Etimologías del canto

Lumen presenta la 'Poesía reunida' y los 'Aforismos' de Ramón Andrés en una entrega que contiene el último trabajo en verso del escritor navarro, 'Siempre Génesis', entre otros hallazgos.

El poeta, ensayista y musicólogo Ramón Andrés (Pamplona, 1955).
El poeta, ensayista y musicólogo Ramón Andrés (Pamplona, 1955).
Pablo Bujalance

02 de octubre 2016 - 05:00

POESÍA REUNIDA. AFORISMOS. Ramón Andrés. Lumen. Barcelona, 2016. 352 páginas. 23,90 euros.

Recomendaba Petrarca a quienes aspiraban a escribir poesía que antes de nada adoptaran el griego homérico como lengua materna y, a partir de entonces, ya se vería. El músico y escritor Ramón Andrés (Pamplona, 1955) es uno de esos raros poetas que aceptó rendirse al verso como camino a la gnosis y método de exploración para, como pretendía Goethe, vivir por espacio de tres mil años. La discreta, discretísima, aparición de un libro como Imagen de mudanza, publicado en 1987 con poemas escritos durante la década anterior (fue en 1978 cuando la rendición se dio de manera más determinante), apenas tuvo resonancia, como correspondía en un entorno literario cautivado, no sin cierta lascivia, por los a menudo fraudulentos atajos de lo que se vino a llamar poesía de la experiencia. Ahí estaba Ramón Andrés hablando de tú a Spinoza para una poderosa reivindicación de la libertad mística ("Lo mismo que un ramo en el agua / he visto caer la noche / mis días, el amor y su silencio") sin que nadie, en fin, prestara mucha atención. El siguiente envite, La línea de las cosas (Hiperión, 1994), sí ganó más adeptos, pero para entonces, muy a pesar de La amplitud del límite (DVD, 2000, saldado con la misma fortuna), en una intución no exenta de virtudes kerigmáticas, Ramón Andrés ya sabía lo quería hacer: sin abandonar la poética como praxis elemental, el autor tradujo su senda del conocimiento a una serie de ensayos de muy diversa índole, publicados todos en Acantilado, que rubrican una de las más páginas más brillantes y abrumadoras de cuanto ha dado la literatura española en lo que llevamos de siglo: Johann Sebastian Bach. Los días, las ideas y los libros (2005), No sufrir compañía. Escritos místicos sobre el silencio (2010), Diccionario de música, mitología, magia y religión (2012), El luthier de Delft. Música, pintura y ciencia en tiempos de Vermeer y Spinoza (2013), Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente (2015) y Pensar y no caer, de próxima aparición, constituyen como corpus un triunfo del pensamiento en su acepción más próxima al humanismo erasmista ante el que, la verdad, poco se puede decir más allá de la admiración. Pero he aquí que el verso, caprichoso y próximo al silencio, ha vuelto a hacer de las suyas en Ramón Andrés, quien dio por concluido el año pasado un nuevo poemario, Siempre Génesis, con la intuición de publicarlo en el corriente. Sin embargo, el editor Andreu Jaume decidió preparar para el sello Lumen un lanzamiento de mayor envergadura que incluía una selección de poemas extraídos de Imagen de la mudanza, La línea de las cosas y La amplitud del límite, así como tres compilaciones de aforismos: Puntos de fuga (2012-2015), Malas raíces (2010-2015) y Los extremos (2011). El resultado, con el título Poesía reunida. Aforismos sirve por sí solo como aproximación a un escritor único pero resulta especialmente revelador leído a la luz de los ensayos, como argamasa, si se quiere, del mismo corpus.

Siempre Génesis apunta, ya desde su título, a un argumento fundamental dentro del pensamiento y la obra de Ramón Andrés: la idea de que, frente a una noción ampliamente compartida de progreso, con abismos de separación entre los siglos a cuenta del desarrollo tecnológico y las metamorfosis sociales, el hombre es una criatura que habita siempre el comienzo. El principio abarca así desde el primer australopithecus hasta el homo wasap. Cada paso dado es siempre el primero: ni la transición del mito al logos quedó tan resuelta como ya pretendieron los antiguos alejandrinos, ni la Ilustración (ni mucho menos) dio cumplimiento a esta empresa de emancipación. No en vano empieza y termina Ramón Andrés el libro acordándose de Walt Whitman (y de Rilke, de camino), por cuanto la poesía únicamente puede ser una labor fundacional y por cuanto el mismo hombre no puede hacer más que fundar ("Otra vez, de nuevo aquí, / con la oscuridad del mundo / que es su lumbre"). Desde este límite articula Ramón Andrés su propio territorio poético, su distinción vital ("Los poetas, siempre pensando / en la proa hundida, en vez de cantarla / al surgir de las olas"), con una mirada cosmogenética a la naturaleza ("Los árboles mueren como lenguas maternas") brindada a numerosos paisajes navarros y vascos en una exultación del Norte como crisol mítico ("San Miguel de Aralar, / el águila vuelve / de un poema de Hölderlin") sin dejar atrás a Kant (... a mostrar que somos vacío / como es vacío el cauce / y no por ello dejan de crecer las cosechas) ni a Heráclito ("Quien empieza a escribir este poema / y el que va a terminarlo / no son el mismo hombre"). Siempre Génesis, el poema que da título al libro, resume con eficacia todas estas intenciones y regala una lectura bellísima y conmovedora, que contribuye a reconciliar a cuanto de humano queda en este tiempo con aquello que le corresponde, frente a las reducciones asesinas ("No haber engendrado / también es dar"). Como prólogo a los Poemas anteriores, Ramón Andrés advierte que accedió a rescatarlos por insistencia del editor; sirva como único apunte la evidencia de que Jaume tenía razón.

En cuanto a los Aforismos, especial mención merecen los reunidos en Malas raíces, ejercicio vertido (de nuevo a mayor gloria de la gnosis) a través de la etimología en el que más se parece Ramón Andrés al Erasmo que comentaba los adagios de Marco Aurelio. Más allá de la exégesis cirujana a la que son sometidas las palabras como instrumentos convencionales o arbitrarios, cabe concluir que Ramón Andrés se adentra desde todo el conjunto en la etimología del canto, como quiso José Ángel Valente: ruiseñor y cima ya son lo mismo.

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