Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Jonás Trueba. Director de cine
En la nueva película de Jonás Trueba, La virgen de agosto, Eva (Itsaso Arana) deambula por Madrid en unas fechas en las que la mayoría de los habitantes se han tomado vacaciones y han dejado la capital. Ella se acerca a los 33 años, pero esa edad no viene acompañada de ninguna certeza: se ha cansado de su vocación de actriz, ha roto con su pareja, le han prestado por unas semanas un piso para que se aloje en él. Las circunstancias no impiden que esa ciudad que parece adormecida y despierta en sus bulliciosas verbenas, y los personajes que ella encuentra en esos días, devuelvan a la mujer una insospechada esperanza. Trueba firma su trabajo más cálido y emocionante hasta la fecha, un filme que fue galardonado en Karlovy Vary con una mención especial del jurado y el Premio Fipresci y que se estrena este jueves en los cines.
-Al principio de la película se dice que Eva ensaya "una nueva forma de estar en el mundo".
-Lo decimos en tono irónico, porque añadimos luego "casi nada". Es un guiño. Me gusta empezar las películas hablándoles a los espectadores, arrancar desde la complicidad con el público. Esa esencia, esa comunicación, tal vez se ha perdido. Y nos gustaba lo de "ensayar una forma de estar en el mundo" porque Eva es actriz, que ella "ensaye" en su vida es una forma de decir que nosotros, todos, también actuamos en nuestro día a día sin necesidad de subirnos a un escenario o de salir en una película. Y eso tiene que ver con mi manera de entender mi trabajo: yo digo algo que decía Jonas Mekas, que me gustaría hacer cine sin cámaras. Charlar, pasear... eso ya es cinematográfico.
-Tras La reconquista expresó que deseaba continuar rodando pero que no sabía muy bien cómo. Las particularidades de este proyecto, que se filmó en 15 días el pasado verano, ¿estimularon de algún modo su creatividad?
-Es curioso, porque aunque ambas son películas que tratan de transmitir cierta ligereza, Los exiliados románticos y ésta fueron rodajes muy exigentes, las dos están construidas a partir de un marco temporal muy concreto. En el caso de Los exiliados... fueron diez días de viaje, y aquí fueron 18 ó 20 días de rodaje en una misma ciudad. Nos ceñíamos a unas fechas cerradas, pero al mismo tiempo yo enfoco los proyectos como una creación viva, un proceso lo más abierto posible, lo cual es poco oportuno cuando tienes la presión de adaptarte al tiempo con el que cuentas. Hay detalles importantes de guión, por ejemplo, que no estaban en un principio y que surgieron mientras rodábamos.
-La protagonista afirma que el verano "es perfecto porque se rebajan las falsas expectativas, las obligaciones y las servidumbres". Esta película es su homenaje a esa estación.
-Yo creo eso muy sinceramente, y este año lo vuelvo a pensar. Nunca he asociado el verano con las vacaciones, para mí siempre ha sido un tiempo de crecimiento personal. Siento que en agosto en concreto se detiene el tiempo y ocurre algo especial. Con esta película quería mostrar mi gratitud a esos meses que te hacen mirar hacia atrás y hacia adelante como ningún otro momento del año. El verano tiene algo de magia y, sí, quería hacerle ese homenaje.
-Por la edad de Eva y las personas de su entorno, La virgen de agosto se interroga por esa obligación de "hacerse una persona de verdad". Y plantea una pregunta interesante: si alguien que no se va de su ciudad y no se emancipa de sus orígenes da ese salto realmente.
-Ese es el otro gran tema de la película, del que ya hablaba Emerson, esa pregunta de hasta qué punto eres como eres porque has nacido en una familia, en un sitio o un contexto concreto. Recuerdo también otra lectura, La tabla rasa, de Steven Pinker, donde el autor dice que estamos más predestinados por nuestro ADN, por nuestra genética, y menos por nuestra cultura, lo cual me entristece. Yo me rebelo contra eso y me digo que ese porcentaje, aunque sea pequeño, es el que realmente construye uno: cómo tratas con otra gente, con los espacios, con la ciudad... En la película, Eva se plantea de una forma intuitiva que tiene que relacionarse consigo misma y con los demás de nuevo.
-En esta cinta aparece, tal vez por primera vez en su cine, cierto interés en la espiritualidad. La protagonista se emociona al ver una procesión, se somete a una sesión de terapia reiki...
-No podría haber hecho esta película hace apenas unos años. De repente me he atrevido a relacionarme con cierta mística, con algunas tradiciones, y es porque intento ser un cineasta con menos prejuicios, que juzgue menos. Intento ser así en la vida, y me gusta verme rodando cosas que yo hace un tiempo, como digo, no habría grabado. Cuando me descubro haciéndolo me satisface, significa que no tenemos una opinión tan clara sobre todo. Me interesaba explorar cómo nos relacionamos, los que no somos creyentes y vivimos en un país como España, con las procesiones, que pertenecen al paisaje de nuestras ciudades. En esa escena, Eva ve pasar al santo desde el balcón, desde fuera, pero se emociona, le toca. Me doy cuenta de que necesito creer en algo, aunque no sea algo religioso, empezando por el cine, mis amigos, las personas.
-Itsaso Arana, con la que había trabajado ya en La reconquista, firma con usted el guión, y su trabajo como intérprete es impresionante.
-Volvemos a lo que dije al principio de que todos actuamos: Itsaso trasciende ese tópico de la actriz que tiene que saber mentir, para ella interpretar es ser uno mismo. Esta película me ha salido así porque la he hecho con ella. Lo de menos es que hayamos escrito el guión juntos, lo que llama la atención de la gente, porque la película está tan en su espalda y en su cuerpo que ya sólo con su actuación sería coautora.
También te puede interesar
Lo último