Eterno ídolo de masas
Crítica Alejandro Sanz
Alejandro Sanz. Gira 'La música no se toca'. Voz y guitarra: Alejandro Sanz. Dirección musical y guitarra: Mike Ciro. Piano, teclados y voces: Alfonso Pérez. Viento, percusión, teclado y acordeón: Carlos Martín. Teclados y coros: Chris Hierro. Batería: Nathaniel Townsley. Trompeta, percusión menor y coros: Julie Acosta. Bajo: Brigitte Sosa. Guitarras acústicas y eléctricas: Brittany Denaro. Coros: Jackie Méndez y Sara Devine. Lugar: Estadio de la Cartuja de Sevilla. Fecha: Miércoles 19 de junio de 2013. Aforo: Lleno.
Uno es un ídolo cuando le basta anunciar fecha para poner de los nervios a todo su público. Cuando cada gesto suyo adquiere una entidad desmedida. Cuando cuenta incondicionalmente con el fervor de quienes le siguen, con todo lo que cuesta hoy día declararse incondicional. Cuando acude a Sevilla -con 253.426 parados-, un miércoles y con entradas a 38 euros mínimo y reúne a 25.000 personas.
Da igual que hayan pasado más de 20 años desde que viniera Pisando Fuerte a la Expo 92 en su primera aparición en Sevilla, porque quienes lo descubrieron entonces lo acompañan siempre. Los fans de Alejandro Sanz han crecido con él y han conseguido además que a las madres, que siempre les acompañaron, se les unan ahora parejas, amigos e incluso hijos, como si fuesen apóstoles encargados de expandir la filosofía Alejandro.
Probablemente, estos fans eran Beilebers antes de que Justin Bieber existiera. Y aunque las cifras de lipotimias hayan desaparecido, el miércoles volvieron a esperar largas colas, corearon cada letra y en un orden imposible hace décadas desalojaron el estadio cantando el mítico Viviendo deprisa, que el artista no incluyó en el repertorio.
Sólo había que respirar el calor, la emoción y el entusiasmo con los que le esperaban para encontrar dónde radica el poder del cantante. La magia de Alejandro está en su capacidad para permitir a los demás sentirse adolescentes, con la liberación que esto supone para el corazón y la cabeza. Es curioso pero a sus conciertos acuden hasta quienes nunca lo confesarían, quizás por temor a mostrar una debilidad. Por eso, había risas en encuentros inesperados a pie de pista: "¿A ti también te gusta Alejandro Sanz?".
Con este ambiente, es normal que el cantante se sintiera en casa y mostrara una actitud más cercana, espontánea, bromista e incluso pícara que nunca. También mejor forma que nunca y mejor voz que en tiempos. Desde que pisó a las 22:30 el escenario no dejó de piropear "a la tierra del arte". "Sevilla se merece todo y yo no me quiero ir de aquí esta noche", repitió con todas las versiones posibles el artista, que anudó una bandera blanca y verde al micro e hizo honores patrios con un "Viva Andalucía".
Empezó Llamando a la mujer acción, un tema de su último disco que define a la perfección el sello que ha querido imprimir a esta gira. La propuesta que Alejandro anunciaba como una vuelta a los sonidos de los 80 fue efectivamente un cambio de tercio en sus directos.
Los 18 temas elegidos apenas dieron pie a la melancolía. Por el contrario, Alejandro sacó su lado más roquero-popero y obvió las grandes baladas, el recuerdo a piano de las letras de Juan Carlos Aragón, tan agradecidas en Sevilla, o el guiño flamenco. Tampoco recordó nada de sus comienzos ni sonaron clásicos como La fuera del Corazón o ¿Lo ves?.
Lo que buscó por encima de todo fue la alegría. Más un "juntos podemos seguir soñando" que una invitación a la lágrima. Por eso, cobraron especialmente sentido letras como No es lo mismo, ritmos como los de La Habana o el legendario Corazón partío, cantos al amor como Nuestro amor será leyenda o Para que me quieras y declaraciones de intenciones como la que da título a la gira La música no se toca. Aunque también reservara un lugar a los vitoreados Amiga mía o Y si fuera ella, con los que concluyó la cita cerca de la una.
Los anunciadísimos duetos que hacían del concierto en Sevilla una cita "única" no sirvieron, sin embargo, para mucho. La más aplaudida fue la versión de No me compares con Manolo García y la de Pablo Alborán en la genial Mi marciana. Por lo demás, Malú estuvo desacertada en la elección del tema, David Bisbal perdido en la letra y en los tonos, y el británico Jaime Cullum, plano al piano en Veinte años. También hubo problemas de sonido que hizo que, en ocasiones, se oyera más al genial elenco de los once músicos internacionales que componían la banda que a las propias voces.
Sí que fue completamente espectacular la escenografía de Luis Pastor en el recinto proyectado por los arquitectos Cruz y Ortiz, porque ofreció una visión tridimensional del escenario con un juego sencillo de luces, pantallas y estructuras básicas.
Aunque, en realidad, el placer de ver a Alejandro Sanz esté en cosas mucho más simples. Al fin y al cabo (y con el perdón de Julio Iglesias) es el cantante que precisa menos voz para hacer que un estadio se desgañite. Algo tendrá este eterno ídolo de masas.
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