"En España cualquier excusa para restarle importancia al rock es buena"

El argentino visita Sevilla para ofrecer dos actuaciones los próximos días 14 y 15, con las entradas para la primera fecha ya agotadas · Acaba de publicar 'Salmonalipsis Now', una versión reducida de 'El salmón'

Calamaro (Buenos Aires, 1961) visita Sevilla la próxima semana.
Calamaro (Buenos Aires, 1961) visita Sevilla la próxima semana.
Francisco Camero / Sevilla

06 de mayo 2011 - 05:00

Andrés Calamaro no teme hacer discos "incomprendidos" porque siempre le parecieron "exquisitos". Algo así le ocurrió hace 11 años cuando publicó El salmón, un quíntuple álbum con más de un centenar de canciones, casi un desafío a las leyes de una industria discográfica que sufre ataques de pánico ante cualquier tipo de desvío de las prácticas habituales. Warner/Dro, su sello, "recuperó la inversión literalmente en 20 minutos", replica el músico argentino, pero aquella obra, "exagerada, épica y experimental", como la define su propio autor, fue incapaz de penetrar en la memoria sentimental de sus seguidores con la hondura de Honestidad brutal, probablemente su obra más inspirada, o Alta suciedad.

Calamaro acaba de publicar Salmonalipsis Now, una versión reducida de aquel trabajo algo más esquivo, una obra compuesta en una época de actividad torrencial y muchos de cuyos ejemplares acabaron en las cubetas de saldo de los grandes almacenes. Cinco temas inéditos completan este álbum "demoledor y dinámico" que el artista define también como "El salmón consolidado y definitivo". Desde ayer lo defiende con orgullo en una gira española que arrancó en Santander y que pasará por la sala Custom de Sevilla los próximos días 14 y 15.

El músico concedió una entrevista a este periódico con motivo de su visita. Por e-mail, una vía que entraña ciertos riesgos. A la vuelta de correo, encontramos a un Calamaro desganado, parco en palabras; una pena, porque más allá de su caricatura de profeta tóxico el artista suele decir cosas interesantes cuando le apetece extenderse. "Tampoco es para darle muchas vueltas", afirma cuando se le pide que explique a qué se refería cuando distinguió hace algún tiempo entre los músicos de rock y los músicos de verdad. "Me gusta la música cuando me gusta. No entiendo las paranoias musicales, no tengo conflictos interiores con el planeta música; es una sustancia bendita, es tiempo, es aire, son sensaciones y pensamientos y también hay una cuerda física humana que se tensa y suena por simpatía en el interior mismo de las personas", dice con menos economía pero sin concretar cuando es preguntado por su creciente interés por la música popular, del tango a la cumbia.

Se sabe que las turbulencias personales del músico han desembocado en giros insospechados y en algunos de sus discos más aplaudidos, como el citado Honestidad brutal. "En el momento de hacer canciones la vida es bella. No me dejo aturdir por las voces interiores, mis canciones también son irónicas y políticas, y algunas ni siquiera las escribí yo", afirma Calamaro, dejando en el aire la cuestión de si el dolor le inspira o más bien lo paraliza. En los foros digitales donde sus fans debaten sin fin sobre su obra aparece con frecuencia un reproche: cuando parece más feliz -viene a decir- suena como amansado, con menos chispa que en momentos de sufrimiento y de consumo de drogas disparado. Y nos preguntamos si será ésta una de las formas de la famosa tiranía del público. "Ni idea. Yo le respondo a la música, a mí mismo, a mis compañeros, a quienes realmente escuchan mis discos y participan en los conciertos. Esos foros no tienen influencia, no son críticos, ni especialistas, ni verdaderos talibanes".

"Me conformo con pensar que tenemos mucho público para escucharnos. Por lo demás, ya me acostumbré a la impunidad y los privilegios de este oficio legendario", dice sobre su fama, que él aprovecha para amplificar sus opiniones sobre los asuntos más diversos. Desde los escenarios -nunca ha negado nunsu afición a la polémica- ha pedido la pena de muerte para los torturadores de la dictadura argentina, ha reivindicado la legalización del cannabis, ha arremetido contra la cursilería de cierta progresía cosmética y ha anunciado su renuncia a la militancia política de izquierdas tras la prohibición de las corridas de toros en Cataluña. "Las multinacionales prefieren a los artistas medianos para aplastarlos con un dedo. Somos víctimas del imperial-capitalismo y a veces nos conformamos con no brillar. El lugar del artista que opina es incómodo pero necesario", dice al respecto.

Aquí fue muy comentada su despedida furibunda de Twitter y su "rebaño de boludos con Blackberry". El propósito de la pregunta no era retomar aquella vieja anécdota, sino averiguar su opinión sobre la retórica de las estrellas -de la música, de lo que sea- que sostienen que las redes sociales permiten una comunicación verdadera con sus seguidores... "No me parece algo digno de comentar pero fue un experimento interesante porque esperé a tener 100.000 lectores para mandarlos a la mierda. En España cualquier excusa para restarle importancia al rock es buena: tecnologías, tendencias, derechos de autor, la uña de Cristiano Ronaldo".

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