eavesdropping (Escuchar a escondidas), un conjunto de vasos pegados a la pared que parecen invitar al público a que oiga lo que ocurre al otro lado, otro de los trabajos que gira en torno a la comunicación y la escucha de esta artista cuya vocación "proviene de ese deseo casi infantil de ser entendido", reconoce. "Puede que haya gente que se quede sólo en la forma geométrica de tus creaciones, que no llegue a todo lo que quieres decir, pero esa no es razón para no hablar", señala Pica, que si bien aparece en uno de los vídeos más antiguos que recoge esta muestra, On education (2008), en la que blanquea con tiza una estatua ecuestre de Simón Bolívar, dejó de protagonizar hace tiempo sus piezas. "Una mira su cuerpo de manera muy crítica. Sin embargo veo los cuerpos de los otros hermosos. Es por eso que decidí utilizar a otros en vez de a mí misma", explica la artista, que tras una beca en Ámsterdam se instaló en Reino Unido y ayer habló con la prensa por Skype.
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