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Crítica de Música

Un momento del estreno absoluto del oratorio de José Lidón, anoche en el Espacio Turina. / Víctor Rodríguez
Juan Ramón Lara

24 de marzo 2017 - 02:31

La ficha

'En honor a Santa Bárbara' XXXIV Festival de Música Antigua de Sevilla. Solistas:Maria Eugenia Boix, soprano (Santa Bárbara); Marta Infante, mezzosoprano (Custodio); Carlos Mena, contratenor (Valenciano); Víctor Cruz, barítono (Dióscoro). Acadèmia 1750. Concertino: Emilio Moreno. Director: Aarón Zapico. Programa: 'Oratorio a Santa Bárbara', de José Lidón. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Jueves 23 de marzo. Aforo: Algo menos de media entrada.

El estreno absoluto en tiempos modernos del oratorio dedicado en 1775 a Santa Bárbara por José Lidón, celebrado anoche, es el resultado de una larga cadena de trabajos. Se inició ésta en un libreto de gramática alambicada -verdadero festín del hipérbaton-; la continuó Lidón con una música laboriosa, aunque no brillante, deudora de la reforma de Gluck, en la que, lejos de sencillas soluciones basadas en simples recitativos y arias pegadizas, delineó detalladamente el texto con toda suerte de ariosos y recitativos acompañados, cambios constantes de compás y tempo y giros retóricos fieles a los afectos del libreto; siguieron los esfuerzos, ya en nuestros días, con el empeño en su recuperación por el Inaem -imprescindible trabajo de restauración patrimonial- y su reconstrucción por parte de los musicólogos; es finalmente muy digna de encomio la labor de los intérpretes, que levantaron con concentración y alta profesionalidad una partitura compleja, llena de dificultades para la dirección -amplio de gesto y eficaz Zapico- y expuesta para la orquesta, que cumplió con buen empaste y más lucimiento en las cuerdas que en los vientos.

Ocurre que tal esfuerzo se le requería también al público, y ni los tiempos ni la competencia -tres interesantes conciertos más había anoche en Sevilla- estaban para ello. Casi nadie siguió el largo texto, y difícil fue así captar las sutilezas musicales descriptivas de la dura historia de Santa Bárbara, virgen y mártir -hoy encuadrable entre las víctimas del terrorismo machista-.

Sí disfrutó el público de los momentos más belcantistas del cuarteto vocal, diverso pero de alto nivel. María Eugenia Boix tardó en entrar en calor -algo apurada en los saltos y poco clara en las coloraturas en la primera parte-, pero lució luego su belleza de timbre y su legato en el agudo. Marta Infante -voz más oscura y vibrada- y Carlos Mena -claro siempre, limpio y afinadísimo- mostraron dos modos diferentes de acercarse a una misma tesitura. Víctor Cruz dejó ver un muy prometedor futuro en una voz naturalmente bien timbrada, tal vez algo cruda y en ocasiones poco ligada, pero siempre ágil, directa y muy inteligible.

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