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La corrida de El Torreón (propiedad de César Rincón), bien presentada, dio un juego variado. Ni Enrique Ponce ni José María Manzanares estuvieron muy finos con sus respectivos lotes. Y el sevillano Daniel Luque, que se presentaba como matador de toros en la Maestranza, fue el único que puso toda la carne en el asador, aunque tampoco consiguió trofeo alguno. El espectáculo contó con momentos de gran esplendor a cargo de varios toreros de las cuadrillas. El banderillero Curro Robles prendió dos grandes pares al sexto, exponiendo sobremanera en el segundo, en el que clavó con agallas en la cara, llevándose un pitonazo en un derrote violentísimo del toro. El público lo ovacionó puesto en pie, entre tanto sonaba un pasodoble. Curro Javier se lució al prender los garapullos al quinto. También brillaron los picadores Manolo Quinta, quien se agarró en un gran puyazo al cuarto, por lo que fue ovacionado, y Pedro Morales Chocolate propinó una gran vara al quinto, también premiada con otra ovación. Pero ahí no quedó todo. José María Tejero se convirtió en un firme candidato para el premio del quite al riesgo, al cortar el viaje al colorao Bonoloto, haciendo que el premio gordo le tocara a Curro Robles, quien iba camino de ser cogido, ya que el astado hizo hilo, le ganaba por pies y estaba a punto de empitonarle. José María ya había brillado en un gran par al cuarto, también ovacionado.
Enrique Ponce no convenció. Abrió la espita de la esperanza con el primer toro, precioso de lámina, noble, pero que se rajó pronto. Lo hizo al lancear a la verónica, con una media, y en una apertura de faena muy torera, con reposo y relajado. Pero el valenciano no pasó de entonado en una labor en la que faltó ligazón, con un astado justito de fuerzas, que acabó buscando tablas. Con el deslucido cuarto, también apuntó algunos muletazos buenos por el pitón derecho. Pero la faena no acabó de arrancar con un Fandanguito, también a media voz, que se rajó.
José María Manzanares tampoco brilló especialmente ayer. Faena a medias al segundo, un astado que se rajó y acabó en tablas. Lo mejor, una serie con la diestra, rematada con un gran pase de pecho. Y otra más, también corta, de tres muletazos ligados a un interminable cambio de mano. Luego, chispazos, con la izquierda, como algún precioso ayudado. Fueron los momentos de mayor expresión artística. Pero duró lo que un suspiro. La verdad es que Obstinado se obstinó en no entregarse y el torero tampoco llegó a romper la barrera artística. Con el quinto, que acabó parado y reservón, el alicantino llegó a cansar al público. Aquí el obstinado y perseverante fue el propio Manzanares, queriendo sacar agua de un pozo seco. Tanto se alargó en el vacío trasteo, que incluso hubo gritos para que cortara una labor que acabó siendo plúmbea.
Daniel Luque contó con peor material que sus compañeros. Por encima de todo, destacó su disposición. De muy mala condición y muy manso fue el tercero. Comisario acabó en chiqueros, como celoso guardián de su propia mansedumbre. El sevillano pudo lucirse algo con la diestra en la faena al complicado animal, sin entrega y escarbador, con el que se peleó, sacando por momentos algunos muletazos de buen trazo, especialmente con la diestra, y otros de adorno, como algún trincherazo de calidad. Se tiró a matar con agallas y enterró el acero. La tardanza en caer el toro le supuso dos avisos y que el veredicto del respetable quedara en una fuerte ovación.
Sin duda, para el público, una tarde más. Si bien, el aficionado al que le gusta paladear hasta el más mínimo detalle pudo saborear varios momentos espléndidos, especialmente a cargo de varios toreros de las cuadrillas. Tarde de oro para hombres de plata como Curro Robles, José María Tejero, Curro Javier y de esos otros vestidos de oro y a caballo, como Manolo Quinta y Chocolate. No es poco en una feria que no acaba de levantar el vuelo.
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