Esplendor y miseria del Renacimiento
clásica
Jordi Savall homenajea al compositor flamenco Heinrich Isaac en el quinto centenario de su muerte.
La ficha
'Henricus Isaac nel tempo di Lorenzo de Medici & Maximilian I'. La Capella Reial de Catalunya. Hespèrion XXI. Jordi Savall. Alia Vox.
La figura del compositor flamenco Heinrich Isaac (c.1450-1517) puede servir como modelo para estudiar la carrera de un gran músico europeo en una época crucial del desarrollo cultural de Occidente. De la misma generación que Josquin Desprez, Isaac forma junto a él y a otros grandes compositores franco-flamencos nacidos a mediados del siglo XV (Brumel, De la Rue, Agricola, Obrecht…) la escuela que iba a definir las reglas de la música europea durante el siglo siguiente.
El soberbio florecimiento cultural de la corte de Borgoña durante buena parte de esa centuria fue paralelo (quizá causa) al extraordinario influjo que los compositores flamencos iban a ejercer en toda Europa. Resulta curioso cómo Italia, que en el siglo XIV había albergado centros muy activos de ars nova, deja en el XV de aportar compositores al acervo común europeo. En su lugar, empezó a adoptarlos, y los mejores llegaban de Flandes. Como Josquin, Isaac hizo también lo más importante de su carrera en Italia. De hecho, su vida nos es casi desconocida hasta que en 1485, después de pasar algún tiempo en Innsbruck, se encuentra en Florencia como cantor en el Baptisterio de San Giovanni. El músico participó activamente en la vida de la ciudad, manteniendo unas estupendas relaciones con los Médici, que no tenían capilla propia, pero que sostenían con su mecenazgo todo el esplendor cultural florentino.
La entrada del ejército francés en la ciudad en 1494, que acabaría con la expulsión de los Médici y el ascenso de Savonarola, haría incómoda la estancia de Isaac en Florencia, especialmente por la conocida inquina del predicador dominico contra las artes. En 1496, el músico vuelve a atravesar los Alpes y aprovechando que el emperador Maximiliano I estaba reconstituyendo la antigua capilla borgoñona empieza a trabajar a su servicio en Viena, ahora como compositor. Las condiciones de su nuevo contrato debieron de ser generosas, pues Isaac viaja con bastante libertad en los siguientes años y aspira a la maestría en la corte de Ferrara, un puesto que finalmente lograría Josquin. La restauración de los Médici en 1512 le permite volver a su querida Florencia, ya anciano, para recibir el reconocimiento de sus patrones con una pensión vitalicia, que pronto se vería complementada con otra del propio emperador.
Al frente de su Capella Reial de Catalunya y su Hespèrion XXI, Jordi Savall ha sido uno de los pocos músicos que ha querido recordar el aniversario de la muerte de Isaac con un disco especial, que organiza, como suele hacer en estos casos, en forma de recorrido biográfico, lo que le permite atender a los distintos géneros cultivados por el maestro flamenco. Se incluyen piezas puramente instrumentales, algunas bien conocidas como La morra, otras claramente vinculadas a acontecimientos concretos, como A la battaglia, escrita con motivo de la hostilidades desatadas entre Florencia y Génova en 1587 por el castillo de Sarzanello; o el muy curioso motete instrumental La Sol La Mi, dedicado en 1502 al duque de Ferrara, durante el tiempo en que se postuló como su maestro de capilla.
Por supuesto se incluye el mayor éxito profano del compositor, su encantadora canción Innsbruck, ich muss dich lassen (Innsbruck, debo dejarte), un tema que se hizo muy popular sobre todo en los años 1520, y que se ofrece también en la versión sacra que alguien haría por entonces, vinculada a la reforma protestante. Con todo, el grueso del álbum corresponde a sus motetes, de diversas tipologías, formatos y texturas, y entre los que destaca el lamento fúnebre por la muerte de Lorenzo de Médici, que marcaría tendencia, o los extraídos de su magna obra, el Choralis Constantinus, una serie de noventa y nueve ciclos para todas las festividades y domingos del año litúrgico, incluidos el ordinario y el propio de la misa, que fue completado por su mejor discípulo, Ludwig Senfl, un músico que habría de convertirse en el más influyente compositor alemán de su generación, figura esencial del arte musical luterano. Fue en efecto en aquel mismo año de 1517 cuando Lutero dinamitó la sociedad europea de su época al clavar en las puertas de la iglesia del palacio de Wittemberg sus famosas 95 tesis, momento fundacional de la Reforma. El Renacimiento trajo el fulgor artístico que aún nos asombra, pero también el conflicto que habría de transformar por completo la vida común de los europeos.
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