Eterno Harry Bosch
RBA publica una nueva entrega del inspector creado por Michael Connelly inspirándose en el mejor Chandler.
Cuesta abajo. Michael Connelly. Trad. Antonio Padilla.RBA Serie Negra. Barcelona, 2013, 426 páginas. 21 euros
De Michael Connelly (Filadelfia, 1956) cuentan que conoció la obra de Raymond Chandler a través del cine, que quedó tan encandilado con la versión de El largo adiós que filmó Robert Altman que llegó a alquilar el apartamento en el que vivía Philip Marlowe en aquella película. Quizás allí se devoró de pe a pa a los grandes clásicos del género mientras trabajaba como periodista para el Los Angeles Times. Que fuera en aquel apartamento donde pariera a uno de los personajes más destacados del noir contemporáneo entra ya en el terreno de la leyenda. Fuera o no verdad, no deja de ser bonito pensar que fue allí, en aquel piso con terraza con vistas a las estribaciones de la Sierra de Santa Mónica, donde Connelly creó a Harry Bosch.
Bosch hizo su aparición en 1992 con una novela titulada El eco negro, que obtuvo aquel año el premio Edgar que otorga la asociación americana de escritores de misterio (este año lo ha ganado Dennis Lehane con Vivir de noche). Cuesta abajo, la obra que acaba de llegar a las librerías españolas, es la decimoséptima novela protagonizada por Bosch. Quien quiera empezar por el final y no pretenda leerse las dieciséis novelas anteriores de un tirón, algo que no hace falta para disfrutar de la última, debe saber varias cosas del personaje.
Su verdadero nombre es Hyeronimus Bosch y fue bautizado así en homenaje al Bosco. Su madre, una prostituta de Los Ángeles, era una apasionada del pintor flamenco y, en especial, del Jardín de las Delicias. Aquella meretriz con gusto por el arte y con tan mala suerte en la vida fue asesinada cuando el pequeño Harry apenas tenía 11 años. De mayor, ya en el LAPD, investigaría el asesinato de su madre. Pasó su adolescencia en varios correccionales y, cuando cumplió la mayoría de edad, se alistó en el Ejército y fue enviado a Vietnam. Allí formó parte de la unidad que rastreaba los túneles para comprobar si había dentro algún enemigo, también conocida como las ratas de túnel. Aún sueña a veces con la guerra y se despierta creyendo que sigue atrapado en un subterráneo.
Al volver de Vietnam ingresó en la Policía de Los Ángeles, donde tras varios años hizo una carrera en Homicidios hasta ser destinado a la unidad de Casos Abiertos/No Resueltos. Este departamento de la Policía angelina está especializado en la investigación de crímenes cometidos décadas atrás y que aún no han sido esclarecidos, sobre los que aparece alguna nueva pista a la que se aplican los métodos y tecnologías del siglo XXI. En su sección se acumulan miles de casos antiguos a la espera de que aparezca algo, de que un cruce de información en alguna base de datos haga saltar ese clic que active la maquinaria del investigador, que pueda relacionarse un crimen de hace décadas con uno más reciente y abrir uno de esos libros de homicidio para los que ya ni siquiera se fabrican las carpetas.
Bosch es un tipo con fecha de caducidad. Está punto de jubilarse y la Policía le ha concedido una prórroga para que trabaje unos años más. Mientras espera, aburrido, que le llegue un caso, de buenas a primeras se enfrenta a dos a la vez. Uno es una investigación antigua, el asesinato de una joven hace dos décadas, sobre el que aparece una nueva prueba. Otro es el aparente suicidio del hijo de un concejal de Los Ángeles, ex policía y enemigo acérrimo de Harry Bosch. Es, sin embargo, el concejal quien pide que sea Bosch el que investigue la muerte de su hijo. Se lo encarga porque recuerda bien el lema del viejo policía: "O bien todas las personas cuentan o bien no cuenta ninguna".
A raíz de ahí, Bosch se enfrasca en las dos investigaciones paralelas, mientras la cúpula de la Policía le presiona en el caso del concejal y se olvida de la joven asesinada veinte años atrás. Porque sólo para Bosch cuentan igual el hijo del edil que la chica muerta en los años 80. Y, si en una tiene que vérselas con la política, sus corruptelas y sus bajuneos, en otra persigue a un depredador con mayúsculas, un tipo que sigue suelto por ahí después de haber cazado. Connelly dejó el periodismo en el cuarto libro de Bosch, pero lo sigue ejerciendo a su manera, como lo hizo David Simon a través de The Wire.
Cuesta abajo llega a las librerías españolas después que su predecesora en orden cronológico, La caja negra, que fue publicada antes en español porque obtuvo el premio RBA a la mejor novela negra en 2012. Este sello es el que ha publicado ambas obras, las dos últimas de Connelly, dotando así de más calidad si cabe al ambicioso proyecto de su Serie Negra. Con Cuesta abajo, RBA despide en plena forma un 2013 en el que ha traído a España lo último de nórdicos como Nesbo e Indridason y de americanos como el citado Lehane, ha rescatado joyas inéditas de grandes clásicos americanos como Jim Thompson, Ed McBain o James M. Cain y ha reunido en un precioso volumen titulado Disparos en la noche todos los cuentos de Dashiel Hammett. Y 2014 lo empieza a tope, con la publicación en enero de la nueva novela de Philip Kerr, que Enric González -que no ha podido esperar a la traducción- ya ha colocado en el tercer puesto de su lista de los diez mejores libros del año.
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