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Olalla Alemán & L’Apothéose | CRÍTICA

La soprano Olalla Alemán y L'Apothéose en la capilla sacramental de San Luis. / Lolo Vasco
Juan Ramón Lara

07 de abril 2019 - 22:00

La ficha

*** Olalla alemán & L’Apothéose. Festival de Música Antigua de Sevilla. Solista: Olalla Alemán, soprano. Programa: 'De Durón a Nebra. Óperas y zarzuelas en el Madrid del siglo XVIII'. Obras de Desmarest, Durón, Literes, San Juan, Facco, Nebra, Basset y Corselli. Intérpretes: Laura Quesada, traverso; Víctor Martínez y Roldán Bernabé, violines barrocos; Carla Sanfélix, violonchelo barroco; Asís Márquez, clave. Lugar: Capilla de la iglesia de San Luis. Fecha: Domingo 7 de abril. Aforo: Casi lleno

Los programas de concierto de recuperación de patrimonio son para el espectador una caja de sorpresas: al abrirla uno nunca sabe qué se encontrará. En el que nos ocupa, que rescataba música escénica de la corte madrileña de inicios del siglo XVIII, hubo de todo: piezas instrumentales convencionales y de escaso valor, obras interesantes de Durón, Literes y Facco, y mucha música vocal de José de Nebra, cuya calidad descuella claramente por encima de la de sus coetáneos.

Con Nebra los españoles asumieron ya de lleno el estilo italiano, aunque con décadas de retraso respecto a Europa. Algo similar sucedió a finales del siglo XX con la llamada interpretación históricamente documentada de la música barroca, llegada a nosotros en una segunda o tercera oleada, pero hoy ya tan consolidada que no es difícil encontrarse con conjuntos técnicamente tan solventes como L'Apothéose. En la apertura del concierto, una chacona de Desmarest (autor francés pero ligado a la corte española), mostraron ya sus virtudes: muy buena afinación, belleza y limpieza en el sonido (particularmente la flautista Laura Quesada), detallismo en el fraseo, y sobre todo una conjunción excelente, prueba de un trabajo serio y un conocimiento profundo del repertorio que tocaban, particularizada en el variado y sólido continuo de Asís Márquez junto a Sanfélix.

Algún leve problema de afinación en los saltos no hizo desmerecer la expresiva actuación de Olalla Alemán: manejó con agilidad su bella voz, fácil arriba pero con la riqueza tímbrica de una mezzo. La interpretación de L’Apotheóse estuvo por encima de la calidad de las obras instrumentales, a la altura de Durón –valiente el planteamiento del Dioses, piedad que abrió el concierto–, pero algo por debajo de Nebra, cuyos recitados acompañados piden más amplitud de colores y dinámicas, y cuyas arias habrían agradecido unos tempos más osados que sacasen partido a la riqueza rítmica de su música más española, y al fuego y la furia (que dijo por entonces North) del estilo barroco italiano.

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