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España bastarda

Crítica 'rey gitano'

Manuel Manquiña y Karra Elejalde, los detectives gañanes de 'Rey Gitano'.
M. J. Lombardo

21 de julio 2015 - 05:00

REY GITANO. Comedia-road movie, España, 2015, 100 min. Dirección y guión: Juanma Bajo Ulloa. Música: Kike Suárez-Alba. Intérpretes: Karra Elejalde, Manuel Manquiña, Arturo Valls, María León, Rosa María Sardá, Charo López, Santiago Segura, Albert Pla, Pilar Bardem.

Torrente 5: Operación Eurovegas, Murieron por encima de sus posibilidades y ahora Rey Gitano aspiran a tomarle el pulso a la España de la crisis y la corrupción, a una España eterna de sainete, pandereta, cainismo y desvergüenza, desde la deformación escatológica de la comedia y el esperpento, actualizando una vieja tradición nuestra en estructuras y modelos genéricos de importación de cara a la conquista del gran público.

En el caso de Rey Gitano, Bajo Ulloa parece querer recuperar los esquemas de road movie coral y disparatada, cercana a cierta estética de dibujo animado, de aquella Airbag con la que alcanzó el punto más alto de su errática carrera. En efecto, todo aquí parece remitir a unos personajes y situaciones que tienen algo de tebeo de Ibáñez o de sátira salida de El Jueves, a saber, un trazo grueso y caricaturesco a través del que recorrer un país (literalmente, en su trayecto en coche de Norte a Sur, de Este a Oeste), por el que campan a sus anchas esas fuerzas vivas y una picaresca sometidas al humor chusquero que nos devuelve un universo reconocible aún a falta de medida.

No podrá negársele la gracia inicial a un mecanismo narrativo activado desde la premisa de la existencia de un hijo bastardo gitano del rey Juan Carlos I dispuesto a reivindicar el trono, como tampoco parecía mala idea poner al frente de una operación de salvación de la patria a un par de detectives casposos, disléxicos y en horas bajas interpretados por un Manquiña y un Elejalde que se diría que llevan toda la vida juntos como dúo cómico.

Sin embargo, casi nada más funciona orgánicamente en este filme de carretera redundante y acumulativo, machacón en su dinámica de chistes, chistecillos y meras ocurrencias, incapaz de salir airoso de su propio esquema que más que progresar parece dar vueltas y vueltas sobre un mismo y cada vez más desgastado eje.

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